Uno ve las noticias que circulan por ahí sobre enfermedades y otros eventos en nuestro país y sólo puede llegar a la conclusión de que si estamos vivos es por pura suerte, y por cabezas duras. Porque en este patio de tanta flema y dejadez tradicional de nuestras autoridades, oportunidades para guindar los tenis en cualquier cable de barrio, y dejar antes de tiempo este complejo mundo lleno de tapones y facturas, no nos faltan. Ahí van un titular que por desgracia ya no nos pone la piel de gallina: casi un centenar de fallecidos por el dengue hemorrágico – hasta el momento – y la mayoría son niños, sumando más, bastantes más, que en años anteriores.  

¿Y qué hacemos al respecto con los sinvergüenzas de los mosquitos, Dráculas diminutos, jodedores de paciencia, azotes de la humanidad? Pues, en lugar de instaurar un plan sanitario total y permanente más efectivo como hay y hacen en otros países, se organiza una la solución tan ridícula como grave es el problema.Funcionarios y voluntarios, arropados por un gran despliegue mediático salen a quitar charquitos de agua, a vaciar gomas viejas, por casas  y patios, y echándoles un humo viejo por encima que, posiblemente los fortalece y alimenta, más que los mata. Maravillosa solución de reina por un día, y los 364 restantes a sufrir las picadas y las muertes de los roqueros, que así les llaman también a los transmisores del dengue, los Aedes Agypti, por las rayas que visten a los costados.

En Venezuela, con tres veces nuestra población, el año pasado, el 2014, con muchos miles de casos de dengue más que en nuestro país, no se reportó ni una sola muerte. En otros países sucedió lo mismo. ¿Qué sucede pues? ¿Es que los mosquitos llaneros de allí son menos maleantes que los merengueros de aquí, o es quesiguen las estrictas órdenes dadas en su tiempo  por el comandante Chávez y continuadas ahora por Nicolás Maduro, de no matar a sus conciudadanos, so pena de ser fusilados por el delito de terroristas, o de ser encarcelados de por vida por opositores al régimen? ¿O será porque la prevención de esta enfermedad y las condiciones sanitarias tienen que ser  necesariamente mejor que las nuestras?

Si a estas cifras del dengue les sumamos los fallecidos por nuestras pandemias de malaria, por leptospitosis, por tuberculosis, además de los mil quinientos muertos por accidentes de circulación y casi otros tantos por la violencia y el crimen organizado, llegamos a la conclusión de que título de este escrito es muy acertado: estamos vivos por cabezas duras, o por pura y simple suerte. A esta cifras aún tenemos que añadirles las posibles bajas por infarto producidas por la acción directa o indirecta de los tapones, los ruidos de los colmadones, las indexaciones de los combustibles, los recibos de la luz, los precios de los plátanos, los ITEBISa los alimentos de primera necesidad, y otros impuestos con que a cada rato nos bendicen nuestras mandatarios. Así que, si hoy llega vivito y coleando a su casa, arrodíllese y de gracias a Dios. Y muchas.