(Apuntes para un manual de sociología barata)

¡Jefe…! Que sonido tan extrañamente conocido. Designa en la pragmática https://es.wikipedia.org/wiki/Pragm%C3%A1tica de la “dominicanidad”, los signos corporales del “lambón”, el gran complejo de inferioridad que llevamos dentro. A manera de síntesis, describe el panorama de una herencia caudillista. Es la cultura de un país donde el título de jefe  da cierto prestigio aunque sea a nivel simbólico. Es la figura de la verticalidad. Es un cumplido fingido que encuentra espacio cotidiano en la herencia del pasado.

En la palabra “Jefe” hay una onomatopeya miserable y deformada. Es la  teatralidad de un parqueador o cualquier personaje de la calle para animar nuestro caudillo interno. Él personaje actúa  y nos regala en segundos una farsesca del poder.

¡Y qué jefe…! El “suim” sale de la boca de un bufón nacido y “de-formado” en el juglar dominicano. El bufón  sabe por instinto que aunque el sonido es chocante en el contexto en que se dice, es un halago y da un grado de jerarquía. ¿Por qué Jefe, y no, y qué pobre diablo…? 

En lo más profundo de sus genes, el lúmpen de la calle comprende que el sonido “Jefe” despierta en cualquier dominicano un imaginario lúdico de posibilidades. Asume en la representación, que todo dominicano detrás de un buró es un Trujillo potencial. Él, saborea este sonido antes de enunciarlo. Como buen actor de la alabanza, el “Jefe” que sale de su boca es sonreído, es caricaturesco y danzarín. ¡Y qué Jefe…! es la farsa. Es un “acting” cara a cara a cambio de una moneda que no alcanza ni para su “bronca muerte”.