Conocer el contenido de los cables entre la Embajada Norteamericana en el país y Washington sin duda constituye una oportunidad interesante. Como noticia, son un golpe contundente. Puedo imaginar que los más atractivos para el público promedio serán precisamente los más incriminatorios, acusatorios y degradantes para los mencionados. Que Assange haya dicho que los publicará todos de todos modos no le quita ningún valor a la osadía los Hasbun y Acento al adelantarse.

Por otro lado, he notado con interés la gestación de un frente común de "los mencionados". La mayoría de ellos son personas que gozan de cuotas de reconocimiento social por encima del promedio. Tienen acceso a medios de comunicación masiva,  se expresan bien, son ilustrados y por el momento parecen coincidir en el restarle importancia a los cables. Juntos, sin duda, son una fuerza importante. Por lo pronto, probablemente con algún éxito, se han levantado diferentes argumentos entre los que puedo mencionar que el contenido de los cables es un invento, que son imprecisos,  perversos y no sé cuantas cosas más.

Pero a mí me queda la pregunta como ciudadana: qué lectura le doy a los wikileaks?, en qué sentido son relevantes para una ciudadana común y corriente que cree que por la misma naturaleza de los cables no se pueda esperar que de los mismos se desprendan acciones concretas?

De repente Montesquieu y su división de los poderes cobra fuerza. Ningún ciudadano en ninguna parte del mundo puede esperar que todos sus dirigentes, particularmente los que concentran grandes cuotas de poder, sean todos probos. La naturaleza humana es débil y el poder tiende a corromperla.  Lo que sí podemos es trabajar en un orden de pesos y contrapesos. Que la fuerza más importante sea la de la ley y que esta ultima sea el producto de ponderaciones inteligentes, incluyentes y visionarias. Estos cables, en mi opinión, obligan a reconsiderar el valor del poder repartido entre antagonistas civilizados.

A los caciques los engañaron hace más de 500 años, a los dictadores los "ajusticiamos", con los demócratas todavía estamos negociando. Negociando es la palabra clave, si les damos todo el poder, si los dejamos que se alejen demasiado de los comunes y corrientes que no quepa duda, nos van a olvidar. Nuestro ejercicio democrático, en mi humilde opinión, debe de estar orientado a controlar el alcance de los poderes y no tanto al beneficio que se desprende de alguna de las versiones del clientelismo que nos corroe.