Dos natalicios de indiscutible trascendencia histórica para el mundo antillano tienen lugar en el mes de enero: el de Eugenio María de Hostos y el de Juan Pablo Duarte. El primero, considerado Padre de la educación moderna en República Dominicana, vio la luz del mundo por primera vez en Mayagüez (Puerto Rico) el 11 de enero de 1839; el segundo, Padre y forjador de la nación dominicana, nació en la ciudad de Santo Domingo el 26 de enero de 1813. Ambos son ambos próceres antillanos en quienes está simbolizada la aspiración bolivariana de una América unida, hermanada; aspiración que Eugenio María de Hostos hizo suya en todo su peregrinar por la América hispánica durante toda su vida.
Los tres Padres de la patria dominicana han merecido la atención de la fina pluma del Gran Maestro de América. En ese esfuerzo de construcción de la dominicanidad, a Duarte se le sumaron hombres de profundo sentimiento patriótico: Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella fueron dos de ellos. Hostos, con ferviente sentimiento dominicanista, valora la heroicidad de los Padres de la Patria dominicana en su lucha por la independencia nacional:
Veintidós años bajo el yugo habían pasado los dominicanos, cuando, por fin, un gran patriota, Duarte, y dos grandes discípulos suyos, Sánchez y Mella, arrebataron de las garras del haitiano la presa que habían desgarrado, desangrado y desorganizado.1
Adentrándose en la personalidad de cada uno de los tres próceres, Hostos destaca y compara sus virtudes:
Duarte, el hombre de pensamiento y de organización; Sánchez, el hombre de impulso y de pasión. […] En sólo una cualidad eran iguales: en el sentimiento de su deber patriótico. Sin embargo, hubo otra cosa en que también fueron iguales. Era de esperarse: fueron iguales en el infortunio.2
Su admiración hacia Mella queda evidenciada del siguiente modo:
Mella, una de esas figuras simpáticas de la independencia en todo el continente que, además de las cualidades internas que reclaman las grandes acciones, tenía los atractivos personales que seducen a las multitudes y los méritos sociales que atraen a la porción más culta de una sociedad.3
Y más adelante dice:
Mella, además de ser un patriota, era un joven bello, instruido, y de prosapia hidalga. […] Mella no fue mucho más feliz que su maestro en patriotismo, Duarte, y su compañero de nobles acciones, Sánchez.4
«Consejo de Padres de la Patria presidido por Duarte» podría ser un buen subtítulo para el texto «La Asamblea del 27»,5 publicado por Eugenio María de Hostos, el 27 de febrero de 1888, en el número 257 del periódico El Teléfono (Santo Domingo). Es una especie de relato, con elementos narrativos propios del teatro, en el que su autor desborda su imaginación y pone de manifiesto su visión ética al tratar los asuntos de carácter histórico. Destaca, con evidente respeto, la presencia en la asamblea imaginaria del patricio Juan Pablo Duarte.
A «La Asamblea del 27» se refiere el historiador hostosiano Raymundo González en su conferencia «Hostos y la conciencia moderna en República Dominicana», dictada, el 6 de junio de 2002, en la Academia Dominicana de la Historia. En el apéndice II de nuestro libro Visión de Hostos sobre Duarte (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2013) incluimos un fragmento de esa excelente disertación de González, quien hace un enjundioso análisis de ese texto del ilustre antillano:
Imaginó [Hostos] un congreso de próceres muertos, entre los que incluyó a Duarte («siempre el primero»), quien lo presidía, junto a Sánchez, Mella, Pina, Pérez, Imbert, Duvergé, Perdomo, Objío («que nombran con sus nombres los hechos más expresivos de la Patria nueva»). A ambos lados («embozadas en penumbra») estaban Núñez de Cáceres («el primero en la concepción de la idea de independencia») y Sánchez Ramírez («el más torpe en el modo de realizar la independencia»).
Apenas se leyó la orden del día, hizo entrada al congreso el general Salcedo, otro prócer muerto, que traía las últimas noticias de la patria… Hay estremecimiento y lamentos en la sala: «Era como si las generaciones constructoras y re-constructoras de la patria, pidiendo cuenta de su legado a las generaciones vivas, las maldijeran», escribió Hostos. Por fin, las palabras de Duarte hicieron tornar la calma, al tiempo que señalaban el alto propósito de justicia de aquel cónclave:
«A cada generación toca su obra, como toca su labor a cada día. Los de hoy son días de complicada adaptación de medios múltiples al penosísimo fin de civilizarse, y en eso está jadeando y sudando, gimiendo y llorando, la triste generación dominicana que condenáis y maldecís».
En «El municipio de Santo Domingo» ―o «La repatriación de las cenizas de Duarte», como es posible titular este breve artículo― Hostos trata sobre lo que fue el interés de la Ciudad Primada de traer a República Dominicana los restos de Juan Pablo Duarte: «Hacía ya muchísimo tiempo que Luperón y otros patriotas pedían a la opinión pública la repatriación de las cenizas de Duarte. Predicaban en desierto», dice Hostos.
Los restos de Duarte fueron trasladados a suelo dominicano en 1884, irónicamente, bajo el régimen de Ulises Heureaux, hijo, quien lo declaró Padre de la Patria junto a Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella.
Queda pendiente, para una posterior y más exhaustiva investigación, rescatar un texto dramático que Eugenio María de Hostos escribió en Chile alusivo al retorno de Juan Pablo Duarte a su patria en marzo de 1864, conforme al dato que el historiador Emilio Rodríguez Demorizi registra:
Allá [en Chile] escribe la comedia infantil «La llegada de Duarte», no a Chile naturalmente, sino a la patria distante. Sus hijos juegan, bélicamente, a dominicanos y haitianos, y él se emociona como un niño cuando el mayor de ellos, victorioso, le muestra con el índice, en la rama más alta de un olivo, la bandera de Duarte.6
A esa pieza teatral infantil hace referencia Hostos en carta dirigida al editor del periódico El Teléfono, desde Santiago de Chile, en fecha 23 de septiembre de 1890, año en que suponemos escribió la citada comedia. Se lamenta él de no haber podido, debido a problemas de salud que le aquejaban, hacer «la representación de La llegada de Duarte, comedia infantil animada por recuerdos cariñosos y por aclamaciones de dominicanitos7 que no hubieran dejado de tener eco entre los espectadores». En esa misiva hay mucho amor puesto de manifiesto hacia la patria de Duarte:
He pasado indispuesto las fiestas patrias.8 Por consiguiente, no he podido tomar en ellas la parte que deseaba, y que hubiera hecho tomar a nuestra Quisqueya y su bandera.
La colocación del pabellón cruzado entre los demás de la históricamente ilustre Municipalidad de Santiago; la publicación de una biografía de los fundadores de la República Dominicana; la representación de La llegada de Duarte, comedia infantil animada por recuerdos cariñosos y por aclamaciones de dominicanitos7 que no hubieran dejado de tener eco entre los espectadores, han sido otros tantos proyectos míos que mi malestar ha impedido llevar a cabo.9
Duarte vino a la vida, en la zona colonial de la ciudad de Santo Domingo, el día 26 de enero de 1813, es decir, 26 años antes que Hostos, quien nació, en Mayagüez (Puerto Rico), el 11 de enero de 1839. Al transcurrir el tiempo ―y por sus grandes aportes al país―, el prócer puertorriqueño sería considerado tan dominicano como el propio Duarte. Ninguno murió en su patria natal: Duarte cerró sus ojos por última vez en Caracas, Venezuela, el 15 de julio de 1876; mientras que Hostos falleció, en el sector de San Carlos de la ciudad de Santo Domingo, la noche del 11 de agosto de 1903.
El pensamiento pedagógico de Eugenio María de Hostos estaba atravesado por las mismas ideas políticas libertarias que animaban al patricio. Eran dos idealistas, dos abanderados de la causa patriótica de sus respectivos pueblos: Puerto Rico y República Dominicana.
El insigne intelectual dominicano Federico Henríquez y Carvajal, entrañable amigo y colaborador de Hostos, en su discurso leído, en su condición de Presidente de la Junta Erectora, en la inauguración del monumento a Juan Pablo Duarte el 16 de julio de 1930, cita las siguientes palabras del humanista puertorriqueño referidas al patricio:
Cuando el Cibao, a quien estaba encomendada la restauración de la independencia, hizo los prodigios que hizo, Duarte se presentó a ocupar su puesto. Parece que en aquel momento dió comienzo su agonía. Parece que, desde aquel momento, volvió a ver de cerca la ingratitud que lo había desterrado hacía ya veinte años. Parece que, desde aquel momento, vio la incompatibilidad que había entre él i los otros, entre los nuevos i los viejos organizadores de la defensa de la patria. Parece que, desde aquel momento, se condenó a muerte en el destierro.
Indudable es que Duarte se desterró otra vez, que otra vez se fue a vagar hambriento i solitario, solitario i hambriento, por campos tan impróvidos como éstos, i como casi todos, para la abnegación i el patriotismo. Pero también es indudable que la patria le debió un último servicio: el de morir lejos de ella, quitándole de encima el peso del remordimiento!10
Por su trascendencia histórica y su alta significación política, puesto que en la misma la célebre educadora hostosiana Ercilia Pepín plantea su valiente posición ante la intervención de los Estados Unidos de América en territorio dominicano en 1916, incluimos como apéndice en nuestro libro citado la conferencia «Juan Pablo Duarte y Eugenio María de Hostos», dictada por ella el 12 de enero de 1917 en la Sociedad Amantes de la Luz, en la ciudad de Santiago de los Caballeros.
«Hostos el Apóstol, que tal es el epíteto que más cuadra a este Sócrates antillano, a quien nosotros mismos, fuerza es confesarlo, contribuimos a matar con nuestras intemperancias de familia»,11 sentencia la ilustre educadora, convencida de que los dominicanos no supimos valor en su justa dimensión la grandeza de ese prohombre. A Duarte lo declara nuestro ilustre Padre Libertador.
Son numerosos los textos críticos (artículos y ensayos) de Eugenio María de Hostos en torno a la literatura, la cultura y la historia dominicanas. En el ámbito histórico ha de ser considerado uno de los fundadores de la crítica histórica dominicana con visión científica, opinión con la que el investigador y académico José Guerrero dijo estar de acuerdo al pronunciar su discurso de presentación de nuestro libro Visión de Hostos sobre Duarte la noche del 19 de abril de 2013, a las 7:00 p.m., en el salón de conferencias del Archivo General de la Nación, en la ciudad de Santo Domingo.
NOTAS:
- Eugenio María de Hostos. «Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos». Publicado en el periódico chileno La Patria (Valparaíso) entre los meses de agosto y octubre de 1892. Reproducido en Emilio Rodríguez Demorizi. Hostos en Santo Domingo. 2 ed. Santo Domingo: Sociedad Dominican de Bibliófilos, 2000. Vol. I: pp. 248-249.
- ______. «Duarte y Sánchez como ejemplos de patriotismo infortunado». Publicado en la Revista Científica (31): 402-405. Reproducido en Emilio Rodríguez Demorizi. Op. cit., p. 127.
- ______. «Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos». En: Emilio Rodríguez Demorizi. Op. cit., p. 282.
- Loc. cit.
- Recogido por Emilio Rodríguez Demorizi en: Hostos en Santo Domingo. Ciudad Trujillo, Rep. Dom.: Imprenta J. R. Vda. García Sucs., 1939. Tomo I: pp. 245-252. Segunda edición: Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2000. Tomo I: pp. 235-240.
- En su: Hostos en Santo Domingo. 2 ed. Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 2000. Vol. II: p. 57.
- Se refiere a sus niños, nacidos, los primeros cuatro, en la ciudad de Santo Domingo: Eugenio Carlos en 1879, Luisa Amelia en 1881, Bayoán Lautaro en 1882 y Adolfo José de Hostos Ayala en 1887. Rosa Inda, nacida en 1884, falleció a los pocos meses. Los otros dos nacieron en Santiago de Chile: Filipo Luis Duarte en 1890 y María Angelina de Hostos Ayala en 1896. Fue Adolfo José quien ―en 1938, en San Juan, Puerto Rico― contrató los servicios del ilustre Juan Bosch para la compilación de las obras completas de Hostos, editadas en 20 volúmenes en La Habana, Cuba, en 1939. Sus siete vástagos Hostos los procreó con la cubana Belinda de Ayala.
- En Chile, dichas fiestas son oficialmente celebradas los días 18 y 19 de septiembre.
- En: Eugenio María de Hostos. Obras completas. Vol. XXI: «España y América». Prólogo: Francisco Elías de Tejada. París, Francia: Ediciones Literarias y Artísticas, 1934. Págs. 436-437.
- En: Fed. Henríquez i Carvajal. Duarte: próceres, héroes i mártires de la Independencia. Ciudad Trujillo, República Dominicana: Academia Dominicana de la Historia, 1944. Pp. 61-62.
- Juan Pablo Duarte y Eugenio María de Hostos : conferencia. Santiago de los Caballeros, Rep. Dom. : Imprenta La Información, 1917. 8 p.