Caminando por las empedradas calles de Petion Ville, la capital haitiana, extraña a pocos escuchar una canción de Anthony Santos o de cualquier otro bachatero dominicano.  Y es que según datos de la embajada dominicana, en el vecino país para el año 2009 residían de manera regular, alrededor de 10 mil dominicanos y dominicanas. Sin embargo, luego del terremoto del 2010, Miguel Martínez, Presidente de la Asociación de Dominicanos Residentes en Haití, entiende que esta cifra prácticamente se ha duplicado.

Estima el ex diplomático que vela por los derechos humanos de los inmigrantes dominicanos, que tras el sismo que prácticamente devastó ese país, nuestros nacionales que residen allí de manera formal suman unos 15 mil, pero  que pueden llegar casi a 20 mil, debido que muchos penetran a esa nación de manera irregular, para trabajaren la reconstrucción de pequeñas ciudades también afectadas por el terremoto.

Muchas han sido las empresas dominicanas, que tras el terremoto, han  extendido sus operaciones instalando cientos de sus obreros en Haití para levantar destruidas edificaciones públicas y privadas. A esto se agrega una gran cantidad de mujeres que trabajan y reside junto a su familia ganándose la vida principalmente en centros de estética.

Sin embargo, ante las tensiones que afectan los dos países luego implementación del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros,  quién resguarda la integridad de miles de dominicanos residentes en Haití.

Sin ánimo de crear pánico, hacemos esta reflexión, luego de una conversación con Miller Joubert, un fornido mecánico haitiano que llegó a República Dominicana tras el terremoto y que junto a su familia  está en proceso de regularizar su situación migratoria. Sudado y engrasado, mientras intentaba reparar mi viejo vehículo, Miller me dice, “en Haití como aquí hay gente con la cabeza muy caliente, que no quedarán de brazos cruzados cuando comiencen a mandar gente pa´allá”.

Esto puede ser un simple tema para matar la espera en medio de un calor espantoso, pero a sabiendas de que en ambos lados de la frontera, como dice Miller hay “termocefálicos” que apuestan a la tragedia, sin entrar en pánico, que ciudadanos y autoridades tomen un poco de previsión nunca está demás.