Múltiples son las lecturas de los cables de Wikileaks con relación a la República Dominicana, de las informaciones enviadas por la Embajada de los Estados Unidos al Departamento de Estado de los últimos 10 años.
Nos permiten ver con mayor grado de objetividad el retrato fiel de cómo se mueven, a la luz de los "ojos" de la Embajada Norteamericana radicada en nuestro país, los hombres y mujeres públicos de la sociedad dominicana en un interregno de tiempo.
Estos cables son las madejas del cuadro de trabajo de los funcionarios de las embajadas norteamericanas en todos los países; constituyen parte de las funciones vitales de ellos; a través de los cuales el Departamento de Estado realiza sus diagnósticos y prognosis para cada país; sus estrategias, sus acciones y decisiones para los países y para las personas, de acuerdo a las informaciones recibidas. En otras palabras, a partir de esas informaciones el Departamento de Estado investiga, profundiza, asume nuevas políticas, cambia y renueva sus perfiles con respecto a algo y a alguien.
Si algo trascendental tienen los cables de Wikileaks para los ciudadanos normales es que estos se producen cuasi en tiempo real; son noticias del presente. Hoy no son históricas. No son documentos desclasificados del Departamento de Estado de hace 20, 25 y 30 años, como acostumbran ellos cada cierto tiempo, para que veamos sus hechos del pasado y para que algún tiempo después verifiquemos nuestras hipótesis con un hecho transcurrido determinado. Hoy, la vitalidad de esas informaciones lo constituye que los actores citados son contemporáneos, son del presente, están vivos y siguen jugando un rol estelar en la política, en la sociedad y en los medios de comunicación.
Esas informaciones para los que luchamos por un adecentamiento ético-moral de la sociedad dominicana, nos permite captar el espíritu verdadero que caracteriza a los señalados en los cables y refuerza el perfil de los actores en el imaginario de cada uno de nosotros. Coadyuva a que no veamos con una visión alicorta los informes de Wikileaks ni desde la perspectiva de la ventaja de la inocuidad, que desaparece al poco tiempo.
Los cables de Wikileaks ponen en evidencia toda la problemática de la credibilidad de los distintos agentes sociales y políticos de la sociedad dominicana. La credibilidad como espacio de confianza y accesibilidad. La credibilidad como fuente motora a la fidelidad a los valores de la democracia. Credibilidad como eje nodal, fundamental de la demostración de la integridad y de los principios éticos.
Los cables de Wikileaks son y deberían ser, en una sociedad democrática con fuertes enraizamientos en los valores, una explosión de perplejidad; pues ellos sintetizan cómo se vehiculan los comportamientos a las problemáticas políticas, sociales, económicas del país que reseña. Reflejan el cosmos de los ojos de los funcionarios norteamericanos con relación a la elite burocrática estatal, a la elite militar y a la elite económica-empresaria. Es ese cosmos que le permite diseñar estrategias a partir de lo que oyen, ven, perciben y reciben.
Parafraseando a Jurgen Habermas cuando decía que "la misión de los intelectuales es de reaccionar tomando partido y con imparcialidad, con sensibilidad e incorruptibilidad, ante los saltos, las tendencias de desarrollo, los peligros, los momentos críticos. La tarea de los intelectuales (de los profesionales, de los medios de comunicación, agregamos nosotros), estriba en hacer tomar conciencia de la sórdida actualidad". De no permitir la inercia y anclarnos en la pasividad, desde una ventana viendo los hechos pasar sin darnos por aludidos.
Tenemos que crear instrumentos que sacudan el letargo de esta democracia. Ayudar a desarrollar una verdadera democracia institucional, donde los cables de Wikileaks no tengan que referirse con más profusión a la problemática de la corrupción en sus diferentes modalidades en la sociedad dominicana.
Es difícil ver un Estado corrupto dentro de una sociedad con altos valores éticos. Regenerar un cambio de piel sobre el cuerpo político dominicano es la tarea central de la sociedad; pues ellos son y hacen los que nosotros somos y le permitimos que hagan.
Esta "inmovilidad" de la política nuestra trae y seguirá trayendo consigo miles y miles de documentos de Wikileaks, porque ellos son la radiografía de los actores públicos de nuestra sociedad. Es su retrato y su producto como consecuencia de las acciones, movimientos y decisiones de los de aquí.
La democracia es el andamiaje a partir del cual hemos organizado nuestro sistema de gobierno y por lo tanto, conforma reglas, normas, valores, instituciones y principios de los que nos debemos valer para configurar acciones y decisiones que enaltezcan el orgullo de un país, reflejado en los individuos que conforman el pináculo público. ¡Lamentablemente, en nuestro país no es así y en gran medida, la responsabilidad es de la misma sociedad!
Los dominicanos y dominicanas tenemos que despertar y asumir esa hermosa frase lapidaria de Gordon MacDonald, quien dijo "Quienes alcanzan la cumbre en los negocios, los deportes, la academia, la ciencia y la política, normalmente lo hacen porque están movidos por la pasión". Asumir la pasión de cambiar y de hacer que las cosas cambien a nuestro alrededor y en la sociedad.
Los cables de Wikileaks no tendrán consecuencias. Solo tendrán consecuencias para los que comprendemos y entendemos lo que todo esto encierra para la dinámica de la vida social. Nos permite valorar, más objetivamente, el cuadro y el modus vivendi en que se desenvuelven una buena parte de los actores públicos de la sociedad. Para los actores citados, constituirá unas consecuencias sin consecuencias.
¡Wikileaks no es más que la punta del iceberg de la descomposición de los actores públicos de la sociedad dominicana!