La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) es blanco de innumerables críticas y prejuicios de parte de amplios sectores de la sociedad interesados en que surjan en ella grandes cambios ya que, según su juicio, la institución universitaria ha perdido el norte de lo que debe ser efectivamente una academia.
Se tiene la idea de que las academias no son blanco de conflicto de intereses, que son pasivas y que, realmente, no deben mezclarse en discusiones políticas que la alejen de lo que objetivamente es su vocación: la investigación y la producción del conocimiento. Nada más ajeno a la verdad.
Un rasgo constitutivo de las instituciones de enseñanza superior de naturaleza pública son las manifestaciones no solo estudiantiles, sino de sus profesores y cuerpo administrativo cuando se ven lesionados sustancialmente en algún punto en el que el Estado debe protegerlas. Así ha sido en Chile, Puerto Rico y en esta semana en Belo Horizonte (Brasil). En todos estos casos hubo un efectivo recorte de presupuesto que atenta no solo contra la supervivencia de la enseñanza gratuita, sino también con la calidad de vida de los servidores y estudiantes de estos recintos públicos de enseñanza superior.
La huelga de estudiantes en Chile se remonta desde el 2011 hasta el 2016. Sus demandas no sólo favorecen a los mismos estudiantes (exigen educación gratuita), también a los profesores y servidores públicos a través de las instituciones educativas. Lo mismo sucedió en Puerto Rico en 2015 en donde una huelga de estudiante paralizó la Universidad de Puerto Rico en contra de las medidas de austeridad, pues, sentían que lesionada gravemente la calidad de la enseñanza recibida en sus respectivos recintos. En la Universidad Federal de Minas Gerais (Belo Horizonte, Brasil) desde agosto pasado el cuerpo administrativo se alzó en una huelga indefinida, a ellos se le sumaron los estudiantes y más tarde el cuerpo docente. En esta misma semana, el cuerpo del orden invadió los predios universitarios hiriendo a estudiantes, empleados y profesores.
Como creen algunos periodistas pagados por el gobierno, la UASD no es la única que hace huelga. Y si creen que los ejemplos dados aquí solo ocurren en Latinoamérica, revisen el caso de Francia en octubre pasado cuando los estudiantes de las distintas universidades se sumaron a la huelga general.
En definitiva, las manifestaciones son un fenómeno y un recurso orientado, en buena medida, hacia y por las universidades; así tiene que ser porque los conflictos de intereses entre el gobierno y las grandes masas afectadas no tienen otro espacio de diálogo ni mediadores que lo canalicen y así es porque naturalmente las universidades son la cuna de un pensamiento crítico y contestatario sin igual. A la universidad no solo se va a aprender una profesión, se va a exigir a los gobiernos libertad, equidad, justicia, transparencia, fondos para la educación gratuita y de calidad.
Tal vez el problema de la UASD no sean las manifestaciones que transcurren allí y que la policía reprime de forma irresponsable. Tal vez el gran problema de la UASD es la falta de liderazgo para canalizar el descontento popular en todos los órdenes en jornadas de protestas con gran envergadura social de tal modo que podamos exigir mayor libertad de prensa, mayor equidad, mayor justicia, mayor transparencia en el manejo del erario público. Tal vez el problema de la UASD es que se mira a sí misma en sus necesidades inmediatas de falta de presupuesto y no se ve como la única voz de lo que no tienen voces, como el único sector contestatario a la política fiscal del gobierno, a los desplantes de la justicia hacia los pobres, a la inequidad con la que se maneja el presupuesto…
No digo que la UASD sea una santa y que no necesite transformaciones estructurales profundas y sistémicas (como alejar los partidos de los gremios, asociaciones y elección de autoridades); lo que digo es que a la UASD no debemos dejarla morir ni debemos cavar su tumba por unos miserables pesos mal ganados detrás de un micrófono. Nadie niega que debemos mejorar; pero eso cuesta dinero.
La sociedad dominicana en general gana más mejorando a la UASD que destruyéndola irresponsablemente.