En la plenitud del verano, a las seis de la mañana, cuando aún no había salido el sol, bostezando, con una maleta llena de ropa y una guitarra en las manos como si fuera un fusil, Xiomara Fortuna, se montaba en una guagua en Montecristi, su cuna natal, con destino  a la ciudad de Santo Domingo, en la búsqueda de una nueva vida que le diera amaneceres de esperanzas y le indicara el caminos de las estrellas.

Mientras  el autobús seguía por calles llenas de siluetas y de silencios, recordaba con nostalgia su vida en Montecristi, a su madre  y a la familia, que entre sollozos les repetía ¡Hasta luego¡  Recordaba con  satisfacción el lugar sagrado donde una noche, el apóstol José Martí y el Generalísimo Máximo Gómez, junto a dos patriotas cubanos y un dominicano,  salían furtivamente, en una noche cómplice, a llevar el clarín de la lucha por la libertad de Cuba. 

Recordaba la casa, que consolidó la rebeldía antitrujillista de Manolo y su amor por la liberad, porque pasaba frente a ella con reverencia y respecto.   Recordaba con inmensa satisfacción la vez  que le cantó, mas  con su corazón que con su voz, a este héroe oriundo de su pueblo.  Recordaba la casa donde Gómez y Martí firmaron el “Manifiesto de Montecristi”, ejemplo y símbolo de la solidaridad revolucionaria caribeña.

Por eso, recordaba el imponente reloj localizado en el centro del parque público de su pueblo, las palabras del apóstol José Martí cuando dijo: ¡Este reloj marcará la libertad y la Independencia de Cuba.

Se durmió, el camino, era muy largo para ella y se despertó en el campus de la UASD, entre voces contestarías de rebeldías estudiantiles, con banderolas de Julio Antonio Mella, Manolo, Fidel y el Che.  Su guitarra y su voz, eran parte del ambiente.

Pero Xiomara tenía que ser ella, definir su identidad como artista.  Admiraba a Silvio y a Pablito y toda la Nueva Trova Cubana, que los escucha desde  Montecristi.  La Nueva Trova Cubana,  le impactaba, pero no la llenaba en su totalidad como artista, porque la guitarra era solo un símbolo.  Quería la multiplicidad de los sonidos, la diversidad de los instrumentos musicales, la plenitud coral, la magia y los colores musicales del Caribe. 

Conocer al grupo músico vocal Convite, le reforzó su visión y las dimensiones de sus propuesta musical en la construcción de una nueva canción dominicana.

Para conseguir esto, redimensionar la Nueva Canción Dominicana, para ser ella, hizo lo mismo que Convite, se fue al campo a recrearse, a “reeducarse”, a redefinir su creatividad y su producción, bebiendo la sabia del folklore, las esencias del pueblo, los contenidos y las simbolizaciones de la cultura popular.

Xiomara encontró los contenidos desafiantes y los caminos contestarios del pueblo, para elaborar propuestas de dominicanidad, de libertad, de justicia y de esperanza, en la Salve, Los Atabales, el Bamboula, el Merengue, el Son, los Congos, la Mangulina, el Carabiné, la Sarandunga y el Gagá.

Pero al mismo tiempo fue desafiante y coherente entre su palabra y su comportamiento.  Xiomara, fue descalza al Teatro Nacional y a todos los escenarios, provocadoramente, con zapatos simbólicos de dignidad y con unos cabellos llenos de mariposas y de sueños, por la igualdad.

Su voz cimarrona y hermosa, única,  recorrió los caminos de la Patria y se propagó por el mundo, convirtiéndose en símbolos de originalidad y de identidad, expresión  de respecto y de libertad.  Xiomara, junto con Sonia Silvestre, se convirtieron en las expresiones más trascendentes, contestarías y subversivas de la canción dominicana.

Su producción, siempre es novedosa, un aporte a la música popular.  Xiomara acaba de entregar un  nuevo trabajo musical, en un CD “Son Verdad”, fundamentado en un homenaje a expresiones del folklore dominicano, reverenciando además, a figuras siempre presentes como es La Reverenda, Eneroliza, Elenita Santos, Toto Bisasainthe, Sixto Miniel, al Guibo y la maestra, antropóloga, Jung Rosenberg.

En este CD, Xiomara, la Reina Conga, la que le canta a Manolo, a Mandela y al Che, la que se sublimiza con una Sarandunga, hace una catarsis con el Gagá y retorna a sus ancestros sigilosamente en Samaná, ha realizado un trabajo excepcional, un afianzamiento de nuestra identidad, que todo dominicano (a) tiene que escuchar y gozar,  como prevención por tantos ruidos exacerbados y con tantos gritos que mejor debían de estar silenciados, como prevención a la salud espiritual e ideológica de nuestro contexto. Y  como dice Xiomara ¡Son Verdad!