¿Cuál es la suma o el resultado de nepotismo, corrupción y tráfico de influencias entronados en el Estado? La respuesta no puede ser otra que descaro. Vivimos en una época descarada, dominada por individuos descarados. En palabras de mi madre “tienen más cara que espalda”.

Así es amigo o amiga lector (a), ese es el tiempo en el que estamos viviendo. Y con todo, no falta quién, a consciencia de lo que estamos viviendo, lance loas—cosa que yo no hago—a los protagonistas de este tiempo en cuanto a decencia, deficiente.

Más allá, en la acera del frente están los indignados, gente que se pretende decente y que está escandalizada con lo que está pasando y con lo que estamos viviendo. Prefieren cualquier cosa a este gobierno. Cambiarían al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) hasta por el diablo, en lo cual el PLD no puede ser pionero ya que hubo en República Dominicana un presidente que perdió una encuesta mientras competía con el diablo, y su gente encarceló a los comunicadores que hicieron esa encuesta.

Pero también hay gente que, aunque sabe que se están haciendo muchas cosas malas e indecentes desde el Estado, sabe que no hay alternativa; que la oposición que tenemos tiene un hambre dilatada de poder y quieren poder para hacer lo mismo que están haciendo los jerarcas del PLD, con la única diferencia de que no tienen capacidad para gestionar eficientemente las finanzas públicas.

Entonces está oposición está dispuesta a robar, a colocar a sus familiares en puestos públicos y a la vez arruinaría—una vez más— al país.

La oposición que tenemos tiene un hambre dilatada de poder y quieren poder para hacer lo mismo que están haciendo los jerarcas del PLD, con la única diferencia de que no tienen capacidad para gestionar eficientemente las finanzas públicas

Para muchos la decisión es obvia, ante un conjunto de incapaces de la oposición—tan incapaces que no saben hacer oposición—y los descarados del gobierno, los descarados son mejor opción. Los números de los descarados a cargo de nuestras finanzas públicas son alabados internacionalmente. Y hay prueba de ello.

Preferir a los descarados no es una decisión indecente, es una elección pragmática que usted también haría, amigo lector.

Teniendo a su cargo un inmenso patrimonio y puesto a escoger entre un administrador un poco ladrón, pero brillante en su gestión y un completo estúpido, usted tendría que escoger al primero o vender su empresa.

Los dominicanos no podemos vender el país y repartirnos las ganancias e irnos por todos los rincones del planeta a disfrutar de nuestra riqueza. Tenemos que elegir entre a lucidez de estos descarados y la locura de la oposición.

La decencia tiene un límite. Llega el momento en que es más válido y preferible tener a quienes tenemos a cargo de la cosa pública que darle una nueva oportunidad a quienes tuvimos haciendo desmadres en la misma cosa pública, y que hoy aspiran a volver. Ellos no deben volver.

Por lo que, para quien es pragmático la cosa está clara: con nepotismo, con corrupción esta gente es preferible a los locos de la oposición.

Porque, aunque ahora no resulte claro para mucha gente, el PLD, hoy por hoy, no es el mejor camino: es el único camino.