Un estudio del Banco Mundial ha dicho que necesita RD$ 33,000 MM. para superar la pobreza y cerrar la brecha que prevalece en República Dominicana y para dar cobertura de salud y educación pública a las personas en esta condición social.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la cantidad de Latinoamericanos y caribeños que padecen hambre aumento 6% en el 2016 respecto al año anterior, para ubicarse en 42.5 millones de personas, por lo que la región tendrá problemas para cumplir su meta de erradicar el hambre en el 2030 si continúa su tendencia.
Viendo estos importantes datos ofrecidos en su momento, por estas dos prestigiosas instituciones internacionales, uno tiene y le acecha la tentación de preguntarse si con las visitas sorpresa del señor presidente de la nación se podrá rescatar de la pobreza a los segmentos más carenciados de la sociedad dominicana; si realmente se enfrenta la desigualdad; si se logrará la inclusión social, la prosperidad y la sostenibilidad de nuestros ciudadanos más pobres y vulnerables? Lo que ocurre es que aquí con las visitas sorpresa el país no ha dejado de sufrir ni de quejarse.
Los pequeños productores organizados dicen que el INDRHI, Agricultura, INESPRE y Medio Ambiente no los apoya y que sus principales problemas están prácticamente intactos, en el abandono y sin solución: como las malas condiciones de los caminos vecinales, suministro de agua para riego, falta de equipos, semillas y mercados para vender sus productos. Dicen que a veces, Agricultura carece hasta de un Tractor, Obras Públicas de un Gredar y tampoco INESPRE adquiere los productos para colocarlos en el mercado.
¿Hay realmente por parte del gobierno un plan agrícola nacional que abarque los grandes y graves problemas que laceran al campesino?
Dada las enormes precariedades por lo que atraviesan los sectores más deprimidos económicamente, el presidente de la República ha aprovechado de forma demagógica el estado de postración social y de pobreza de esos ciudadanos para llevar, no una solución definitiva a sus problemas comunitarios y sectoriales, sino medidas pasajeras, inmediatistas y de parches que tienen un matiz, un sello y una etiqueta indiscutiblemente populista y oportunista.
En sus visitas sorpresa, el presidente demuestra su pobre vocación institucionalista al echar a un lado la potestad y la facultad que le confiere la ley al funcionario que ostenta el cargo, llámese Ministro de Agricultura, Medio Ambiente, Educación o de Obras Públicas.
La idea, el plan y la estrategia del presidente al exonerar y liberar a los ministros de sus funciones elementales, es centralizar, controlar y monopolizar toda la función de Estado en su persona con el pretexto de sacar ventajas políticas y electoralistas, como lo ha hecho hasta hoy. Es también capitalizar y aprovechar la desesperación y situaciones de miseria que por décadas padecen y sufren esos sectores.
En definitiva, las visitas sorpresa delata y develiza el egocentrismo, presidencialismo y mesianismo que exhibe de manera torpe, ridícula y vergonzosa el presidente de la República en contra de nuestros humildes hombres y mujeres del campo y de otros sectores marginados. El sabe perfectamente que las visitas sorpresa, con honrosas excepciones, han sido un bulto, una falsa estrategia mediática y un engaño, ya que en ningún lugar donde se ha llevado “una solución” ha sido con el criterio de resolver definitivamente el problema que se intentó solucionar en la comunidad que la demandó y que lo necesitaba.
Cualquier ciudadano puede preguntarse ¿Por qué tiene que ir el presidente de la República a una comunidad para que se termine la construcción de una escuela, si ahí está el Ministerio de Obras Públicas? ¿Por qué tiene que ir a los hospitales para que se ordene los remozamientos, si es al Ministerio de Salud Pública a quien le compete dicha acción? Las visitas del mandatario mandan un mensaje y es que a los Ministerios le han arrebatado sus funciones para endosársela al presidente para así presentarse como un mesías ante la nación.
Todo parece indicar que las visitas sorpresa han perdido impacto en la opinión pública, esto va de la mano con el desgaste del gobierno y su presidente; además es que no sólo el encanto, la inocencia y la candidez del ciudadano, ante la presencia sorpresiva del presidente de la República se ha perdido, sino que su imagen misma, por los niveles de hipocresía, cinismo e insinceridad, se ha deteriorado y los altos índices de popularidad han caído o descendido estrepitosamente.