Aunque tengo serias dudas de que, como sociedad, hayamos alcanzado el grado de madurez que se necesita para llegar un pacto fiscal, como establece la Estrategia Nacional de Desarrollo, tengo que admitir que hay cosas en que es imprescindible que el país se ponga de acuerdo. Como condición de supervivencia.

Hay que recuperar la confianza de la gente en el Estado. Si la gente no ve al Estado como algo suyo, nunca va a estar dispuesta a apoyarlo y a financiarlo. Lo primero que tenemos que plantearnos es conseguir un Estado que se respete. Que lo respeten los ciudadanos y los que lo dirigen. Que nadie le pase por encima.

Lo anterior está íntimamente ligado con el imperio de la ley, la eficiencia de las instituciones, la eficacia con que se usan los recursos, y la transparencia con que se manejan. Y es en estos aspectos en que, en cualquier ranking internacional, el país sale muy mal parado. Por tanto, debe ser el que amerite la mayor atención. La gente tiene que percibir que las instituciones públicas, desde el Presidente hasta el más humilde servidor, están ahí para resolverles problemas.

Diversos estudios internacionales muestran que la República Dominicana es el país de América Latina en que existe la mayor diferencia entre la percepción de carga fiscal que la gente soporta y lo que dicen las estadísticas. Lo peor de todo, que la gente hasta justifica la evasión tributaria.

Estoy convencido que la carga tributaria dominicana es mayor a lo que dicen los números. Sobre esto he escrito y hablado mucho, por lo que no voy a entrar en detalles.

Una gran tarea que debemos afrontar es mejorar la calidad de nuestras estadísticas. No puede ser que en la carga tributaria se incluyen en los demás países cobros que en República Dominicana se dejan fuera. Pero, aún midiéndola bien, es baja para los estándares internacionales.

No puede ser que con todas las mejoras que se han introducido a la administración tributaria, los resultados en términos recaudatorios no se vean reflejados. Y tampoco puede ser que tras cada reforma fiscal, al cabo de un año la carga tributaria vuelva al nivel anterior.

Los constantes cambios tributarios se han convertido en una fuente de incertidumbre sobre los agentes económicos. Esto va a generar mucha resistencia a cualquier intento de replantearse una reforma que confiera sostenibilidad a las finanzas públicas. Ahora bien, independientemente de que la carga fiscal sea alta o baja, cuando se ven las necesidades insatisfechas, la conclusión es que por muchos años  faltará dinero.

Mucha gente no ha asimilado la idea de que después del fraude bancario este país dejó de ser lo que era. De ser un país con poca deuda, pasó a ser altamente endeudado. Y lo mucho que insistimos algunos economistas en que ese fraude no se podía pagar con dinero público. Que no habría reforma tributaria que alcanzara para tanto.

Y cuando correspondía apretarse el cinturón para hacer frente a esa deuda, lo que se hizo fue lo contrario. Entonces fue cuando se gastó sin control y se emprendió una carrera de endeudamiento que ahora se nos va de las manos.

Ya el Gobierno, de los impuestos percibidos, ha pagado al Banco Central casi cien mil millones de pesos, y ahora el Banco registra en sus estados financieros que el Gobierno le debe 378 mil millones más, es decir, unos 9,000 millones de dólares. No todo se debe al fraude bancario, pues después se le cogió el gusto a esa deuda, y se ha incrementado para muchos otros fines, incluso para sobrevaluar el peso dominicano, con lo cual se le ha hecho un daño a la economía por partida doble.

Todo ello antes de contar la propia deuda del gobierno, con agencias y organismos internacionales, bancos, tenedores de bonos, etc. Y sin contar las grandes necesidades insatisfechas en materia de servicios sociales, de educación, de salud, de seguridad social, en materia de infraestructura, y el eterno problema eléctrico.

Estamos hablando de cosas serias, que no pueden ser afrontadas sin algún grado de compromiso de la sociedad en su conjunto.