En la recta final del proceso electoral, de distintas formas nos animarán a votar. Te dirán, por ejemplo, que no puedes votar por intereses o que es un compromiso con tu país, más otras frases. Pero, la verdad es más cruda, realista y con más sentido, dado que ver el voto de esta forma es incompleto y, en honestidad, no es el punto de este ejercicio cívico.
Por una parte, para salir de nuestra burbuja, el voto es una acción propia y una manifestación de nuestra autonomía y dignidad, a la par con otros, para decidir sobre un presente y/o futuro que me afectará. Uno vota atendiendo siempre a intereses, intereses que son de uno; que estos intereses estén alineados con los intereses de un segmento mayor de votantes en un momento determinado, es otra cosa.
Por otro lado, más que un acto propio, existe otro lado de la moneda. Es cierto, el voto es un acto individual y que responde al deseo o interés del que lo ejerce, pero, lo que hace el voto tan particular es su indisoluble conexión que tiene con la dignidad y libertad de otros. Cuando votamos no solo lo hacemos atendiendo a nuestro propio plan, nuestro voto está ligado a los planes de los demás, a sus sueños, intereses o deseos. No es una exageración cuando se dice que cuando se vota no solo defendemos nuestra autonomía, también la autonomía de los demás.
Si lo pensamos mejor, el voto es el recordatorio de que nuestros destinos están conectados; tan poderosa esa conexión que un voto no solo impacta la vida de tus conciudadanos, también de los habitantes que – por una razón u otra – no pueden votar. El voto es una responsabilidad con el otro; es la carta de compromiso asumimos que al ir a las urnas votamos por el interés de los otros. Porque mientras todos y todas estén bien, también lo estarás; no se trata de ser especiales o únicos, solo se trata de ser, y esa manta de dignidad que se ilumina cuando llegamos a las urnas.
Dada la imposibilidad de separar nuestro voto del impacto que tiene en la vida de los demás, parte de la virtud cívica de vivir en una república es que yo soy tu responsabilidad y tu eres la mía. Cuando voto, aun cuando no esté pensando en el otro en ese momento, aquello que se pone en la urna es una apuesta a mi prójimo, votante o no votante. Por ello que la crítica a la “venta” de votos y otros métodos de supresión o desempoderamiento electoral resuenan, porque cuando actuamos así renunciamos a defender la libertad e igualdad de los demás, sobre todo si el voto es la vía para defender al otro aun si no compartimos las mismas ideas ni militamos en los mismos partidos.
Si no “vender” el voto implica defender la dignidad del otro, entonces, votar es siempre una apuesta a mi prójimo social, lo cual lo convierte en mi responsabilidad. La clase política partidista es un instrumento o un medio para un fin; una persona puede beneficiarse de que un determinado partido o coalición alcance el poder, pero, lo que ignoro es que con mi voto, con ese pequeño acto que pudiera ser insignificante es que pongo en juego la vida del que vive en esta sociedad que también tiene sus planes y sueños. Ellos dependen de mi pequeño acto, así como yo dependo del de ellos.
Nuestros privilegios, a primera vista, nos ciegan ante la realidad de otros votantes y habitantes, todo lo que hacemos los impacta y el voto no es la excepción. No hay misterio ni fórmula secreta; tu voto no es independiente del voto de los demás, de la vida de los demás, por lo que ni nadie está ajeno al mismo. La diferencia está que tan dispuesta estás como persona en pensar en otros a la hora de votar.
La democracia no es perfecta, pero, una democracia republicana es lo que es en la medida que entendamos que el núcleo de la virtud cívica está que tanto estamos dispuestos a ser, sabiendo que nuestro prójimo, votante o no votante, también quiere ser con o sin nosotros;, pero, depende de nosotros como nosotros de él. Si algo nos debemos es que nos consideremos los unos a los otros en ese momento tan importante. En consecuencia, no olvides el credo que debe motivarnos en los próximos días, semanas, meses y años: votar, no solo por ti, también por los demás.