Es de recordar que  en  1974  los del MPD  participamos en  el Acuerdo de Santiago con el PRD liderado por  el  doctor Peña Gómez, que generó un ambiente de cambio político y puso en ascuas al régimen; lo  que se hubiera logrado en las elecciones de ese año de no haber sido porque el PLD instaló el  Bloque de la Dignidad Nacional, y ese paralelismo   dispersó a  las fuerzas opositoras.

En  el Acuerdo de Santiago, crecimos; pero no fuimos coherentes con lo acumulado, y para las elecciones de 1978  llamamos a no votar aun y cuando era claro que, como en 1974, la cuestión principal seguía siendo el deseo de la mayoría del pueblo de salir de la dictadura de los 12 años.

El PRD ganó esas elecciones, y es conocido  el hecho histórico de que Balaguer, los militares y Vincho Castillo, con el apoyo del PLD y otros, escamotearon parte de esos resultados.  Surgió el reclamo de Respeto a la Voluntad Popular expresada en  las  urnas, que entonces si unió a casi toda la izquierda.

No pactamos con el PRD, pero tras  “el fraude de la madrugada del 17 de mayo”,  quisimos ser vanguardia en la defensa del triunfo electoral de ese partido.  Recuerde el lector lo sucedido en 1963 a  Manolo y varios de sus compañeros en las Manaclas.  Ahora, 15 años después, nos encontraríamos con una versión menos trágica que ese hecho, pero repitiendo la misma lógica de la historia. 

Doce años más tarde, en 1990, con el fraude electoral de Balaguer al profesor Bosch, se repitió la misma lógica, no pactamos con Bosch, pero hicimos cuantas huelgas se nos ocurrieron en solidaridad con su triunfo escamoteado.

Lo mismo en las de 1994- 96, que tampoco fueron cualquier elecciones. En esta coyuntura, se daría la conclusión del liderazgo caudillista que había dominado la vida del país desde la caída de la dictadura de Trujillo.

Pero tan importante como lo anterior, ese proceso determinaría la posibilidad de si las fuerzas sociales del neotrujillismo   y la burocracia de Estado vinculados a este, se mantendrían esencialmente unidas y gravitando en la vida nacional; o si por el  contrario, se dispersaban y perdían influencia.

En el interés de reciclarse más allá de la desaparición de Balaguer, los neotrujillistas  siempre vieron esa posibilidad en  el  PLD; y este, había hecho conciencia de esa necesidad de aquellos; nunca  le hizo oposición consecuente a Balaguer,  y  se mantuvo en una actitud que facilitara ese trasvase en el momento oportuno.  El Frente Patriótico con los balagueristas y el Dr. Leonel Fernández como candidato en 1996,  fue la consumación histórica del trasvase al PLD de las fuerzas sociales y los intereses generales del  neotrujillismo.

A cualquier fuerza política alternativa de verdad debía interesarle dispersar las reservas neotrujillistas  y empujar en el sentido de crear unas condiciones políticas nuevas.   En 1996, hay que decirlo: con las culpas de  alternativos amparados en el antiperredeísmo  (¡Oh, la historia!), el doctor Leonel Fernández ganó el trasvase de las fuerzas más negativas del país. Algunos no vieron, o no quisieron ver, que se fraguaba ese hecho histórico negativo para el país y pueblo.

Hoy, en curso al 2016,  “soplan los vientos”,  huracanados, que por lo general  traen tragedias  al pueblo.   Mientras, se observan las trastadas del oficialismo contra el PRM, principal partido opositor y  ¡Ay, la historia…! también hay esfuerzos parecidos al  Bloque de la Dignidad Nacional de 1974, que, dicho sea otra vez, fue el hecho  principal para que Balaguer se quedara en el gobierno.

La división de la oposición fue siempre una carta fundamental de Balaguer. Ahora igual, el PLD y Leonel Fernández han habilitado la dispersión de los opositores, inflado, e inflarán de manera directa e indirecta, a quienes quieren sean sus opositores electorales favoritos y a quienes dividirían el frente opositor.  Animales políticos como son, solo harán caso a la idea de seguir en el palo.

Hacia el 2016, hay un SOS planteado: Convergencia o continuismo. Nuestra alternativa es la Convergencia, sustentada en un programa de cambio de verdad  y compromiso ético de gobierno.