Volver a casa de mamá y papá luego de un divorcio tiene también su sabor a género.

Es decir según seas hombre o mujer este regreso puede ser distinto, como dice la gente en la calle “eso es asigún”.

Si eres hombre puede ser una placentera experiencia de libertad sin responsabilidad. Puedes entrar y salir cuando quieras, invitar a tus amigos a la casa, hacer fiestas, ver TV donde quieras, lo que quieras y cuando quieras. Y hasta llevar a una amiga a dormir en tu cama de vez en cuando.

Sobre todo si tienes buenos ingresos y aportas a la casa hay como un permiso para todo que facilita el duelo de la perdida.

Los padres se tornan complacientes, protectores y hasta misericordiosos. Regularmente los hombres llegan solos a la casa de los padres pues si hubo hijos de la relación recién terminada, suelen quedarse con la madre, en la mayoría de los casos.

La situación cambia completamente cuando es la mujer la que llega a la casa de sus padres luego de una separación.

De repente para estos padres ella vuelve a ser una adolescente y la controlan ahora más que cuando estaba soltera. Le colocan la etiqueta de divorciada y se la recuerdan a cada momento.

Debe pedir permiso y llegar temprano pues, según dicen, ahora debe cuidar más su imagen. Le caen encima 10 kilos de preocupación por el “qué dirán” ya que tiene que cuidar desde la ropa que se pone, los lugares donde va, las amigas que tiene, a la hora que llega y quien va a dejarla en la casa.

Si tiene hijos producto de esta relación la historia es más larga, pues la culpa que se le intenta vender es constante acerca del tiempo a los hijos, el ejemplo que tiene que darles, el padre que tiene que buscarles y el sacrificio que los abuelos hacen para que ella pueda seguir trabajando. Esta factura que genera el cuidar de los nietos es impagable y eterna. Los niños corren el riesgo de ser triangulizados en las relaciones de los adultos que aunque los amen, a nivel inconsciente y sin intención de hacerles daño, les sirven al sistema familiar para cada uno sacarle partido a la situación a costa de los niños y niñas.

En una sociedad como la nuestra la independencia económica de los hijos adultos es muy cara en todos los sentidos.

Con mucha frecuencia el siguiente paso luego de una separación es la involución que representa  volver a depender de alguna manera de los padres. Estos por amor a sus hijos los reciben de nuevo y de manera injusta tienen que retomar funciones que por el ciclo de vida familiar ya habían cesado. Y no quiere decir que no existan situaciones en las que el manejo es adecuado, pero lamentablemente en la mayoría de los casos los conflictos desbordan a todos los miembros de la familia.

De lo que se trata es de respetarse unos a otros. Los hijos e hijas adultos reconocer que van de nuevo a una casa que ya no es de ellos, sino de sus padres y deberán cumplir sus reglas y aprender a negociar ya que la solución es irse si no están de acuerdo con estas reglas.

Los padres saber que ya estos hijos crecieron y que los tienen que mirar como adultos. Respetar sus decisiones, poner límites basados en el respeto y la equidad e intentando la mejor forma de convivir.

Una recomendación que por justicia y respeto siempre hago  es plantearles a los hijos, sean hombres o mujeres esta solución del retorno a su casa, como una medida transitoria mientras ellos se preparan y ayudarlos a que lo más pronto posible se emancipen de nuevo y regresen a sus vidas de adultos.

La ayuda profesional en estos casos es muy necesaria para evitar dolores y sufrimientos entre los más queridos, ya que a final de cuenta la familia es lo más importante e incondicional que tenemos.

solangealvarado@yahoo.com

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