La encuesta Enhogar realizada por la Oficina Nacional de Estáticas hace hincapié en que en la República Dominicana el 62 % de niños y niñas, entre uno y 14 años ,sufre agresiones físicas o psicológicas de sus padres o tutores. Estas cifras son particularmente interesante en la misma semana que la ONU lanza su hoja de ruta para mitigar, de aquí al 2018, con políticas publicas y legislaciones esta triste realidad.
Detengámonos un instante a analizar los responsables de esta violencia y sus niveles ya que nuestro país sufre de una violencia estructural y que luchar contra la violencia contra los menores es inseparable de la lucha contra la pobreza, de la lucha contra la corrupción, contra la violencia presente en de los medios de comunicación y contra la politiquería barata que atosiga los ciudadanos y les quita toda capacidad de discernir entre el bien y el mal.
La violencia contra la niñez se ejerce de múltiples modos pero hay una violencia estructural que condiciona las otras formas de violencia: no hay violencia más grande que el hacinamiento, que la ausencia de agua, de electricidad que impide a los niños hacer sus tareas, que no les deja dormir en sus cuarterías a la merced de los mosquitos por falta de un abanico, que obliga las niñas de unos callejones a ir de noche al único baño común del sector.
Violencia contra los niños de nuestros barrios son las ejecuciones extrajudiciales por un lado y los tiroteos entre pandillas por el otro; Cualquier carajito les puede decir lo que hay que hacer cuando vuelan las balas: “no soy pendejo: me agacho en la cuneta y no me muevo”. Violencia estructural es ver cuerpos de niños atravesado por balas perdidas y sentir el rechazo y el de las comunidades hacia la policía.
Para erradicar el maltrato infantil hay que erradicar la violencia de la sociedad. Somos una sociedad violenta donde se les pide a los hombres no entrar en sitios públicos con armas, donde los feminicidios hacen la una de los periódicos para caer en el olvido hasta el próximo estallido. Celebramos la muerte por balas de los narcos como en las películas. Pegados del televisor sin ningún control los niños y las niñas están totalmente expuestos y absorben la violencia latente.
En las escuelas la población docente proviene muchas veces de los mismos estratos sociales que los alumnos y vive también en situación de pobreza y violencia estructural que se traduce en violencia verbal y hasta física. En cuanto a los niños entre ellos repiten la violencia latente en el hogar, en la calle, el bullying, el uso de instrumentos afilados como cuchillos, navajas y otros son demasiado frecuentes. Repiten lo que ven en sus casa: “nunca le pego, pero tomo la manguera y le doy algunos golpes para encarrilarlo”
Aquí lo que necesitamos con urgencia son médicos del alma en cantidad infinita para las familias, en las empresas, en las oficinas publicas, en las escuelas y no solamente por los casos especiales de falta de atención, de atraso escolar etc.. La sociedad esta enferma y sus dirigentes no se preocupan de la cura. La comunidad educativa es el reflejo de la sociedad y necesita más ayuda que nunca no solamente mas aulas : podría decir sin riesgo de equivocarme que una mayoría de los niños y niñas de los sectores desfavorecidos sufren o han sufrido un tipo de violencia que va en contra de los derechos de la niñez. En las familias, en el cuerpo docente impera de manera deprimente largas y tristes cadenas de abusos no resueltos, no curados que mantienen un cuadro deprimente que pasa de generaciones en generaciones.