Para Samuel Ibarra Covarrubias, con todo y gallo.
Wawawa es ser y estar. Catástrofe, calamidad y el insostenible azar. Lo inesperado, la desdicha, la dicha malversada y reverso de la postal o bien la cara fea del selfie. Wawawa es durar en una forma. Ser dejado en visto. Ser dueño de la lleca y llevar la máscara que danza y da la bienvenida a los que visitan el paraíso de las islas flotantes. Dembow traducido desde mil códices rescatados de la ceniza, la sangre, el azúcar, el perico, la jaraca y el maíz. Creemos en un color que nos viene desde la furia de los machetes brillando en los callejones. Ese sonido salvaje que es a la vez llamado de amor y guerra. No nos olvidamos que esos machetes que cortaron caña también deformaron una juventud de sindicatos y posibilidades. Los machetes fueron cambiados por glocks y eso lo aceptamos. Como sin vergüenza admitimos que somos hijos, hijas de un conflicto y un tráfico que nos engloba. No nos da miedo admitir que nuestro color es el verde chatré, el turquesa y el rosa pastel. Camisas abiertas desde Jamaica hasta Miami Vice. Caribe es ser deriva, ser Pasaje de ida, ser golfo y continente. Wawawa es lo nuevo en el abecedario. Los de meteorología utilizarán nuestros jeroglíficos para nombrar huracanes en las temporadas más bravas. Niños y niñas utilizarán nuestras composiciones para pelear, armar, jugar y enamorarse. Nuestra maldita inocencia tropical nos persuade porque somos Wawawa. Y el arrastre se va a enamorar de nosotros.