Si te asomas al lugar, sabrás que es imposible encontrar otro sitio donde el visitante pueda tener una visual más acabada del deleite espiritual.
En esencia, Visual Café se erige en una mirada panorámica a las artes plásticas y a la vida misma. Una mirada, bajo los influjos de los efectos alucinógenos de una conversación de calidad y una cerveza vestida de novia.
¡Tengo que confesarlo! Cuando salí del hotel Navarro hacia Visual Café, creí que encontraría un bar con algunos cuadros colgados en unos muros “recién envejecidos”. Cuando llegué al sitio, sucedió todo lo contrario.
Al conseguir la dirección indicada, calle El Conde próximo a la Isabel la Católica, leí los carteles comerciales del entorno y ninguno decía “Visual Café”. –Ahora estoy confundido / entre luces perdido–, si, así estaba yo, como Fernando Villalona “el Mayimbe” perdido entre luces y adoquines.
Resolví la duda, preguntando a los transeúntes. –Ahí, al lado–, indicó uno. Al divisar la solemnidad del lugar, me resistí a entrar y seguí preguntando. Dos personas más mostraron el mismo sitio, —entre y pase hasta el fondo, siga para atrás–, insistió el último al que pregunté.
De modo, que me decidí a entrar a la sala delantera del edificio. Sin dudas, una galería de arte de primerísimo nivel. Lo digo, no porque esté en el primer nivel del inmueble. Avancé sin dilación a la terraza interior. La terraza, da continuidad a la galería frontal, que aunque con un giro alternativo conserva la calidad del espacio.
Todavía estaba dudoso, así que seguí como el “Escaramujo”, preguntando. ¿Aquí es Visual Café, el bar de Lili Ayala? –Usted está en él–, respondieron al unísono tres contertulios, al tiempo que Lili asomó la cabeza y me invitó a pasar.
De inmediato, Lili me presentó los tres contertulios, no “los tres que echaron a Pedro en el pozo”. —Él, es Miguel Ángel Cid, periodista–, dijo Lili al presentarme. –David Pérez–, respondió el primero de los tres. —Pascual Santos, a sus órdenes–, dijo el segundo. –Juan Freddy Armando–, expresó a secas el tercero.
Pasado el aparente protocolo, ocupé una mesita y pedí una cerveza. Antes de concluir la primera degustación, Juan Freddy entabló conversación amena conmigo y me invitó a acompañarlos en su mesa. Freddy, es el director del “Centro Cultural del BanReservas” y aunque fue lacónico al presentarse, resultó ser el más conversador entre los tres.
En cambio, Pascual es contador de anécdotas de vida que lo definen como un ingeniero especialista en planificación energética. Lo de David es diferente, es poeta y por tanto, es parco y observador acucioso. Al final, David resultó ser el hermano de mi amigo César Pérez.
En la parte delantera de Visual Café, en la Galería del Colegio Dominicano de Artistas Visuales, está la muestra permanente del gremio. Además, visitamos dos exposiciones más en la cercanía, entre ellas Exodus, del artista visual Juan King, en el Centro Dominico Alemán. Luego, regresamos al bar.
Instalado de nuevo en Visual Café, llegó con su esposa el arquitecto Ricardo Sánchez Columna. Sin presentaciones protocolares, Ricardo y yo nos arrojamos el uno al otro, en una conversación sin límites temáticos y mucho menos de tiempo.
El tiempo, pasó como el humo de un cigarro esparcido por la brisa del mar Caribe. Sin darnos cuenta, llegó la hora de cerrar el bar. En ese momento, añoré el estribillo de Joaquín Sabina repetido una y otra vez –que no me cierren el bar de la esquina–. Aunque era necesario, nadie quería marcharse.
Degusté cuatro cervezas, entre conversaciones y visitas a otras salas de arte. Para pedir la cuenta exclame –Lili, la peligrosa– en vez de decir la cuenta –son 500 pesos–, dijo Lili. El monto me sorprendió de nuevo.
La propia Lili establece, que —En el lugar se conjugan muchas cosas–, y así es. El Colegio Dominicano de Artistas Visuales, señorea el entorno. Visual Café, lo engalana con el colorido alternativo y caribeño. Mientras, la biblioteca ubicada en el segundo nivel, mirando hacia la terraza y el bar, le imprime un aire intelectual al ambiente.
Venga a Visual Café para que tengas la oportunidad de sentir las alucinaciones visuales de esta conjugación mágica de espacios.