“…Decencia, honestidad y compromiso. La Política, para nosotros no puede ser ni negocio ni beneficio. Debe ser servicio. La Política no es poder. Es la Ciencia de servir a los pueblos”.
George Bernard Shaw dijo una vez “que no era cierto que el poder corrompiera, es que hay políticos que corrompen el poder”.
En una sociedad de mediana intensidad democrática y con un ingreso per cápita de U$10,572 dólares; el Capital Institucional (Efectividad Gubernamental, la Calidad Regulatoria, el Imperio de la Ley y el Control de la Corrupción); deberían tener una simetría con ese alcance económico. Esto es, hay terrible antinomia, contradicción, entre el marco de la infraestructura, la base económica y su crecimiento sostenido y, el alcance del respeto y Asunción real del Capital Institucional.
Esa incoherencia y pesada discordancia tiene como eje central el que una parte significativa de la clase política vive de la política, como matriz fundamental para reproducirse económicamente y socialmente, en un espejo confabulario de transformación, que se niega totalmente con su pasado. La política es la entrada a las mutaciones permanentes del quien soy, en un constante reflejo sin salida.
Si el Estado es la sociedad políticamente organizada, se infiere que el Estado ha de “vivir de la sociedad”; empero, dada la visión de la política, la sociedad “pasa a vivir del Estado”. La autonomía y relación dinámica que ha de coexistir, se expresa en Dominicana en una subordinación de la sociedad a LA POLITICA. Esta visión degrada a la sociedad, inocula el entramado social y lo va descomponiendo todo. ¡Porque todo, al final de cuentas, es negocio!
No hay objetivos comunes, no existen proyectos societales; lo que lleva a los políticos dominicanos a pensar más que en sí mismos y solamente en el presente. No tienen ni les preocupa el sentido de la historia. No comprenden que más allá de la materialidad que es el principio y el final de su éxito y que es al mismo tiempo temporal. La simbología no cuenta. Lo que interesa es el aquí y el ahora y las posiciones.
Por ello, porque en su praxis política desconocen la historia, se produce en ellos la rebelión de la conciencia sublevada y acuden en la flor de sus labios y de sus dermis a Juan Bosch, a José Francisco Peña Gómez, a Joaquín Balaguer. En una mueca y silbato sempiterno de falsía. Ellos son la expresión más singular de la sociedad del simulacro; todo en ello es el juego del teatro, de la entera dramatización, en sus distintas representaciones. Por eso, cuando se miran al espejo y este les dice lo que son, se esconden de ellos mismos. La alienación de sus roles, les impide ver el sentido de lo colectivo, de lo social, que hay en la política. La mayoría de ellos antes de entrar a la política no eran exitosos profesionalmente y algunos que sí lo eran, se transformaron, se metamorfosearon de tal manera, que encontraron en el Estado nuevas formas de hacer negocios en una acumulación más rápida, más voluminosa y con mayor dimensión “social”.
Ello así, porque nuestra sociedad está subordinada completamente a la POLITICA, donde ésta se supone que es una parte de la vida social, lo ha permeado todo y sin calidad. En esa perspectiva el exitoso profesionalmente se da cuenta, una vez en el Estado, “que descubre su esencia, que es servir”, no para vivir para la política, sino para seguir haciendo negocios y ahora “toda la sociedad me conoce”. No se sentían “personajes”; solo el nuevo puesto se lo “otorga”, en un mundo donde el poder de los medios de comunicación lo visibiliza todo y aun más, la esfera de lo público.
Por eso, el político nuestro no se retira, aunque no tengan nada que aportar en una sociedad del conocimiento. Los organismos de los partidos se amplían cada cierto tiempo, pero aquellos que tienen 30, 40 años siguen ahí, como si los años constituyeran un grado en sí mismo. La no circulación de las elites, es el evitar el ostracismo social, el impedir que su “importancia social” desaparezca, que se lo da la política y los organismos de dirección. Como su visión es vivir de la política, su pragmatismo para la consecución de sus intereses, es salvaje, es burdo, grosero y primitivo. Nada le produce crisis existencial, no sufren en absoluto de ningún dilema ético.
Otto Von Bismarck decía con mucho acierto que el político piensa en la próxima elección; en cambio, el estadista, en la próxima generación. Si en la sociedad dominicana, tuviéramos más políticos con sentido de estadista, hubiésemos pensado más en el desarrollo de los dominicanos, en la problemática de:
- Empleo y Protección Social
- Medio ambiente.
- Salud y Nutrición.
- La Pobreza.
- La corrupción.
- Desarrollo social y la Desigualdad.
- Alianza del Sector Público y Privado, para el desarrollo en la creación de riqueza, con cambios estructurales en la economía y la sociedad.
- Desarrollo Urbano planificado.
Porque los políticos nuestros viven de LA POLITICA (un regidor gana 5, 6, 7 veces más que un médico y no tiene que saber leer; un diputado gana más que un maestro graduado en la universidad, 15, 20, 30 y 40 veces su salario y el diputado no tiene que saber leer ni escribir); es que no vamos a cumplir con LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO entre los que se encuentran:
1) Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
2) Lograr la enseñanza primaria universal.
3) Promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer.
4) Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años.
5) Mejorar la salud materna.
6) Combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades.
7) Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
8) Fomentar una alianza mundial por el desarrollo.
El enorme pasivo social, se refleja en el estudio “Análisis de situación de la Infancia y la Adolescencia en la Rep. Dominicana 2012, realizado por varias instituciones y puesto en circulación en el Salón Verde del Palacio Nacional. Señala ese Informe “que solo el 23.7% de los adolescentes de las familias del quintil más pobre de las zonas rurales tienen posibilidades de acceder a educación media y que el 48% de la población pobre es menor de 18 años”.
Un cuadro social, dramático y dantesco que nos indica tendencias disfuncionales en el devenir de la sociedad dominicana, de seguir como vamos. El hiato de silencio producido por la partidocracia, en su afán de vivir de LA POLITICA y no vivir por la política, acrecienta aun más esta sociedad del simulacro a través de la agonía de las justificaciones.