“Nos están matando en la frontera, nos están matando con el comercio, tenemos un déficit comercial con México de casi 60.000 millones de dólares al año. Así que se puede construir un muro. México lo pagara” (Trump).
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Con el mundo de las redes sociales y todas las actividades ciberpolíticas entran en escena el llamado voto disruptivo, que expresa una indignación social, contra todo pronóstico, contra los medios tradicionales, contra los mismos valores de la modernización, rechazo total a lo establecido sin importar futuro.
Es síntoma de la misma crisis del capitalismo tradicional, pero que se está llevando todo el sistema democrático liberal. Este voto disruptivo no se puede medir y clasificar por edad y estatus social. Muestra fue lo ocurrido en Colombia con el no al tratado de Paz entre el gobierno y la guerrilla.
Este voto disruptivo ha entrado en una fase dentro del mismo cibercapitalismo norteamericano y está constituido por millones de votantes indignados por la forma en que ambos partidos, Republicano y Demócrata, han conducido a la gran Unión Americana, pero lo peligroso de esto es que dicho voto está sustentado por los nativos norteamericanos que desprecian las minorías, los negros, los latinos y los musulmanes, y como electores buscan seguridad en la autoprotección nacional, cerrando fronteras y redefiniendo el contrato social americano, ya que ven los valores familiares amenazados y la precariedad de lo que otrora fuera la tríada trabajo, placer y consumo que todo político que suba al poder en Norteamérica debe garantizar a la población o, de lo contrario, le retiran su apoyo hasta que aparezca el siguiente demagogo.
Es ahí donde aparece el mesías, el redentor Donald Trump, de quien pretende rescatar la identidad del ser americano, pero no es sobre la tradición de pueblos emigrantes, sino sobre una esencia donde se funda la supremacía de la raza blanca en aquel país, supremacía de valores puros contra ese crisol de inmigrantes de diferentes culturas, razas y religiones del mundo, el Melting Pot de la Unión Americana entra en una etapa de incertidumbre.
Ese voto disruptivo se moviliza en contra del sistema y está mezclado de populismo, como es el caso de la elección de Donald Trump. Aunque Hillary obtuvo la mayoría de los votos, obteniendo más simpatía del pueblo que fue a votar, no fue así con relación a los estados en que predominan los principales colegios electorales que están representados por delegados que son los que eligen al presidente y en los que predominan la raza blanca. Hillary le supero en el voto popular no en los colegios electorales.
Si hubiese sido por votos, la ganadora hubiese sido Hillary Clinton, lo que nos deja entrever cómo la sociedad norteamericana en estos días que trascurren se encuentra fractura en dos. Tal acontecimiento se va a profundizar en el trascurso del tiempo cuando Trump ejerza su mandato como presidente de los Estados Unidos. Las protestas y las agitaciones sociales les esperan a Norteamérica, crisis de los partidos políticos (Republicano y Demócrata), crisis social y cultural marcarán la impronta de la sociedad americana en los días que corren.
En la Unión Americana, los estados del Medio Oeste fueron los que manifestaron el voto a favor de Trump, entre los trabajadores de más baja educación, pragmáticos, obreros y rurales de una formación tradicional y que han sido el punto fuerte del hoy electo presidente de Norteamérica, el cual ha manifestado en sus discurso que pretende implementar una política de grandes cambios significativos hacia el mundo y que lo hará sobre basado en todo un espectáculo, una especie de showman de un reality show, de toda demagogia y amenaza política contra los inmigrantes.
El populismo y la xenofobia se impusieron en Norteamérica y la entrada en escena de Donald Trump evidencia la crisis del poder norteamericano. Se abre pues una política de inestabilidad social, deportaciones de inmigrantes, tensiones étnicas y culturales caracterizarán dicho gobierno semidictatorial, algo que siempre lo dejó entrever en las redes sociales a partir de sus miles de amenazas (cuenta de Twitter) en contra de los que no estaban con él. En su división de la política de la sociedad entre el bien y el mal, todo aquel que no estaba con él estaba en contra de Norteamérica. De esa manera se ha convertido en el Moisés que conduce a su pueblo con una tabla que contiene 10 puntos fundamentales para salvar a Norteamérica, para erigirla en grande contra todos los que se opongan a esta.
Para Donald Trump, el mal está en los otros, el desorden proviene de los inmigrantes, los discapacitados, los negros, los que no han nacido en la Unión Americana, que son los ciudadanos del orden y de los que encarnan los valores de las Unión. Con Trump se resquebraja la tradición de Norteamérica como país de inmigrantes, de lo que se enorgullecían sus ciudadanos, pero esto se ha erosionado, ya nada será igual y a este retroceso le espera un océano de incertidumbre en política nacional e internacional.
El discurso misógino y xenófobo de Trump ha cubierto a lo largo y ancho la Unión Americana, la resistencia vendrá de más de la mitad de los ciudadanos que votaron en contra de este y el cual Hillary obtuvo el voto popular y con estos el propio poder establecido que tratará de imponerle límites a su desmesura política.
Este proceso electoral marcó la división social que agrava el panorama político norteamericano. Los tambores de las fragmentaciones socio-culturales y raciales comenzaron a retumbar. Para este presidente electo los otros (los no nacidos en los Estados Unidos) no existen. La verdad que pretende encarnar es compartida con los norteamericanos blancos, la pasión y la emoción es para aplastar a los emigrantes.
En relación a este acontecimiento el intelectual Enrique Krause nos dice que: “El sustrato psicológico habitual del demagogo es triple: megalomanía, paranoia y narcisismo. Tres palabras significativas (o sus equivalentes) no faltaron nunca en las histéricas concentraciones de Trump: “Grande” (big, bigly, great, huge); “enemigos” acechantes (China, México, el islam) y, por supuesto, la palabra clave: YO (o su hipócrita sinónimo: NOSOTROS). De la combinación de las tres el demagogo arma su monótono mensaje: solo YO os haré grandes y enfrentaré a los enemigos, solo YO sé cómo instaurar un orden nuevo y grandioso sobre las ruinas que los enemigos dejaron”.