Vuecencia es un tópico de poder que implica un enorme predicamento verbal donde la retórica de la degeneración y el choque de intereses insulares construye un escenario indicador de lo que fue la metrópoli española en aquel Santo Domingo olvidado, polvoriento, solar y clerical imaginado como espectro, sombra, delito, fuerza irracional, explotación negrera, culto derrotado y huella manchada.  La España que colonizó esta lejana ínsula llamada Haití, Quisqueya, Santo Domingo, provocó también los dramáticos reflejos de una insularidad esclavizada, explotada, manumitida y amarrada a un modo de producción principalmente esclavista que se reflejó en el primer contacto con la sociedad indígena, sometida a una relación violenta que dio al traste con el indio y la india en un intercambio a partir del cual el colonizador destruyó su unidad,  legibilidad y sus relaciones primitivas de convivencia, representatividad y derechos naturales. Como sustituto para lograr la continuidad social llegó a nuestra isla el negro emergente que con el tiempo, creó un nuevo sirviente, libertario, guerrillero, subversivo, responsivo desde sus manieles o palenques, desde sus montañas y escondites.  Pero el negro racial y cultural no se separó de su cardinal de base: África. (Santo Domingo, 2015).

Esta novela de Federico Jóvine Bermúdez (Vuecencia, Eds. Alambique de Letras), cuyo género estalla para convertirse en deconstrucción de dicho orden ideológico es la lectura que por demás cobra valor en la metalectura de narradores y narratarios, ficcionalizados a su vez por el autor de la misma en una dispositio textualis, finamente asumida en un proceso narrativo que fija su mirada en un barroco de indias concebido como falsa consciencia y núcleo de atribuciones que hacen de la isla un cuerpo tachado, atravesado por disposiciones de poder asimiladas al llamado buen uso de la fuerza y la ley predeterminada por la corona y sus fuertes hilos conductores. Sin embargo, explican el olvido y el desprecio en que nos sumergió España, y se explica por una línea de pérdida y desvalor, luego de lo que estuvo obligado a perder el imperio español por sus errores económicos, militares, religiosos y diplomáticos en el plano internacional.  Las contradicciones agudizadas a partir de pérdidas en el plano económico, militar, religioso y sobre todo político, motivó lo que sería la caída en los diversos planos de relación que más tarde habría de explicar Diego Saavedra y Fajardo en sus Empresas Políticas, Ed. Cátedra, Madrid, 1999.

Las mil y una noches que a partir de las Devastaciones de Osorio marcaron el trayecto de aquel lejano Santo Domingo han llevado al escritor Federico Jóvine  Bermúdez a descubrir el espíritu de un tiempo ab origine pronunciado en contra y a favor de un escenario infortunado de pasiones y esperanzas cuyos efectos hemos podido ver-interpretar hasta hoy, cuando cierta tipología social se expresa mediante las máscaras ocultadoras de actores in progress y en un mapa humano articulado en base a las variadas estrategias del conflicto social propio de un demos derrotado por el concepto de ananké o fatalidad histórica.

Así se “habla” esta novela que rebasa su género para ser más bien la expresión de un malhadado cuerpo denotado por su propio sueño de esperanza, de país, de negocio, de acuerdo o desacuerdo, pero sobre todo por un camino plagado de signos y símbolos históricos obliterados y desde los cuales pelea la imaginación histórica junto a las determinaciones de poder y una huella ominosa que ha cubierto desde 1605-1606 esta isla de papel, tinta, discurso, huella y coprofilia gubernamental.  Se trata por lo que podemos ver y leer de una teatro social donde los personajes políticos, religiosos, étnicos y pseudor-raciales, conforman un bestiario y un relato fantasmal provisto de las más variadas armas de la ley y del olvido imperial.