Un ejemplo admirable de visión y voluntad gubernamental en torno a la búsqueda de mayor calidad educativa radica en las reformas del sistema universitario ecuatoriano. No obstante muchos de los grandes proyectos educativos propulsados por el Presidente Correa aún están en proceso de desarrollo, me atrevo a augurarle muchos éxitos porque son el resultado de una visión clara; sus proyectos no surgen de manera aislada. El sistema universitario completo ha sido sujeto de replanteamientos y consecuentes reformas. En este sentido, las acciones han seguido un orden lógico: un plan debidamente formulado. Los elementos de dicho plan serán presentados a continuación con la esperanza de que llamen a la reflexión a partir de las carencias de nuestro propio sistema.

Uno de los esfuerzos iniciales del mandatario ecuatoriano buscó crear un marco regulatorio apropiado para la implementación de su programa de reformas. Dicho esfuerzo implicó modificar la Ley Orgánica de Educación Superior del 2000 que carecía de mecanismos de seguimiento para la implementación y efectiva operación de sus mismas consideraciones. En el 2010, luego de un largo debate en la Asamblea Nacional, se aprobó una reforma substancial a la Ley, dándole mayor autoridad al gobierno sobre las universidades.

La nueva Ley se creó con la intención de alinear las universidades al plan educativo de Correa, quien buscaba implementar una cultura de excelencia dentro del sistema. La Ley contempla numerosos cambios, incluyendo nuevos requisitos y obligaciones para ocupar la posición de rector universitario. Entre ellos, cabe destacar el requisito que le exige poseer un título doctoral y la obligación de rendir de cuentas. “¿Con qué calidad moral pide un rector más dinero si no logra mejorar la enseñanza y la investigación en su centro educativo?”, pregunta con frecuencia Rafael Correa.

La Ley también incorpora una definición estratégica del concepto de calidad, sobre la cual el gobierno ecuatoriano ha logrado apalancarse para la consolidación del Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (CEAACES). ¿Qué existe detrás de este Consejo? La idea de tomar decisiones basadas en informaciones producidas mediante el proceso continuo de aseguramiento de la calidad. ¿Con que propósito? El de reorientar las inversiones en el sector para garantizar la generación efectiva de conocimientos y el desarrollo de una educación verdaderamente científica y humanística.

Construyendo sobre el trabajo del CEAACES y con un sistema de ranking nacional que permite al gobierno clasificar las universidades ecuatorianas acorde a la calidad de su educación, en abril del 2012, cerraron 14 universidades que no cumplían con los estándares mínimos preestablecidos. Hoy, de 70 universidades, sólo 11 forman parte de la categoría A (categoría de mayor calidad). ¿Y no hubo un costo político? Sí, ¡altísimo! 38,000 estudiantes y más de 3,000 profesores se vieron “afectados.”

¿Con qué profesores se ha logrado esta transformación educativa? Como egresado del Ph.D. en Economía de la Universidad de Illinois en Urbana Champaign, Correa, un antiguo académico del Ecuador, entiende que el insumo más importante de toda institución educativa es el maestro. Por esto, desde su arribo al poder, creó un Programa de Becas llamado "Universidades de Excelencia."

“Universidades de Excelencia” provee financiamiento completo para que ecuatorianos dentro y fuera de Ecuador cursen maestrías y doctorados en “las mejores 175 universidades del mundo”. Como podrán ver, este no es un simple programa de becas. Tal y como lo he planteado en escritos anteriores (Mucho mas que simples becas), las becas para estudios internacionales constituyen una valiosa oportunidad para promover la excelencia. En cambio, cuando se conciben como mecanismo clientelar y de ayuda para seguidores y amigos presentando una oferta académica que no es sustancialmente mejor que la del país emisor, simplemente no se obtienen los beneficios esperados.

Comprometido con la formación de docentes, Correa también ha defendido la importación de maestros extranjeros. Tal y como describí brevemente en Una propuesta educativa alrededor de los ninis de la ciencia, Correa ha recurrido a la contratación de profesores extranjeros para aumentar la calidad de sus futuros docentes y estudiantes en plazos relativamente breves, no porque son extranjeros, sino porque cree en la excelencia y lo entiende necesario para el desarrollo de los ecuatorianos.

Ahora, con un sistema mucho más regulado y con un número considerable de profesores altamente calificados, el gobierno consiguió la aprobación en el congreso de cuatro nuevas universidades públicas que acorde al plan de Correa, se convertirán en el estandarte de la excelencia académica ecuatoriana: Yachay (universidad dedicada a las ciencias tecnológicas), la Universidad Regional Amazónica IKIAM (universidad dedicada a las ciencias ambientales y terrenales), Universidad de las Artes (UniARTES) y alineado con el esfuerzo por formar docentes, la Universidad Nacional de Educación (UNE).

¿Cómo encajan estas universidades dentro de la visión de excelencia de Correa? Tomemos a Yachay de ejemplo. En el proceso de construir dicha “Ciudad del Conocimiento”, Ecuador se está asesorando del California Institute of Technology (CalTech), uno de los institutos tecnológicos más prestigiosos del mundo. ¿Cómo lo hacen? El Presidente ha construido sobre su relación con un profesor ecuatoriano en CalTech, lo que le ha permitido estrechar los lazos entre la prestigiosa universidad y el gobierno Ecuatoriano. Por eso, la construcción de Yachay no sólo aportará a la creación de conocimientos en Ecuador, sino que también aporta una lección sobre cómo utilizar a la diáspora calificada para fomentar el desarrollo local.

Finalmente y no menos importante, Correa ha designado a verdaderos expertos al frente de las secretarías nacionales, garantizando así la exitosa ejecución de políticas y la subsiguiente mejora de vida de sus conciudadanos.

A pesar de esta lista de elementos claves que le urge a nuestro sistema universitario para iniciar su propio proceso de reforma, el éxito del caso ecuatoriano se debe en gran medida a la voluntad de cambio de Correa, a su visión clara y a la formulación de un plan de acción para traducir dicha visión en una nueva realidad.

En República Dominicana, aún carecemos de voluntad y de visión. Mucho menos podríamos hablar de un plan. Una gran parte de la población desconoce el nivel de la crisis que sufre nuestro sistema universitario. Esto incluye a nuestras autoridades. Además, las autoridades le dan la espalda a la UASD y se aferran a la neutralidad. Se aferran al concepto desvirtuado de “autonomía” bajo el cual esta institución se rige.

La mayoría de nuestras universidades son de muy baja calidad y aun las “mejores” no compiten cuando se someten a estándares internacionales. Todo esto porque no nos hemos propuesto imponer la excelencia como meta. Tan grave es la crisis que atraviesa nuestro sistema, que cualquier esfuerzo aislado por crear una universidad de clase mundial, fácilmente pierde estudiantes en lugar de atraerlos.

Ahora pregunto, ¿hemos creado un marco regulatorio que nos permita maniobrar de la mejor manera posible? ¿Existe una demostración de compromiso con la excelencia? ¿Con qué profesores pretendemos transformar nuestro sistema? ¿Cómo utilizamos nosotros a la diáspora dominicana? ¿De tener que recurrir al cierre de universidades, cosa muy probable, está el gobierno dispuesto a asumir el costo político? ¿Dónde están los expertos educativos del gobierno?

¿Acaso creen que el Pacto Educativo demuestra algo de la voluntad, visión y/o planificación del gobierno en torno a la problemática educativa? El desafío de transformar nuestro sistema universitario es grande. Las universidades dominicanas deben convertirse en el centro del desarrollo nacional. En ellas se encuentra el potencial de un espacio de ensayo para la democracia. Las universidades son promotoras del “espíritu inquisitivo” y de la deliberación. Son un reflejo casi perfecto de los valores y de las ideas que sustentan cualquier sociedad.

Por igual, cuando hay crisis de valores e ideas, ellas reflejan precisamente eso, una sociedad vacía sin visión de progreso.