Por vez primera, desde la promulgación de la Ley General de Educación(Ley 66-97), un Gobierno está cumpliendo con el Articulo 197, que establece el 16% del gasto total o el 4% del PIB, el que sea mayor, para la educación pre-universitaria, y si bien grupos de la sociedad civil asumieron esa bandera de reclamo al gobierno anterior, unos impregnados del mejor deseo de mejorar la educación pública y otros por meros móviles politiqueros, lo cierto es que llama la atención la apatía de esos sectores en materia de proponer como se deben invertir esos recursos y también la falta de señales para lograr el Pacto por la Educación contemplado en la Estrategia Nacional de Desarrollo.

Una rigidez presupuestaria y bajas recaudaciones en relación al PIB  justifican que desde la vigencia del mencionado artículo, en 1999, hasta la aprobación de la Ley de Presupuesto para el 2013, ninguna administración pudo cumplir con el 4% del PIB. Y una serie de organizaciones asumieron esa bandera e hicieron de ese 4% una especie de “tótem”, sin embargo se quedaron a nivel de slogan sin plantear como invertir esos recursos adicionales para mejorar la calidad de la educación.

El  país podrá gastar durante muchos años el 4% o más del PIB para la educación pre-universitaria, pero sin una reforma estructural del sistema educativo y una nueva generación de maestros, preparados para las demandas en una economía global, habremos simplemente gastado mucho dinero, pero continuaremos con una educación pública de pésima formación que repite el ciclo de la pobreza y acentúa las desigualdades sociales en la medida que no prepara a los más pobres, mientras los que disponen de recursos logran una buena formación, inclusive bilingüe, para sus hijos.

Los ejemplos sobran de cómo ese 4% del PIB no representa una garantía y el mejor exponente de esa realidad es Andrés Oppenheimer en su obra :”¡Basta de Historias!”, donde destaca como Singapur, con un gasto en educación equivalente al 3% del PIB, representa uno de los países más exitosos y el más globalizado; China y la India también dedican menos del 4% del PIB y han logrado avances extraordinarios, sin embargo en América Latina Colombia dedica el 4.7%, Brasil el 4% y México 5.4% y no han logrado mejoras acordes con el monto del gasto.

República Dominicana tiene ante sí la oportunidad de emprender con ese 4% el camino de elevar la calidad de la educación pública y ofrecerles la oportunidad a los pobres de superar esas barreras y elevarse socialmente. Pero eso no será posible si ese 4% se dedica exclusivamente a construir escuelas, a crear la tanda única, a brindar desayuno,  merienda y almuerzo y a entregarles a los estudiantes gratuitamente uniformes, y libros de textos desfasados de las necesidades de formación en una economía globalizada.

La Estrategia Nacional de Desarrollo (Ley 1-12) contempla en su Artículo 34: “Se consigna la necesidad de que las fuerzas políticas, económicas y sociales arriben, en un plazo no mayor de un (1) año, a un pacto que impulse las reformas necesarias para elevar la calidad, la cobertura, y eficacia del sistema educativo en todos sus niveles, y preparar a la población dominicana para actuar en la sociedad del conocimiento…..”

El año que establece ese Articulo  ya se cumplió y no se observan movimientos desde el Ministerio de Educación o del Poder Ejecutivo para convocar a ese dialogo y lo peor de todo es que el grupo de organizaciones, que tan diligentemente exigieron el cumplimiento del 4% del PIB, hoy no están dedicando los mismos esfuerzos a realizar propuestas para mejorar la calidad de la enseñanza y hacer redituable esa formidable inversión con un mejor sistema educativo a mediano plazo. ¿Por qué no se inician las conversaciones en pos del Pacto por la Educación?