Me he quedado sorprendida al ver en algunos medios de prensa nacionales el reclamo que hace el señor José Alberto Pérez, presidente del Movimiento de Venezolanos Viviendo en República Dominicanam (Moverd), quien solicita al señor Presidente de la República, Lic. Danilo Medina Sánchez, la suspensión de la medida que obliga a los venezolanos a obtener un visado para entrar legalmente a nuestro país, a partir del 16 de diciembre del cursante año 2019.

No pongo en dudas la calidad de la persona que hace el llamado, lo cuestionable de su posición, a mi juicio, es que llega a solicitar que …. "dejen eso para el año que viene". Y yo me pregunto, ¿puede nuestra solidaridad llegar al extremo de permitir que sigan viviendo irregularmente en nuestro país decenas de miles de venezolanos sin ningún control migratorio por parte de nuestras autoridades?

Entendemos y lamentamos la situación política, social y económica de nuestros amigos venezolanos; pero nuestro país también tiene una serie de necesidades y no vamos a pretender por ello dirigir las políticas migratorias de otros países donde habiten dominicanos.

La solidaridad dominicana con los venezolanos está más que probada. Hemos sido grandes y excelentes anfitriones para los venezolanos y sobre todo por razones humanitarias, por lo que está viviendo el pueblo sudamericano; pero la migración indiscriminada y sin control genera serios problemas para la clase trabajadora dominicana y para la seguridad ciudadana.

El control migratorio se debe establecer y ejecutar para los venezolanos, haitianos y para los nacionales de cualquier otro país.

Nuestra autonomía e independencia no pueden ser calificados de inhumanas porque si de algo debemos estar orgullosos los dominicanos es de la calidez, la bienvenida y el buen trato dado a nuestros ahora sufridos hermanos venezolanos.

Hemos sido excelentes anfitriones. Sin embargo,  de ahí a  exigir lo que sólo los dominicanos pueden pedir es faltar al respeto a lo que somos: una nación libre e independiente, en la que ningún extranjero puede venir a dictarnos las normas por las que nos debemos regir.

¡Nadie manda en casa ajena!