Cuando se habla de la necesidad de una reforma fiscal, se menciona que uno de los grandes problemas del sistema tributario es la alta tasa de informalidad de la economía. Es oportuno hacer algunas precisiones sobre este tema.
No existe una definición única de informalidad y esto complica su identificación y medición. El Banco Central, siguiendo las mejores prácticas, utiliza dos acepciones: en la primera, el Sector Formal está constituido por el Sector Público y las empresas privadas que están inscritas en el Registro Nacional de Contribuyentes y/o “registran sus transacciones comerciales en libros de contabilidad auditables”. Los ocupados en las empresas que no cumplen estas condiciones son el Sector Informal de la economía.
La otra definición es la de Ocupación Informal, la cual hace referencia a las condiciones del trabajador en su puesto: es informal si no tiene acceso a la Seguridad Social (plan de pensión y/o seguro social). La informalidad total es entonces la suma de informales en el sector informal, informales en el sector formal, servicio doméstico informal y familiares no remunerados en el sector formal. Esta informalidad representa un 56%, equivalente a más de 2.5 millones de trabajadores.
De este total, casi un 20% corresponde a tres categorías: asalariados informales en el sector formal, servicio doméstico y trabajo familiar. Parece que el problema no son entonces los impuestos y que cambios en el sistema tributario no van a impactar en la decisión de estas personas de seguir en la informalidad.
Más bien parece que el nivel educativo, el costo de la seguridad social, las regulaciones del mercado laboral y otros factores tienen mucho mayor influencia que el tema de los impuestos en la decisión de ser formal o informal. Es decir, la informalidad es un tema complejo del cual el tema impositivo puede formar parte, pero no es el más importante.
Pero tampoco es cierto que los informales no pagan impuestos. Sí lo hacen y mucho, porque consumen y por tanto pagan ITBIS e Impuestos Selectivos. Además, la normativa prevé varias retenciones con la intención de “rescatar” recaudación de contribuyentes potencialmente incumplidores, entre los que se encuentran una parte de los informales. Por ambos conceptos se estima que los informales pagan entre 1 y 1.5% del PIB.
En cuanto al impuesto sobre la renta personal, la mayoría de los informales no pagarían si pasan a la formalidad porque caerían fuera de los tramos gravados por el impuesto sobre la renta. Otra cosa es que los informales se vuelvan más productivos (y por tanto mejor remunerados). Pero esto no es tema solo de impuestos.
Hay tres visiones diferenciadas en la literatura sobre la informalidad que ayudan a entender la complejidad del tema. Una es la visión romántica, asociada al economista Hernando de Soto. En este enfoque las empresas informales son potencialmente productivas, pero el peso de la burocracia y de otras regulaciones las obliga a mantenerse en la informalidad.
Otra visión es la dual, vinculada a los economistas Harris y Todaro. Para ellos la economía informal es una economía de subsistencia, que opera en mercados muy marginales y segmentados, como el de la venta ambulante, a los que las empresas formales no atenderían. En esta visión los informales prefieren serlo porque no tienen otra opción.
Y otra visión es la que algunos han llamado parasitaria o diabólica, de acuerdo a la cual las empresas informales son parásitos que, evadiendo los impuestos, compiten con las formales y les roban mercado.
Al final, es probable que haya algo de razón en cada una de las tres visiones. Lo que sí parece claro es que la informalidad no se soluciona con impuestos, en particular, con Regímenes Simplificados de Tributación, pues: en la visión romántica, los impuestos son solo una de las trabas que enfrentan los informales. En la visión diabólica, el no pago de los impuestos es la vía elegida por los informales para competir y robar mercado. En la visión dual, las empresas informales no tienen capacidad contributiva alguna.
Andrei Shleifer, el laureado profesor de Harvard, afirma en un trabajo muy citado, que la informalidad se va reduciendo gradualmente en la medida en que los países van creciendo y desarrollándose; y que éste es el factor que más ayuda a combatirla.
Claro está que el crecimiento por sí solo no resolverá el problema. Hay que complementarlo con medidas transversales, algunas de corto plazo como la reducción de la burocracia y otras de más largo plazo, como la mejora en la calidad de la educación. Lo que no se debe esperar es que una reforma tributaria resuelva un problema tan complejo.