Para mí estar viva y enamorada escasi lo mismo, desde que tengo conciencia de mí que lo estoy. Creo que no he pasado un solo día de mi existencia sin estar enamorada. Lloré, pataleé y perdí la razón, como toda enamorada estándar. Recibí peluches y escribí cartas.
Era tanto lo que me apasionaba el enamoramiento,que siempre ejercí de Celestina y de Cyrano. Fui cursi a más no poder, dediqué temas en la radio, dejé disecar rosas en libros viejos y atesoré fragancias…
No siempre fui correspondida, pero eso no me intimidaba, yo tenía que amar igual, a la mala, a la distancia o en secreto.La cosa era estar enamorada. Hasta llegue a tener un enamorado invisible, pero eso amerita otro relato. Podía cambiar el blanco; pero eso era casi anecdótico. No importaba de quién o de qué, yo siempre he estado enamorada…
Por eso suspiro tanto, en lafila del súper o en el banco. Por eso me sonrío sola, mientras me peino o al cepillarme, me sonrojo mientras cocino, canturreo en los pasillos y saludo con abrazos.
He tenido insomnio por amor y eso sí es fatal; por suerte, hace más de una década que el amor me ha regularizado el sueño y los ciclos. El amor madura pero no envejece, por lo que veo. Las veces que he intentado vivir sin amor, no pude, me duele la cabeza como cuando dejo de tomar café. No lo recomiendo, no.
Por eso será que me ha quedado el vicio de quedarme atónita observando parejas en la calle o en los parques.Mi debilidad son los abuelitos y la vida es tan generosa que me regala todos los días una postal desde mi balcón: como a las seis de la tarde, bajan mis vecinos de la mano a caminar, dos ancianos que tienen por rutina cuidarse y recordarse, van y vienen, como una hora diaria.Él le conversa y ella lo oye.
Las veces que he intentado vivir sin amor, no pude, me duele la cabeza como cuando dejo de tomar café. No lo recomiendo, no
Hay días que ella está muy lejos, casi ausente; pero él no descansa y le sigue hablando y haciendo las mismas preguntas. Pasan los años y ella está cada vez más lejos, aunque dependa cada vez más de él.
Él la mira con el mismo amor y le sigue hablando para que ella no se acabe de ir, para que el olvido no lo borre. Se sostienen uno con el otro y andan a paso lento y pausado. Todos los días agradezco ese testimonio.
Para ellos estar vivos y enamorados es casi lo mismo; como para mí, que los veo todos los días con un nudo atragantado en la garganta, mientras riego las matas del balcón y suspiro por todo lo que me falta amar aún…