La parodia del Trío mi Amorch, escuchada por doquier, “… y ella pedía MoetChamdon y yo con cuarto pal ron”, retrata como nada el uso abusivo de los fondos públicos en que se basa el infame y degradante sistema clientelar bajo el cual vivimos y que pudiera estar a un tris de desbordar las aguas de la ira popular llevándose consigo el sosiego de la nación.
La voracidad de los clanes que dominan la escena política es intolerable y ferozmente inmoral, sin que el país tenga de dónde agarrarse a causa de la virtual destrucción de la oposición y de todo contrapeso real y efectivo. De ahí que fuera posible impunemente el déficit descomunal del 2012 que desangró las finanzas públicas y nos impuso una reforma tributaria, la octava o novena en una década, para seguir alimentando el fatídico sistema clientelar que padecemos; la insaciable voracidad del Congreso, en base a un uso discrecional de los fondos públicos, con sus “barrilitos” y “cofrecitos”, el primero de los cuales suma ya más de 1,100 millones de pesos distraídos del Presupuesto sin justificación alguna; la entrega de bonos periódicos al año para supuestas ayudas humanitarias que nadie ve y que a nadie alcanza, con la excusa de una tarea para la cual no está hecha el Poder Legislativo.
Este uso alegre y descomunal del tesoro público tendrá necesariamente que llegar pronto a su fin y alguien algún día deberá exigir cuentas a los responsables del uso personal y descarado del dinero de los contribuyentes. Y entonces se impondrán las severas y justas sanciones que la ley y la moral pública exigen para todo caso de malversación del presupuesto de la República.
Y ese día, no habrá en el precio de los combustibles una ración para los jerarcas del transporte público y cada peso mal usado en el Estado será debidamente castigado, porque no se puede beber champagne cuando el dinero está “contao” y solo hay “cuarto pal ron”.