Esta semana, y siempre aprovechando la generosidad de este excepcional medio, nos apartamos un poco de nuestra "rutina arquitectónica" de cada domingo y ampliamos un poco el abanico de opinión para hablar de un hábito que en 12 años + 1, viviendo en Madrid no nos ha dejado de llamar la atención cada año: las vacaciones de verano y la vuelta al nuevo curso.
No hemos tenido la suerte de vivir más allá de las fronteras ibéricas pero hemos podido percatarnos de que esta suerte de costumbre, más que una costumbre española, es una cultura común a toda Europa. Aunque algo que sí es manufactura española total, es la siesta posterior a la comida, pero ese tema para otra oportunidad y escenario.
Para un dominicano el concepto de vacaciones, tal como lo han desarrollado de este lado "del charco" es cuando menos novedoso. Una persona clase media normalita, en una sociedad en desarrollo como la de Santo Domingo, claro que tiene derecho a unas vacaciones equivalentes al mes que se suelen tomar los españoles; lo curioso es que ese fenómeno de abandonar masivamente la ciudad parecería ser endémico de estos lares.
Una gran capital, como es Madrid (grande por su importancia y no tanto por su tamaño), queda prácticamente desierta en agosto, comenzando el éxodo en julio y extendiéndose incluso a la primera semana de septiembre. La ciudad parece vacía solamente en compañía de los habituales 40º de temperatura y su 25% de humedad relativa.
Pero el encanto de las cosas, y en este caso de los lugares, es cuestión de óptica y esta Villa de Madrid, es un encanto para un ciclista nocturno con suficiente agua en su avituallamiento.
Todo un planeamiento urbano de histórica estirpe, para el paseo ocioso, queda para el deleite de los que se quedan cuidando la ciudad que sirve de escala previa al cielo ( por aquello de "De Madrid al Cielo").
Y los millones de personas que viven en la capital española, ¿dónde se meten en verano? Muy sencilla respuesta, abarrotan las playas del Levante ( Valencia, Murcia), algunos otros se atreven a subir hasta la costa catalana y otros tantos se deciden por el sol andaluz. Algunos valientes prefieren las frías aguas del Atlántico, otros viajan hasta las islas ( Canarias y Baleares ) y el que menos tiene, algún pueblito del abuelo encuentra para vacacionar un rato.
A donde fueres haz lo que vieres, dice el refrán y llegados a estas tierras también nos hemos sumado al éxodo masivo de cada verano. En Dominicana claro que tomábamos vacaciones pero la ciudad seguía funcionando, aquí "abandonar" Madrid es casi una religión, a la que también nos hemos convertido nosotros….Seguiremos con arquitectura la semana que viene. Bienvenido nuevo curso.