LA HABANA. No se había apagado aún, el eco del perspicaz y pródigo discurso de Barack Obama en el Gran Teatro de la Habana, cuando ya se diseminaban a granel, como un derrame cerebral y agónico, las enconadas interpretaciones de la nomenclatura oficial, para hacerle “entender” al pueblo cubano, lo que el mandatario visitante, respetuoso pero “ajeno”, debió, quiso, u omitió decirnos en su mensaje.
Cómo si no supiésemos leer, escuchar y pensar por nosotros mismos. ¡Por favor, somos seres cultos, educados e informados! Pero sobre todo adultos pensantes. ¿O no? No requerimos de esos “comentaristas” que aparecen en nuestros medios, antes de proyectar un filme, que intentan explicar su trama para encausarnos la visión posible, dirigirnos hacia una lectura permitida, o tratar de adoctrinarnos a través la experiencia estética.
Es curioso, aunque no sorprendente, que el Noticiero Nacional de Televisión no retransmitiera, como es su costumbre, el discurso entero. Esta vez, sólo pusieron los highlights “políticamente correctos”.
Una selección permitida para el consumo público. Lo demás, cual corriente caudalosa de marea violenta, se abarrotó enseguida de acotaciones o apostillas militantes. Léanse en la única, aprobada y admitida dirección posible. Y hasta se vertieron acusaciones baratas, sin sentido. Pedestres.
Le achacan, por ejemplo, al mandatario norteamericano, utilizar la misma retórica que continuamente menciona en sus discursos, al emplear las palabras: democracia, derechos humanos y libre comercio.
Cómo si él pudiera, debiera, o tuviera que usar otras. Que son, a su vez, antagónicas de dictadura, intolerancia y mercado oprimido, racionado y/o restringido. Y obviando, por otro lado, las monsergas aburridas de las que aquí nos embuten a diario, con el abuso frecuente y constante de los vocablos imperialismo, enemigo, soberanía, esfuerzo, dignidad o patriotismo.
Lo que fue cierto y se acalla, es que el presidente norteamericano mencionó a Celia Cruz, a Gloria Estefan y a Pitbull en el vetusto-remozado recinto. Frente a toda una camarilla que se remordió en silencio, pues sabe muy bien quienes son. Probablemente, incluso, los escuchan a escondidas. Pero les produce resquemor el oír sólo esos nombres en actividades oficiales.
Y con esas únicas menciones, los demás pudimos evocar también a Lecuona, a Portabales, a la Lupe, a la Guillot, a Reynaldo Arenas, a Cabrera Infante, a Gastón Baquero, a Charín, a las hermanas Feijoo, a Sarabita, a Alexis Valdés, a Álvarez Guedes y tantos, tantos, muchos otros que hubiesen dado para un discurso , pero que mucho más extenso.
Y se refirió a los cubanos que con infinito dolor, y aún con más entereza, emprendieron obligados el arduo-duro camino del destierro, para levantar en las propias fauces del imperio, una ciudad próspera y pujante como Miami. Luminosa, convulsa, floreciente, emprendedora, pero sobre todo: cierta. A diferencia de la construcción del socialismo en esta orilla, que sigue todavía “edificando” durante más de cincuenta y tanto años, mientras experimenta, cada vez más, derrumbes, ineficiencias, chapucerías y nefastas decisiones encubiertas.
Elogió el espíritu emprendedor y creativo de nuestra idiosincrasia. Que incluso, reconoció, ha permitido en estas difíciles condiciones impuestas a nuestra patria, la diaria y casi milagrosa supervivencia. Puso ejemplos de ambos lados. Habló de Cachita en su ermita de allá.
Fue una pena que no le diera el tiempo para visitar a la auténtica Caridad del Cobre del Oriente cubano Se declaró contrario al bloqueo y nos anunció que sigue abogando por que se suprima.
Pero llamó asimismo a reivindicar a un exilio tantas veces vilipendiado, sufrido y ultrajado, por los que nos dirigen y por los que, en definitiva, en buena parte lo causaron. Proponiendo acercamientos. Unidad. Sapiencia. Haciendo borrón y cuenta nueva entre cubanos. Para pasar a otra página de entendimientos, comprensión, diálogo y conocimiento. Tendió la mano abierta para aquellos que, de todos modos, aún incitan, todavía, y luego de esta importante presencia, su empecinado interés en ofrecer la espalda.
Por eso los aplausos de esa audiencia escogida fueron muy restringidos. Y el silencio, que es hijo del miedo generado, se hizo dueño de la sala. Pero afuera en nuestros corazones, muchos en el pueblo lo ovacionamos.
La versión oficial inmediatamente criticó que haya propuesto hacer un salto en la historia. Añadir un cambio en la manera que hemos llevado para ver las cosas.
Para un Estado basado en el continuo homenaje y viajes al pasado “glorioso”, la propuesta es, por supuesto, una afrenta. Pero si él, manifestó sin miedos, la equivocación de una política errada por los Estados Unidos durante tantos años, ¿cuál es el temor entonces a expresar la pifia que se cometió y aún se arremete por nuestra parte?
¿Cómo puede hablarse con tanta responsabilidad de total acierto y triunfante verdad de nuestro lado? Y hay hasta quien se ha atrevido a decir, que debió haber pedido perdón por los daños ocasionados.
¿Qué pasaría entonces con la misma demanda, pero dela otra orilla?
¿Con los perjuicios causados para con el bando opuesto?
¿Con los millones de familias divididas?
¿Los seres perdidos definitivamente en el mar?
¿Los exilios obligados?
¿Las encarcelaciones injustas?
¿Los fusilamientos sin juicio?
¿Los campos de concentración o Unidades Militares de Ayuda a la Producción?
¿El quinquenio gris y esta veintena prieta?
¿Las golpizas brindadas a quien intente manifestar su desacuerdo?
¿Los mítines de repudio con huevos lanzados?
¿La fuga masiva en balsas o usando terceros países? Los sueños frustrados.
Insistir en eso, es más de lo mismo. Y otra vez, de nuevo, lo que ya hemos vivido. O mejor dicho, sufrido. Lo constructivo es mirar hacia adelante. No detenerse una vez más en lo que ya ha ocurrido. Por mustio, caduco, remoto y vencido. Eso es seguir alimentando hostilidades. Abruma hacer tanto hincapié en heridas. Entretiene. Pero no edifica. Consolida el odio. No germina. Ni florece. Ni fructifica.
Como también han vuelto a saltar aquellos que recriminan el por qué no se le reclama justicia hacia nuestros seres queridos, injustamente asesinados. ¡Seamos un poco más cuerdos! Ni Obama, ni nadie, podrá cambiar lo acaecido. Además no fue precisamente de él la culpa. La falla ante la imprudencia pasada, no tiene por qué ser compartida en el presente. Y por mucho que se haga, se decida, castigue o se exprese, no nos los devolverán jamás con vida. Tiene arreglo lo que se repara, no lo que continuamente se incrimina. Y sólo Dios y la historia perdonan. Los asesinos, de ambas partes, ya están condenados para siempre.
No existe punición suficiente que pueda reparar el daño hecho. Ojalá se los trague el olvido. Porque remover la mierda solo produce peste. Y revolcarse en el fango solo proporciona embarre.
Puede que estemos equivocados. Pero tenemos todo el derecho humano a defender, o hacer valer, lo que sentimos y pensamos.
¿Dónde se esconde entonces el pecado?
Quién puede erigirse en juez incólume para con el resto de sus semejantes?
¿Es que existe alguien perfecto?
Prototipo de superioridad es en realidad la muerte, la inactividad, la pereza. Y por ende la apatía o el aburrimiento. Lo demás, es puro cuento.
El presidente norteamericano no propuso nunca olvidar, empero levantarse sobre lo irracionalmente vivido. Reconciliarse. No seguir echándole leña al fastidio. Evolucionar. No quedarse estancado en el inmovilismo en nombre de una cacareada “revolución”, que aunque puede vanagloriarse de muchos logros, también exhibe un penoso y triste estancamiento.
Y por eso hilvanó muy bien su defensa a la necesidad urgente que reclama la libertad de expresión en la isla. ¿Cuál es el miedo a la opinión contraria dentro del socialismo? ¿Cuál el temor a una posición distinta? ¿Por qué una única idea? ¿Por qué un único Partido? ¿Una sola manera de vivir forzada para todo el mundo?
“Vuelve fosca a su rincón, el alma trémula y sola” pesar de que Obama haya comenzado ofreciéndonos el cultivo de su rosa blanca. Sobre la imagen del avión presidencial alejándose en el cielo, que pudimos apreciar, muy brevemente en las noticias, debieron subir los créditos finales.
Y aunque la música de fondo quiera ser la voz de Barbarito Diez resonando en el alma:“…muy lejos de mí, se fue, matando mi ensueño de amor”, Obama remontó el vuelo, dejándonos sembrada su esperanza.