Un febril proceso de construcción de apartamentos y casas se nota en cualquier parte de la provincia Santo Domingo, el Distrito Nacional y demás ciudades grandes del país. Los desarrolladores privados han identificado un gran nicho en la estabilidad macroeconómica y los incentivos gubernamentales orientados a paliar el déficit total de viviendas, que ya ronda el millón 400 mil. Saludable.

Pero las tareas se hacen bien, o no se hacen.

Hay quejas a borbotones sobre vicios de construcción, promesas de ofertas incumplidas y engaños, mientras el Gobierno, a través de Proconsumidor, luce reactivo, como simple apagafuego, pese a que lo más aconsejable sería una supervisión real de los procesos constructivos para prevenir la avalancha de reclamos.

Porque el problema es mayor que las graves denuncias sobre filtraciones, exceso de humedad e incumplimiento en la edificación de infraestructuras prometidas en los paquetes y presentadas en vídeos muy coloridos a través de las redes sociales.

La isla está cruzada por un ramal de fallas sísmicas, algunas muy activas, como la Septentrional, que en cualquier momento podrían sacudirse y provocar un fuerte terremoto con un saldo mayúsculo de muertos y heridos a causa de la falta de una cultura de prevención y la caterva de viviendas desparramadas por doquier sin cumplir los requerimientos de estudios de suelo y uso de tecnología sismorresistente.

Solo algunos de los oferentes de viviendas que no son de alto perfil, destacan la calidad de sus diseños y la garantía de seguridad de sus productos para los compradores. La mayoría se limita a vender un mundo de sueños que oculta lo más importante para el adquiriente y su familia: ¿cómo se comportará su inmueble frente a un seísmo de gran intensidad?

Y cuando se les pregunta, suelen responder ligeros con una frase común que solo busca escurrir el bulto: “Esto lo autoriza y supervisa Obras Públicas”. 

Si el Ministerio autoriza y da seguimiento con apego a las normas y códigos sobre sismo-resistencia, se supone que no debería producirse una lluvia de denuncias públicas sobre grietas, filtraciones y otras fallas. Sin embargo, se produce.

Y ese mal síntoma lleva a pensar en la parte invisible, pero más importante que la fachada, del proceso constructivo: la estructura.

Y brotan preguntas:

¿Hay un diseño hecho por un buen arquitecto, o lo ha hecho un ingeniero intruso, o un maestro constructor habilidoso? https://www.youtube.com/watch?v=Y863hPYfYaU.

¿Se han levantado las columnas, encadenados y vigas, conforme la calidad del terreno (calcáreo, arcilloso o blando)? 

¿Se ha usado el acero con la calidad y la cantidad requeridas?

¿Y el cemento, la arena?

¿Y las varillas?

¿Y las losas?

Aquí y en el extranjero hay “empresarios” desalmados que solo buscan producir rápido mucho dinero sin importar que la humanidad se muera.  Si no lo cree, vea el siguiente vídeo y regrese.

https://www.youtube.com/watch?v=P1W4zmYO_Y4.

Ante el boom de las construcciones, muchas hechas a la carrera y con materiales malísimos y diseños inadecuados, el Gobierno debe afinar la puntería con la protección a los consumidores.

El Ministerio de Obras Públicas debe pasar de simples “cumplidos” paridos por los  cabildeos a un sistema de inspección estricto que contemple la emisión de un certificado de seguridad de la vivienda comprada y un seguro que garantice la devolución de la inversión más la plusvalía, si lo prometido en la venta no se corresponde con la realidad.

Y Proconsumidor, auxiliada por Obras Públicas, debería ya publicar en sus portales las fotografías y datos de las urbanizaciones  en venta que reúnen las características de calidad establecidas por las normas.

De alguna manera hay que enfrentar los fiascos que tanto abundan en el sector de la construcción.