“El uso de las relaciones de clientela llega a convertirse en una conducta inherente a la práctica política del poder y al discurso político que realza la eficacia de la participación política a través de estos intercambios”   

El Ministerio de la Presidencia reveló la semana pasada que existe una deuda de 350 millones de pesos, pendientes de pago de trabajo realizados en varios proyectos ejecutado en el marco de las visitas sorpresas que realiza el Presidente de la República. Esta información me conduce a realizar una reflexión en torno a la referida modalidad institucionalizada en el gobierno del Presidente Danilo Medina Sánchez.

Las Visitas Sorpresas tienen particularidades que deben ser analizadas, más allá, de los beneficios inmediatos, individuales, momentáneos y sectoriales que pudieran generar en un lugar determinado, las mismas tienen un objetivo claro, en la construcción de un imaginario, una percepción mediática y construcción política de la figura del Presidente Medina, que aprovechando las ausencias y deudas históricas de políticas públicas efectiva, desarrolla una modalidad de boroneo y de mesías salvador en los lugares que visita acompañadas de fotos pintorescas.

Las nuevas relaciones de intercambio de favores, apuntan a nuevas modalidades de clientelismos y de distribución de los recursos públicos con criterios, medios y fines políticos electorales, distanciándose de políticas e inversión de los recursos públicos para enfrentar problemas estructurales de la producción nacional, o de generación de riquezas orientadas a modos de producción más solidarios y cooperativos. 

Las visitas sorpresas, no tienen nada de sorpresa, las mismas son pensadas, organizadas y dirigidas con claras intenciones de promoción política del Presidente de la República, que con el uso de los recursos del Estado aprovecha para generar y posicionar su imagen pública con un estilo de una cercanía con la gente con una inversión para esos fines de RD$6,913,775,724, de los cuales se ejecutó el 61%, en un total de 613 visitas.

Las visitas sorpresas para la gente y planificadas desde el Palacio Nacional por expertos sociólogos, politólogos, publicitas, para generar efectos mediáticos y para la construcción de popularidad, son una muestra y la evidencia más palpable de un Estado que no funciona, con una estructura de gestión y administrativa invertida, que refuerza el presidencialismo y la fábrica de mesías, como sustituto de políticas  públicas integrales.

En la República Dominicana las prácticas clientelistas se han ido transformando y cada vez adquieren mayores niveles de desarrollo, sobre la base de una supuesta institucionalidad, logrando  pasar inadvertida, utilizando nuevas modalidades, diferentes prácticas, pero siempre obedeciendo y respondiendo a la esencia de la relación clientela.

Las visitas sorpresas como práctica clientelar institucionalizada han contribuido a consolidar una nueva modalidad de uso de los recursos del Estado, para promover la figura presidencial y con ello la reelección, esta forma de intervención está rodeada de características que contribuyen a confundir a la ciudadanía en relación al funcionamiento de un Estado y sus instituciones, y desvirtúa las funciones, competencias y roles que debe asumir un Presidente en un Estado Democrático de Derechos.

El clientelismo moderno en los distintos ámbitos de la política, dispone de recursos económicos que utiliza para desarrollar y conquistar sus objetivos, convertido en un instrumento que disminuye y reduce los fines como la esencia del Estado, generando efectos  sobre el desarrollo y la consolidación de la democracia, teniendo al ciudadano como sujeto de derechos y no como objeto de fines grupales políticos partidarios.

Las visitas sorpresas por ende se convierten en un medio de legitimidad del poder, desmovilizador de la ciudadanía y de construcción de nuevas redes clientelares en otros niveles de los extracto sociales, en sectores productivos pequeños y medianos, afianzando una estructura paralela a la forma de Estado.

Las visitas sorpresas como mecanismos de consolidar el presidencialismo, mediante el uso de la técnica de los favores y la dependencia económica de los productores convertidos en clientes, generando una dependencia para su desarrollo y supervivencia o mejora económica, atada a una visita del cacique presidente y no a los efectos de un política pública del Estado con fines y fundamentos que trascienda a un Presidente.