Crecí en el tiempo del susurro. En la época en que las habitaciones privadas pretendían proteger las opiniones que eran sólo murmullos y los niños adivinábamos que, más allá de los juegos infantiles, las calles estaban llenas de algo nefasto, tétrico; llenas de un temor viscoso que crecía según se acercaba el ronroneo de los carritos del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

La época en que el viejo Telefunken vociferaba ¡Fulano de tal… muerto!  ¡Sutano de tal capturado! Y luego las lágrimas furtivas de los adultos que sí entendían el funesto mensaje que, a tiempo de merengue, decía: "¡Recogiendo limosnas.. no lo tumban!"

La etapa de los sollozos de mi abuela, porque tres hermanas habían muerto en un accidente de tránsito….

Y una noche, hombres de obscuras intenciones ejecutaron un acto heroico y se creyó que se había hecho la luz, y la mañana trajo el cuidadoso rumor de que ¡por fin! ya no era necesario estar con Dios y Trujillo.

Y la tarde rompió todos los diques de contención y las verdades corrieron a borbotones y la justicia se quitó la venda e incluso los niños fuimos arrojados, precozmente al vendaval que convirtió la mordaza en bandolera.

Y los jóvenes, de todas las edades, ahí, firmes, cabezas duras, dispuestos a derramar su sangre por el bien colectivo, listos a callar, de una vez por todas los graznidos de los buitres, ya sea que hablen desde Radio Caribe, Color-visión, el Listín o Funglode

Se pensó que, muerto Trujillo, el camino estaba libre para avanzar, cantando, hacia el futuro ¡Vano espejismo! ¡Nadie se ocupo de desmontar el trujillismo!  Y la hidra hizo honor a su nombre, se metamorfoseó, adoptó colores diferentes, ha jugado sangrientamente a la democracia, pero nunca ha dejado de apretar el cogote de la Patria.

Pero también la resistencia ha sido persistente.  Comunistas, en tiempos de Trujillo y Balaguer. Desadaptados en la etapa blanca del trujillismo y mediocres, incompetentes y rastreros en su actual encarnación morada.

Y los jóvenes, de todas las edades, ahí, firmes, cabezas duras, dispuestos a derramar su sangre por el bien colectivo, listos a callar, de una vez por todas los graznidos de los buitres, ya sea que hablen desde Radio Caribe, Color-visión, el Listín o Funglode.

Hoy, con Dios y Leonel, logrando hasta enlodar la brillante armadura de algunos héroes, pretende el trujillismo revivir sus viejas glorias de poder omnímodo  (con presidente títere y todo), con sus mítines de desagravio al Mesías y, otra vez, bajo el cobijo del palio de la Gran Ramera, hacer que, de nuevo, el miedo logre conquistar el rostro de las gentes.

Crecí en los tiempos del susurro; me hice adulto en los tiempos del grito y esta "primavera caribeña" me asegura que (por encima de los Bolillitas, los Medinas de pluma venenosa, los Vinchos, los Euclides, los lambones, los genuflexión, los ladrones, los misóginos, los generales de pacotilla y los purpurados venales que bregan por consolidar la dictadura neo-trujillista) moriré  -o mis hijos vivirán- en el tiempo donde el coro de la dominicanidad entonará la dulce estrofa de nuestro Himno Nacional que brama:

¡Libertad! Que los ecos se agiten, mientras llenos de noble ansiedad nuestros campos de Gloria repiten

¡LIBERTAD!  ¡LIBERTAD!  ¡LIBERTAD!!

Obliguemos al GOBIERNO DEL PLD a actuar dentro de su propia legalidad, encarcelando a los culpables del desmadre económico en que sumieron con sus robos y su corrupción al país; defendamos los derechos de las mujeres y evitemos que amordacen la libertad expresión.

Ya los tiempos de los caudillos, los mesías, los predestinados y los indispensables han quedado atrás, la fuerza reside en la unidad de todas las clases sociales en el esfuerzo de construir una Patria libre, justa y con igualdad de oportunidades para todos sus hijos.