Siete minutos se van como nada. Corrí sobre una sombra y el carruaje saltó. En el asiento trasero el niño que yo era dibujaba un diente azul con un sonido erróneo, saliéndose de las líneas, inundando de inocencia el accidente, dulce de punta, brillando sobre el micrófono y las repeticiones de una poesía sur profundo. Como una ola tu amor llegó a mi vida. La lengua del viento dejando en el aire un gustito y un susto. Allá las nieves del balbuceo y la niebla que finalmente se derrite creando más problema que sorpresa o esperanza. La primavera es otra cosa. ¿Qué muere, qué bebe, qué da, qué devela la maldita primavera? Las leyes postales y las novelas pornográficas, llenas de pétalos más secos que una foto y las sombras que se han colado en este invierno de los finales. El cambio está aquí, no frente a ti sino susurrando, detrás de la oreja, como tu color. Vamos, decídete: sé ruego en la playa, sé asombro en la sombra y de noche en las antenas, agota el infinitivo.