(Apuntes para un manual de sociología barata)
Estas expresiones callejeras, por lo regular están integradas al léxico de un “parqueador” o de cualquier muchacho “méndigo-vendedor”. El individuo que usa ambos términos, ignora la dimensión social de las expresiones; pero, de alguna manera, él intuye que son metáforas que impregnan cierto brillo y poder simbólico. Por el acting verbal y corporal que simula el parqueador frente a su “cliente”, se deduce que el sujeto usa tales alegorías como un recurso del “lambonerismo” dominicano. Como buen dominicano, el sujeto presiente que eso gusta o entretiene y no molesta.
“Y qué jefe”, es casi una insignia que implora o sugiere un estereotipo de comunicación verticalidad: a usted le va bien, y yo soy un pobre jodío’. Usted tiene lo suyo, y yo no, por eso “deme lo mío”. La locución también remite a signos atemporales de dictadores y caudillos, en un país con tradición cotidiana de mandones autoritarios y de funcionarios que desde que son integrados a un Buró https://es.wikipedia.org/wiki/Bureau con aire acondicionado y una secretaria se convierten en un Trujillito: “Dale un carguito y conocerá a Juancito…”
“Y qué patrón”, suena algo paradójico respecto a un individuo que se la busca por su cuenta sin tener que pagar impuestos ni cumplir horarios; además, él tiene conciencia de ser su propio jefe. Sabe de memoria que tú no eres su patrón y que él no está sometido a normativas algunas. Patrón nunca ha sido parte del argot cotidiano dominicano. Es posible, que la jerga tenga sus orígenes o se popularizó a partir de los culebrones narcos-colombianos con atmósferas pedestres y rurales. Es importante señalar, que esa frase también está vinculada al caudillismo-latifundista latinoamericano.
Esos tipos de la calle que parquean y venden-pidiendo y viceversa se apropian de ambas frases como forma de halagar, distinguir y agrandar el ego de su víctima, que en muchos casos es su alter-ego. Ese personaje que se “la bu’ca”, es inconsciente, que ambos enunciados ocultan y evidencian rasgos culturales de las micro-relaciones respecto a una cultura que “el jefismo” todavía habita en la génesis de nuestras estructuras institucionales. Por su show, uno vislumbra que ambos individuos tienen una idea deliberada respecto a que esos términos envían un mensaje donde ellos actúan ser los subalternos.
Ese sujeto callejero tiene la mayor conciencia de ser un payaso que no ofende, y como tal ejerce, te despide con su frase iluminaria que atrapa la emoción del dominicano común y corriente, “que Dios te bendiga”. Antes de soltar su verborrea, la saborea, dibuja en onda falsete las expresiones en los gestos de su anatomía facial, y te suelta en versión labia: “Y qué jefe o y qué patrón, e’tamo’ aquí para proteger su vehículo”. Y para colmos, cuando te cantea con “lo’moni”, en versión sátiro, te ilumina con otro signo que apela a la masculinidad y a la hombría artesanal y rural, “gracias, varón.”
Los significados que ocultan y evidencian cualquier frase aparentemente insignificante de la calle, son un encanto misterioso para la lingüística y para la pragmática del lenguaje. Cómo puede tener tanta intuición imaginativa un iletrado de la calle, un “tíguere” vivaracho para comprender que “y qué jefe”, “varón” o “y qué patrón” son locuciones que ameritan montarse en el “allante”. No sé si este sujeto vivaracho de la calle, infiere que todo ese fraseo es vinculante a una cultura donde todavía subyace el imaginario patriarcal.