No suelo responder a quienes exponen sus comentarios sobre mis artículos. Mi deber, auto asumido, es escribirlos, colgarlos en mi página web, y enviarlos para su publicación. Luego, que lo lean o no, que lo bien o mal interpreten, no depende de mí.
Constato que algunos escritos –los que tratan de temas de política criolla, y se refieren a Leonel Fernández, Miguel Vargas, Hipólito Mejía, Danilo Medina, Alianza País, o se haga mención a cualquier dirigente político local, suelen ser más o menos comentados. Con comentarios críticos o laudatorios, según se trate, de partidarios o contrarios del personaje en cuestión.
Ya se sabe. La pasión política, el espíritu de partido, y los estómagos agradecidos, encuentran entonces su espacio para manifestar sus fobias o sus filias. Algunos pocos son comentarios más objetivos, más juiciosos y más racionales. Sea para estar de acuerdo con lo que expreso o para mostrar su desacuerdo.
Acuerdo o desacuerdo no es lo más importante. Si lo es, que se haga con racionalidad, con inteligencia y con mesura. Eso siempre se agradece, sea a favor o sea en contra. A nadie le gusta –salvo que se tenga tendencia masoquista-, que se le insulte por expresar sus ideas, opiniones o argumentos pero tampoco importa mucho, el que insulta se degrada a sí mismo. Y de paso deja intacto al que pretende insultar.
Lo que a mí –y supongo que a cualquier escritor o escribidor- le molesta o le desagrada sobre manera, son las distorsiones sobre lo que se ha escrito, que demuestran, o que el articulo no se ha leído, o peor, que quien dice haberlo leído simplemente no ha comprendido sus argumentos. Esto suele conducir casi indefectiblemente al insulto personal como posible sustituto de la incapacidad del comentarista para entender nada que no sean consignas de poca monta. Pero uno asume que eso es así, y guarda silencio, porque no vale la pena tirar con cañones a mosquitos, por muy portadores del dengue o del paludismo que puedan ser. Enfermedades tropicales.
Ahora bien, lo que más molesta es la prepotencia de la ignorancia. Cuando alguien se atreve a escribir que lo que dices no es cierto y que uno debe informarse, cuando es precisamente lo contrario. Y más aún, cuando se dice que a alguien a quien has citado y expuesto su lugar de nacimiento o su afiliación política no es tal. Es tan fácil hoy en día estar informado, que resulta chocante que alguien tenga el tupé de poner eso por escrito en un comentario y no se le caiga la cara de vergüenza.
Por ende, no por afán de corregir a quien escribe comentarios sin pensárselo dos veces, sino para que los lectores no se lleven a engaño, o duden sobre la información proporcionada por mí, es que me reitero en los datos expuestos y los amplío. Por amor a la verdad y por apego a los hechos exclusivamente.
En mi anterior escrito sobre “Corea del Norte: despotismo oriental” (http://www.acento.com 4/1/2014 y www.carlosbaez-evertsz.com), citaba al escritor Karl August Wittfogel, autor de la obra clásica “El despotismo oriental. Estudio comparativo del poder totalitario”. Concluida en 1962, y de la cual hay una traducción española de 1966, por ediciones Guadarrama de Madrid, de la edición en lengua inglesa de la Yale University Press de 1963.
Decía que Wittfogel era alemán. Y lo confirmo. Nació en 1896 en Wolterdorsf, en la Baja Sajonia, en Alemania. Estudió en varias universidades alemanas entre ellas la de Leipzig y la Frankfurt, obteniendo en esta última su doctorado o PhD (1928). Estudió filosofía, historia, antropología y sinología.
Fue militante del Partido Comunista Alemán (KDP), partido en que ingreso en 1920. Escribió obras de teatro y fue miembro del equipo redactor de la revista de la Asociación de Escritores Proletarios Revolucionarios. Con el ascenso de Hitler al poder fue apresado e internado en un campo de concentración. Una campaña internacional logró que se le pusiera en libertad. Se exilió primero en el Reino Unido y después se trasladó a los EE.UU. Durante su estadía allí obtuvo la naturalización como “ciudadano americano”.
Wittfogel, como muchos otros intelectuales, se alejaron del comunismo soviético cuando se produjo el pacto entre Hitler y Stalin. A partir de ahí inició su análisis del totalitarismo moderno buscando sus raíces en el despotismo oriental, la llamada naturaleza “asiática” del totalitarismo europeo. Se fue radicalizando en sus posiciones anti-comunistas hasta llegar a exponer que la economía de propiedad estatal generalizada, conduce indefectiblemente al despotismo político.
Wittfogel fue un destacado investigador y profesor universitario en los EE.UU. Ejerció como profesor de las universidades de Washington (Seattle) y Columbia en NY, y ha sido un reconocido sinólogo. Su influencia intelectual se ha dejado sentir en autores de la talla intelectual de Barrington Moore, George Lichteim, Maurice Godelier, e incluso del antropólogo materialista Marvin Harris.
Torrelodones, 6 de enero de 2014