¿Puede la imagen sustituir el valor simbólico de un objeto? Eso sería un tema de semiótica, antropología, filosofía y psicología, entre otras disciplinas para analizarlo. Lo cierto es que de hecho creo que la imagen, sino es un símbolo, ha ido creando una aureola a su alrededor de dependencia, atención, fijación mental y seguidores que, en ausencia de una estructura ritualizada, podría también considerarse que suma, la pasión, la adhesión que origina, que casi la hace competidora con el símbolo, que no es más que un referente con una significación arbitraria que los pueblos le asignan, lo cual no está lejos de esta realidad en que hoy se reviste la imagen digital.
Tanta fuerza tiene la imagen que condiciona la psiquis humana, rompe referentes morales, estéticos, culturales e influye de muchas maneras en la conducta de la gente, arrastra seguidores con la pasión que muchos otros símbolos, aunque no necesariamente con la misma fundamentación.
La adoración y apología del cuerpo es un culto derivado de la imagen, de cómo me veo, sin dejar fuera claro está, quienes lo hacen por razones de salud, pero no son los dominantes en las redes, donde las bitácoras son de adoración de fervientes seguidores como si fueran cultos religiosos, equipos deportivos y partidos políticos, surgiendo desde la imagen, nuevos seguidores, líderes y pasiones.
Un objeto como la cruz, es simbólico, no por lo que es, son dos tablas atravesadas, es por lo que refiere o significa, por lo que transmite más allá de su propia imagen, es el valor que le asignamos lo que le da dimensión simbólica, propiedad exclusiva de los seres humanos y por ello, los crea y lo hacen desaparecer según satisfaga esos referentes del momento…algunos sin embargo, se quedan mucho tiempo, otros se mueven y algunos se extinguen, pasando a ser sustituidos por otros arbitrariamente creados como los demás.
Por eso sugiero una reflexión sobre el posible protagonismo de la imagen en la sociedad digital, donde prima la tecnología de la electrónica y la cibernética, de la cual resulta difícil que se pueda desprender el hombre y la mujer modernos y puedan distanciarse de su pasión, adhesión y dependencia.
¿Puede esto ser considerado un objeto simbólico?, algo que es de la realidad virtual, no materializada, ¿puede trascender a la función de lo que la antropología ha considerado valor agregado a su función real? y definido desde la sociedad que es quien se apropia del significado que tienen para ellos? Independientemente de lo que es materialmente el objeto, su valor referencial lo dan los pueblos, por eso es arbitrario, mientras que, en el caso de la imagen, es obvio que tiene un atractivo más allá de lo que originalmente tenía y condiciona la vida humana de hoy. ¿Es un símbolo?
Simplemente es eso lo que traemos a la mesa del debate. Nadie niega la fuerza de la imagen que, según la mercadotecnia, la imagen dice más que la palabra escrita, es casi un endiosamiento su uso y manejo, como si fuera un objeto cultual y su inclinación referencial humana hoy, además de la fuerza comunicativa que transmite.
Tan influyente es la imagen que hace que la gente use determinados programas como el photoshop que puede cambiar su figura, adulterando la realidad. Quizás es esa una de la fuerza que tiene la imagen, distorsionar la realidad, construir otra realidad, una post realidad, y hacer que todos nos inclinemos con reverencia hacia ella. Condiciona la imagen el físico, la edad, el peso, los rasgos físicos propios, creando una imagen irreal vendida como real, que genera duplicidades e incluso, conflictos sociales y personales, entre lo que la imagen muestra y lo que la realidad es.
También esa imagen sigue teniendo un dominio de la realidad, por encima de la manipulación de la tecnología mediática, y es donde se produce un desdoblamiento entre realidad virtual y realidad objetiva, que hace que la gente viva dos mundos: el de las imágenes y el de su inmediatismo social y personal, produciendo contrastes grandes que pueden generar un punto de inflexión emocional, político, familiar y social.
Cuando nos venden la realidad desde la propaganda política del país, creemos que estamos en Suiza. La publicidad parte del principio que se debe promover lo bueno, lo bello, lo positivo, lo que no genere dudas, al margen de que lo que se ve, no sea real. La realidad proyecta otros problemas no visualizado en la imagen, generando una distorsión, y por eso cuando vamos a un hotel a pasarnos tres días de descanso con la familia, y llegas, le dices al representante hotelero, oye esto no fue lo que me enviaron por internet…y es cuando nos confrontamos con la realidad misma.
Esa virtualidad ha hecho que existan grupos de amigos virtuales a quienes solo conoces vía la imagen de ellos y de lo que te cuentan de su vida, todo maravilloso; como si supieras todo de su realidad, de sus vidas, la cual es posible que sea distinta a la contada.
Lo mismo sucede con las relaciones afectivas y de pareja establecidas a partir de la computadora y el internet, es moderno, pero le falta algo de calor humana y una mirada frontal que evidencie parte de tu personalidad, de su interior, que la imagen digital, nunca podrá sustituir, pero hoy es opción de acercamiento entre las personas.
Por eso no sé si es símbolo la imagen o fetiche con valor simbólico, propio también a la mercancía según las teorías del sociólogo alemán Carlos Marx, que cuando abordó el contagio que había producido la mercancía como objeto de valor, demandada y de pasión en el capitalismo moderno del siglo XVI-XVII, interpretándola como un fetiche u objeto de adoración e interés de estas sociedades.
Es evidente que hoy es tanta la fuerza de la imagen, que la mercancía como tal, ha perdido valor referencial y se compra sin tocarla, sin verla, sin intimidar con ella, pues la compra vía internet, ha desplazado esa ritualidad y ha sustituido al mercado físico, que era un espacio natural y sitio de interacción social, limitándolo a la estricta restricción del hogar o el escritorio donde, sin intercambiar con nadie, puedes adquirir lo que necesitas, solo y a través, de la imagen virtual.
Este centro de atracción en que se ha convertido la imagen me llama poderosamente la atención a saber si su dimensión, podría ser de alto contenido simbólico, o si asistimos a una trivialidad extrema que hace posible sustituir lo real, por lo virtual, rompiendo las categorías del conocimiento, convirtiendo la imagen en un símbolo de la posmodernidad apoyado en la telemática en la que el mundo se debate hoy, siendo la imagen un símbolo, que sustituye otros, readecuando modelos de interacción con la cultura y sus símbolos tradicionales, y transformándose en un referente simbólico de la contemporaneidad, capaz de reestructurar y construir una nueva teoría semiótica y antropológica sobre lo simbólico, el signo y el significado. Lo dejo como tarea reflexiva.