Cada año la policía dominicana rompe su propio record. Las estadísticas de muertes violentas a manos de la policía son alarmantes, y se justifican con una racionalidad que solo era concebible en la época y mentalidad de la barbarie y salvajismo, en la que prevalecía la justicia primitiva y la ley del Talión (lex talionis) o retributiva: ojo por ojo y dientes por dientes.

Cada peste expresada en cientos de muertes a manos de la policía, es a posteriori envuelta y cubierta en una onda de debates sobre seguridad y reforma policial. El pasado 15 de Enero en la comunidad de Tamayo, provincia Baoruco, sucedió un hecho salvaje que fue atribuido a una multitud que linchó a dos delincuentes del Distrito Municipal del Jobo. Los jóvenes que intentaron atracar una Banca en Vicente Noble, fueron perseguidos desde ese Municipio hasta Tamayo por una multitud, según los medios digitales regionales, ya que ningún medio nacional se hizo eco de este supuesto linchamiento.

La verdad es que ni hubo multitud y mucho menos linchamiento, la multitud a la que se atribuye el hecho se reduce a un motor que perseguía a otro motor, en el que trataron de escapar los atracadores de una Banca,  de los también delincuentes que le perseguían, a decir ahora de la policía; pero, que la gente dice que eran policías.

Con tan mala suerte para los perseguidos, que en el intento de escape, la suerte les abandonó y el badén y la curva en las calles Duarte con Duvergé en Tamayo les hizo una mala jugada haciéndoles   rodar al suelo donde fueron ejecutados dos de ellos, dejando escapar uno , según el rumor público. El autor de esta columna estaba hospedado en un hotel a unos 75 metros de donde sucedió el hecho.

Tenemos una policía que tiene como pasión y  actividad preferida violar todo tipo derecho fundamental  o no,  y que ella, la policía,  es la principal fuente de inseguridad

Dos días después, se  inicia en la Provincia Peravia la era de la Policía mercenaria o cazarrecompensas al asesinar tres jóvenes, sin que ello constituya motivo de alarma para nadie ni siquiera la santa Iglesia, y peor aún, también, para aquellos que promueven un Estado Social de derecho, en el que se haría lo nunca se ha hecho, respetar la vida humana.

Tenemos una policía que tiene como pasión y  actividad preferida violar todo tipo derecho fundamental  o no,  y que ella, la policía,  es la principal fuente de inseguridad. Una policía que hace  bien lo  mal hecho, sin necesidad de motivación: cazar seres  humanos sin el menor rubor posible. Una policía que alquila, presta y usa su arma y uniforme para los peores hechos de narcotráfico y  sicariato.

Ahora en su nueva era, la era del senador y los 100 mil pesos, tenemos una policía que recibe recompensas como premio por matar de forma planificada, premeditada e intencional. Tanto el que comete el hecho como el que auspicia el crimen, llamado, en este caso,  autor intelectual, son reos de homicidio y las autoridades judiciales, de manera particular la institución que representan el interés de la sociedad, llamada ministerio público, debe actuar  en consecuencia y hacer respetar la ley frente a quien sea, sin importar su jerarquía o status social.

¿Si los jueces están presos por vender sentencias, a los que pagan por matar que le cabe?

¿El jefe de la policía debe o no, hacer devolver al senador el pago recibido como premio?