En estos días hemos podido ver en la prensa unas fotografías en primer plano de dos de los implicados en el feo asunto de Los Tres Brazos cuando eran detenidos, y en ellas se muestran de lo más contentos mientras la policía se los llevaba rumbo al trullo, o ante del juez, no lo recuerdo bien en estos momentos.

Ambos personajes, acusados ¨presuntamente¨ de estafar a decenas de  miles de dominicanos con la especulación de compra y venta de terrenos de esa popular zona capitaleña, con la connivencia de Corde, exhiben una cara de felicidad total, como si les hubiese tocado una de esas lotos que sortean cientos de millones de pesos, y a la vez muestran una sonrisa de lo más socarrona mirando directamente a las cámaras como diciéndonos ¨idiotas, a nosotros no nos va a pasar nada y a las fortunas que les hemos robado, aún menos¨.

Antes, los delincuentes, y no hace tanto tiempo de eso,  que eran arrestados y se los llevaban esposados o escoltados por policías, salían de los juzgados o rumbo a las cárceles con cara de circunstancias, compungidos, avergonzados, con la cabeza baja o tapándosela con las manos o alguna prenda de vestir, para que la sociedad no los reconociera.

Pero ahora, como el robar grandes cantidades se ha convertido en el famoso deporte nacional con muchos practicantes del mismo y miles de fanáticos seguidores, se exhiben como auténticos héroes que han realizado una gran hazaña, y todo ello gracias a la impunidad justiciera quedesde los gobiernos aparece oportunamente en estos casos, a las penas mínimas que se les imponen, si es que llegan a condenarlos, y a la  sociedad que no les sube los vidrios, ni los aparta de su lado, ni siquiera los señala como personas que no merecen ser ciudadanos, siempre que tengan el poder que dan los bolsillos bien repletos de millones.

Y hasta en muchos círculos los siguen aceptando con cierto tufillo de solapada admiración por todo lo que han sido capaces de amasar sin ser cogidos con las manos en la masa. La ética, la moral, la dignidad,  están muy descolocadas en nuestros días y lo que estaba arriba, ahoraestá en el medio, abajo o muy abajo, y viceversa.

Lo hemos visto y padecido con  muchos casos de corrupción anteriores, lo estamos viendo ahora con el lío de los cieguitos que es lo de Odebrecht, porque el Congreso no lo quiere ver nada al rechazar sus legisladores una comisión investigadora al respecto, y lo seguiremos viendo con este no tan nuevo capítulo de los Tres Brazos, y con los cuatro, los cinco y los seis brazos más de escándalos que irán apareciendo sin falta, uno detrás del otro como en fila india.

A todos estos individuos, no les basta quedarse con el dinero sudado de los contribuyentes que trabajan y pagan, con la necesaria asistencia de los ancianos, con la salud de los enfermos, o con las necesidades de los sectores más vulnerables, que son muchos, sino que abren sus bocas, y encima se ríen de nosotros. Y con el gusto y la sorna que lo hacen ¡Con qué gusto también muchos de nosotros se las cerraríamos con unas buenas y sonoras bofetadas! ¡Por sinvergüenzas!