El otro día escuchaba una conversación que mantenían una artista plástico con una marchante de las artes, que él vivía seis meses en el país y seis meses en Europa, que toda su obra pictórica la vendía allá y que en el país casi nunca vendía, que la crisis no le ha afectado, pero que invertia sus ganancias en el país.

¿Se puede vivir del arte? Creo que sí. Y es posible porque desde el avance de las tecnologías y el acercamiento de mercados por facilidades en el transporte, las comunicaciones inmediatas, todo eso hace que el mercado del arte sea posible, o que el arte pueda ser objeto de mercado.

El gran público es aficionado a la estética, y si esa estética impacta a un conglomerado apreciable alrededor del mundo es posible crear un mercado consumidor. Por ejemplo, puedo mencionar el caso de Michelangelo Antonioni que decía que tenía un público de cerca del millón de personas alrededor del mundo que eran los que seguían su cine, y que con eso le bastaba porque hacía sus filmes para ese conglomerado alrededor del mundo. En verdad, hay un mercado para todo lo que se produce como are en el mundo. Lo difícil es localizar a esas personas y hacerles llegar ese producto.

El producto interno bruto del arte y la cultura en el país anda por los mil millones de dólares. De esa cifra mucho dinero se va en la importación de artesanías, moda, cine, publicidad pirata, música, etcétera. En cine sale del país alrededor de 3 millones de dólares (mal contados), que es una muestra de la fuga de divisas, pero al mismo tiempo esas películas mueven en el país una cifra tres veces mayor (mal contados) porque una buena parte del dinero generado en salas de cine es en base a golosinas.

Parece una desgracia que el Estado se omita en ese gran negocio. Una desgracia y una actitud boba. Las culturas populares precisan de mercado, sustentabilidad. Necesitan del Estado y este de esas culturas, reconociéndolas, valorizándolas, promoviendo mercados internacionales para que más y más artistas vivan de su arte y gasten en el país e inviertan en la economía dominicana, como bien lo hace ese artista plástico dominicano que invierte y gasta en el país lo que se gana fuera.

Creo que va siendo hora de que el barco del Ministerio de Cultura se haga a la mar.