Lejos ya de ser una posibilidad,  el virus del Zika se ha convertido en una angustiosa realidad que se presenta con el pronóstico de convertirse a largo plazo en un agente limitante al desarrollo humano.

El posible incremento de daños irreparables en la salud humana, por las secuelas neurológicas y los daños a los embriones y fetos en gestación, plantean un  angustioso panorama de altas posibilidades de que el virus pueda permanecer circulando durante décadas en nuestra región, sobre todo por las variables climáticas propicias a la proliferación del vector transmisor de la enfermedad y la baja inmunidad que poseemos por no haber estado expuestos previamente a  sus efectos.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el índice de desarrollo humano (IDH) como indicador social estadístico, se compone de  tres parámetros: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digna. Entre estos parámetros se considera la esperanza de vida al nacer, el indicador principal que mueve al desarrollo social, económico y cultural de las naciones.  A ese aspecto, al que los economistas han denominado el capital humano,  es donde precisamente los efectos del ZIKV pueden generar graves consecuencias que limiten el crecimiento económico así como las expectativas y calidad de vida de las personas.

En un país como el nuestro donde la mitad de la población tiene 25 o menos años de edad y solo el 7% cuenta con más de 65 años,  existe una base laboral amplia con una capacidad  productiva que brinda estabilidad a largo plazo a toda la economía y de manera especial al sistema Dominicano De Seguridad Social, por lo que un crecimiento sostenido del PIB no debe ser obstáculo aun en circunstancias de incertidumbre internacional.

La expectativa de vida ha aumentado en las últimas cinco décadas, el analfabetismo disminuye, igual que enfermedades consideradas catastróficas como la Tuberculosis y el Sida hoy están en retroceso. Hay más acceso al agua potable y una red de servicios de salud extendida como nunca en toda la geografía nacional. Hasta esos niños con grandes mucosidades catarrales que eran frecuentes en barrios y parajes del campo en otros tiempos, hoy resultan difíciles de ver. A pesar de todas las vicisitudes nuestra calidad de vida experimenta una mejoría más que evidente en los últimos 30 años.

Todo ese avance podría verse en peligro a partir de ahora. Menos mujeres embarazadas por miedo a quedar afectadas por el ZIKV y otras con bebes naciendo con las secuelas de la microcefalia y enfermedades autoinmunes. Una población que envejece con trastornos neurológicos con resultados  invalidantes y discapacidad motora como consecuencia del ZIKV y teniendo que padecer además, de los dolores articulares de otro virus trasmitido por el mismo mortífero volador, Aedes Aegypti, la Chikunguya. Todo esto circulando durante años mientras aparece una vacuna contra estos males. Parece un episodio de ciencia ficción pero podría ser la triste realidad a la que nos enfrentemos en los próximos años.

Afectados los segmentos en edad productiva y limitado el nacimiento de nuevas generaciones de niños que renueven nuestras instituciones, podríamos estar ante un impacto que generaría un estancamiento social, económico y cultural de graves consecuencias para nuestra subsistencia misma como nacieron emergente.

Combatir eficazmente este virus no sólo significa ganar otra batalla para nuestra población actual, sino también, preservar un mejor futuro para las nuevas generaciones, en donde el verdadero desarrollo humano debe descansar tanto en nuestro equilibro vital personal con altas expectativas de vida, como en el desarrollo de auténticos valores conscientivos, que traigan consigo una cultura de paz y un comportamiento de respeto, honestidad y solidaridad humana.

Para comunicarse con el autor recel.drfontana@gmail.com

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