En la tiniebla, aunque no quiera, recuerdo tus faldas y las tardes sin cigarrillos. A veces y a pesar de las sequías del amor hay noches en que sueño con la yuca que no crece en el conuco y con los llantos de una niña que no llegó nunca, ya sea por situaciones menstruales, generalmente ocasionadas o por insuficiencias respiratorias mal atendidas y suscitadas, abruptamente.

En el sueño hay una colina oscura y zapatos de cristales y tacones altos manchados de hígado. Yo quedo en el asfalto inmune al dolor, de tus bocas para cantarte puntitos blancos al otro lado de mis orillas. No es nieve, son pajaritos de blanco inmaculado,  pensaste, dijiste, soñaste también bañarte conmigo con una música lenta de toallas en los veranos de ultramar, un segundo, luego respiro, tus músculos que llegan al sábado de la memoria barnizada de ébano verde entre la bruma dentro de ti despacio, despacito silencio en la noche de aires nuevos y fabricados en el pecado concebido sin los derechos reservados de mi constancia para contigo de mis esfuerzos para conmigo y de nuestros exquisitos y constantes ruidos de la embestida, hembras, caídas de mesas largas y profundidad de manteles de Holanda y porcelanicrón de canutillos lentejuelas y torniquetes de guerra con alegrías de rosarios y cerveza verde, obviamente, entiéndeme amor, que no soy diferente, hombre no soy, normal entiéndeme, desatiéndeme amor que estoy hecho de la lagrima que me corta en dos la cara culmíname, aniquílame las manos de agujeros pretéritos, de lo que quedó del susurro del palo de mango, llórame mares de la sal que se olvida con el café que se desaprovecha dulce triste machácame las penumbras sin imágenes entiéndeme, amor, entiéndeme que soy diferencia.

Anoche, nuestra hija que no tuvimos preguntó si las estrellas son hijas de la luna y no supe que contestar. Las estrellas, ¿porqué siguen a la luna, papá? insistió, y no tuve más remedio que hacerme escritor e inventar la verdad. Las estrellas, dije, se desprendieron de la luna, y ahora la persiguen por su luz.

Ah, dijo la pequeña belleza, ahora entiendo: la luna está prendida en candela. Yo lloré, y la niña, brilló.