Ya el 2020 ha iniciado su segunda mitad. Para muchos ha sido un año “a borrar”. Hay quienes han llegado al extremo de plantear su deseo de saltar del 2019 al 2021. Y no ha de parecer extraño que quienes malentienden la planificación hayan decidido “guardar” la del 2020 para aplicarla desde que este año termine.
Sin lugar a dudas, la pandemia Covid-19 ha sido centro y motor para las percepciones a que acabo de aludir. Pero lo cierto es que, con todo y sus repercusiones en la salud, en la economía, y en las relaciones humanas en sentido general, otras muchas realidades matizan lo que podamos percibir de cualquier tiempo, ya sea pasado, corriente o por venir.
Por fortuna, contamos con muestras que estimulan el avance. Por ejemplo, en coherencia con aquello de “hacer lo que nunca se ha hecho”, el presidente Danilo Medina ha iniciado el período de transición con una invitación al presidente electo, y esto ha ocurrido a muy pocas horas del desenlace electoral.
En un año atípico, con tantos cambios en tan poco tiempo, justamente una propuesta que ha asumido el ”cambio” como emblema de campaña ha logrado el favor de la mayoría de electores en nuestro país.
Nos queda casi la mitad para de un año al que aún podemos cambiarle el rumbo y la impronta. Eso sí, es sumamente útil recordar que ante los cambios podemos asumir actitudes muy diversas, incluyendo la inacción, la pasividad, pero también la propuesta, la proactividad.
Si ante lo que nos queda del 2020 solo esperamos cambios, lo que venga estaría bien. Sería como una especie de “aparar lo que sea”. Si nos asumimos como agentes de cambio, lo que haya de venir deberá ser mejor. Actuaríamos como constructores de futuro.
A la pandemia todavía le queda un tiempo del que no tenemos precisión. Sus efectos en la salud (física y emocional) de nuestra gente todavía son una especie de “noticia en desarrollo”. Pero independientemente de que sobran ejemplos de quienes han aprovechado la pandemia para acciones inhumanas, el deseo de cambio (manifestado por la mayoría en las urnas) ha de convertirse en aliciente para mejorar la confianza que convierte en realidad la esperanza.
Y entonces…
Mucho se ha dicho y escrito sobre las bondades de los cambios. Mucho podríamos rememorar sobre cambios pasados. Pero es mucho más provechoso y estimulante concentrarnos en los cambios pertinentes en la etapa en que nos ha tocado, y podemos, incidir.
Covid-19 ha de ser una alta prioridad. Pero, así como la propia pandemia ofrece lecciones que no hemos aprovechado para aprender, también sobran las oportunidades para autodemostrarnos, primero, y demostrar a los demás, después, que realmente somos agentes de cambio.
Se actúa como agente de cambio cuando las acciones van mucho más allá del simple “esperar lo que haga el gobierno”. Se actúa como agente de cambio cuando se asume una responsabilidad en un entorno y en un momento. Se actúa como agente de cambio cuando, de verdad, se ejecuta acciones que marcan un antes y un después.
Se actúa como agente de cambio cuando una sociedad mantiene lo logrado, cuando se valora adecuadamente el potencial endógeno, cuando se fomenta alianzas internas y externas, cuando se pone foco en procesos orientados a que las personas vivan dignamente, con equidad e igualdad de oportunidades, con justicia social.
Y finalmente, se actúa como agente de cambio cuando se logra participar de manera activa, gestionando y aprovechando los recursos para desarrollarse de forma innovadora, equilibrada y sustentable. Así lograremos mejorar, generar bienestar y garantizar felicidad.