Mañana domingo 6 de octubre el pueblo dominicano concurre por primera vez a un proceso eleccionario primario cerrado y abierto, simultáneamente.  En el abierto, que corresponde al PLD,  podrán votar 7 millones 422 mil 416 ciudadanos (padrón general de la JCE); en el cerrado, válido para el PRM, deberían hacerlo exclusivamente los que están inscritos en su padrón cuyo universo alcanza 1 millón 296 mil 483 personas.

 

En estas primarias participa la mayor cantidad de candidatos presidenciales, congresuales y municipales jamás vista en países con una extensión territorial cercana a la nuestra: 11 mil 427 precandidatos, de los cuales un 58.7% son peledeístas y 41.3 perremeístas. Al parecer, los cargos públicos resultan ser muy atractivos en todos los niveles y seguramente que la razón de ello no solo radica en servir, como en mis tiempos mozos.

De claro carácter experimental, el proceso ha resultado costoso para los contribuyentes. Sepan ustedes que ya estamos pagando 2 mil 416 millones 845 mil 800 pesos (+60 mil 672 dólares por el alojamiento de la misión de Uniore que observará las primarias). Oyendo al ilustre presidente de la JCE, en una muy explícita, argumentada y sincera explicación que hiciera el jueves 3 de octubre en un programa de radio, podemos convenir con él en que el costo no podría ser menos si tomamos en cuenta todos los elementos que son absolutamente necesarios para garantizar la calidad de este novedoso torneo electoral primario de alcance nacional.

Como sabemos, la novedad de estas elecciones primarias reside fundamentalmente en el voto automatizado. En el último tramo de la carrera este elemento agilizador del conteo y de la publicación preliminar de los resultados, estuvo sometido a cuestionamientos que, al margen de los augurios apocalípticos de unos pocos, entendemos absolutamente razonables.

La diferencia con el voto físico convencional, que rayábamos, manoseábamos y hasta bendecíamos en la soledad del estrecho espacio donde hacíamos la elección, es que ahora, luego de seleccionar nuestras opciones en la pantalla de un computador, solo lo vemos salir raudo de silenciosa impresora.

Queda en el pasado, por tanto, aquella vieja manera de rayar los rostros de los candidatos en una inmensa boleta física, que sabemos crecía en sus dimensiones con el aumento forzoso de las demarcaciones políticas: espacios políticos que se llaman provincias, municipios y distritos municipales.

El PLD clamaba con razón por la garantía de cierto nivel de seguridad con lo del voto automatizado. En los inicios se habló de la contratación de una firma internacional acreditada que auditara todos los aspectos clave del nuevo sistema. Finalmente, la Junta, siguiendo la línea de priorización de la nacional -el software a ser utilizado fue desarrollado por técnicos criollos- solicitó el concurso de tres reconocidos centros académicos, además de la asistencia del Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA).

Fueron examinados así tres aspectos neurálgicos, señalados por los propios partidos, con el PLD y sus aliados a la cabeza: primero, establecer la garantía de no trazabilidad del voto depositado, es decir, asegurar la imposibilidad de seguir las huellas hasta dar con las preferencias políticas del elector; la operatividad del sistema sin internet junto a la posibilidad de conexión a una prestadora de servicios telefónicos para la transmisión de resultados. Por último, el tema de la validación confiable de los resultados consignados en las actas finales de las mesas.

En definitiva, las pruebas hechas al nivel de datos locales, servidor central y votos impresos fueron satisfactorias, al decir de la JCE. Al final, la autoridad electoral también admitió el conteo manual de un 20% de las mesas, seleccionadas de manera aleatoria. En relación con este proceso aleatorio de validación de las actas, el JCE emitió el día 1 de octubre el Procedimiento para la auditoría del 20% de los votos emitidos en el nivel presidencial, el cual explica claramente en qué consiste, la cantidad de mesas involucradas (1,474 de 7,372) y la metodología para efectuar la comprobación de los resultados (ver Portal Web de la JCE).

Algunas dudas. Si la pantalla táctil es activada con el escaneo del documento de identidad, ¿existe la posibilidad de rastreabilidad del voto? En cuanto a la validación de las actas finales, ¿la elección de las mesas (que ya ocurrió) tuvo en cuenta la cantidad de votantes que cada una de ellas representa?

Las primarias tienen carácter de elecciones nacionales. El experimento abarcará 32 provincias, 158 municipios y 235 distritos municipales, funcionando operativamente en 4 mil 322 recintos y 16 mil 493 colegios electorales. El Padrón Electoral de las Primarias incluye 7 millones 422 mil 416 ciudadanos en edad de votar, predominando las mujeres con 51.1% del total. Los ciudadanos con edades comprendidas entre los 18 y 40 años componen el 49.1% del total empadronado por la Junta.

Como este país está cansado de trampas y de una muy fuliginosa transparencia de los procesos vitales de la democracia, solo nos queda “cruzar los dedos” para que el inmenso y sistemático esfuerzo realizado por la JCE rinda los frutos esperados, sin sorpresas desagradables ni inconvenientes inducidos por intereses malsanos. Votemos según “los dictados de nuestra conciencia”, pero tomando en cuenta los elementos positivos y revelados del carácter y la personalidad de cada candidato, su praxis política reciente si la tiene, su solidez intelectual, su visión de lo nacional, la procedencia de sus negocios y fortunas,  su perfil moral.