El pasado día 25 de noviembre conmemoramos el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas. Un problema gravísimo que representa un atentado contra los derechos de la mitad de la humanidad. Pero; ¿debemos llamarla violencia, o más bien terrorismo?
La violencia contra las mujeres y las niñas tiene múltiples manifestaciones, hay una que por su naturaleza no puede ser calificada sino de terrorismo. En efecto, el miedo que generan los maltratadores a sus víctimas es tal que llega a provocar en ellas un sentimiento de justificación del maltratador, o aún las víctimas tienden a “desaparecerse” para sobrevivir. Ello constituye un atentado contra la dignidad y además las lleva a vivir permanentemente aterrorizadas. En España un 23% de los casos de esos malos tratos desembocan en feminicidio. Terror puro.
La trágicamente conocida banda terrorista ETA se cobró 829 asesinatos en 36 años (1975- 2011) de actividad macabra. Siendo eso así, los 1,230 feminicidios producidos en República Dominicana en 12 años (2005-2017) según datos de la Procuraduría, también deben ser considerados como actos terroristas. El criterio para esa denominación no debe ser el móvil más o menos político, sino el hecho de generar terror en la comunidad y horror en la opinión pública.
La solución a este problema es difícil. Se requiere hacer un esfuerzo en materia de educación. Desde la escuela se puede detener la expansión machista y lograr la prevención.
Igualmente hay que erradicar los estereotipos de género. Ello precisa de informar sin cesar y con firmeza que a la vieja idea de que el hombre es fuerte, valiente, generoso o responsable se contrapone la del maltratador que no es otra cosa que lo contrario, es decir un débil, cobarde, egoísta e irresponsable.
Por otro lado, se necesita reconocer a los y las menores víctimas y a los hijos e hijas de víctimas. Ambas categorías a menudo olvidadas.
El Estado debe presupuestar y dotar de medios financieros la lucha contra el terrorismo contra mujeres y niñas.
Se ha de hacer en fin una aproximación integral a la cuestión y considerar como violencia de género no solo a la violencia en el ámbito doméstico, sino también a la violencia sexual, la trata, el matrimonio infantil, la mutilación genital, al acoso en el ámbito laboral, sin olvidar que la criminalización en todas sus formas del aborto es un acto de violencia extremo pues impide a mujeres y niñas abortar cuando dar a luz entraña peligro cierto contra sus vidas, cuando la vida del feto es inviable o cuando el embarazo es producto de violación o incesto.
Termino como empecé. La violencia contra mujeres y niñas es una realidad gravísima. Por desgracia a las personas que creemos que hay que luchar contra esta lacra nos acusan de estar instalando la supuesta “ideología de género”, cuando lo único que hacemos es pelear por ampliar los derechos de las mujeres y niñas y por mejorar las condiciones de dignidad de la mitad de la población.