En días pasados, a consecuencia de hechos violentos registrados en dos centros escolares públicos, uno de los cuales culminó trágicamente con la muerte de una menor de apenas 12 años, supuestamente golpeada de manera repetida por varios compañeros de aula hasta que dejó de respirar, se anunció que el Departamento de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación se encuentra elaborando un Protocolo de Normas para ser aplicados en las escuelas donde se producen este tipo de situación.

La violencia escolar no una situación novedosa ni exclusivamente asociada al tiempo presente. Quienes han pasado por las aulas escolares sabemos que en todo se han producido choques entre estudiantes. Pero jamás tenían lugar con la agresividad y frecuencia con que ocurren ahora, ni menos aún con el nivel de indiferencia y desidia que manifiestan muchos profesores frente a tales ocurrencias, mostrando una total incapacidad para hacer valer las normas elementales de disciplina y convivencia que deben regir el comportamiento de los alumnos.

Baste recordar el video que se difundió ampliamente a través de las redes sociales, en el que dos alumnos aparecieron enfrascados en una prolongada trifulca y donde entre el nutrido grupo de estudiantes que alentaban a los contendientes a seguirse golpeando, figuraban la profesora del aula, nada menos que sumada al coro de instigadores y la agente policía escolar sin manifestar el menor interés por intervenir. Demás recordar que tanto la docente como la uniformada fueron dados de merecida baja.

Los niveles de violencia latente y manifiesta en el sector educativo público resultan más habituales, numerosos y potencialmente peligrosos de lo que pudiera imaginarse, por más que solo compartan la actualidad noticiosa en casos extremadamente graves o mediante ocasionales reportajes de investigación mediática. Estos han sacado a relucir en más de una oportunidad la creciente cantidad de alumnos que acuden a las aulas cargando en sus mochilas cuchillos, puñales, punzones y hasta en al menos un caso, con un arma de fuego, con preferencia a libros, mascotas y material escolar.

Preocupante en extremo que en muchos casos en que se producen enfrentamientos físicos dentro y fuera del aula, se hace notar la falta de sentido humanitario de buena parte del alumnado que contempla este tipo de situaciones con evidente y morbosa satisfacción y que en vez de tratar de separar a los contendientes, por el contrario los alientan a seguir maltratándose. Una actitud que pudiera ser evidencia de una temprana inclinación a la violencia que luego habrá de convertirse en la adultez en una patología con rasgos más acusados de comportamiento agresivo y antisocial.

De ahí, la importancia del Protocolo que estaría preparando el equipo de profesionales de la conducta al servicio del Ministerio de Educación, que sirva de orientación a los maestros y directores de los planteles escolares para actuar frente a este tipo de situaciones al tiempo de establecer las normas de convivencia, comportamiento y disciplina a que deberán someterse los alumnos en el aula, algo que también es parte fundamental del proceso de formación integral de los mismos para convertirlos en adultos responsables y socialmente adaptados.

No será una tarea fácil. En gran medida, el desempeño agresivo de alumnos que muestran rasgos antisociales es reflejo de la realidad que viven tanto en sus propios hogares (donde la violencia intrafamiliar se ha hace presente en más del cincuenta por ciento de los hogares) como en el entorno barrial que conforma su hábitat. Será preciso, por consiguiente, que el problema se aborde desde una estrategia de mucha mayor amplitud que los simples límites del aula lo que conllevará un trabajo mucho más arduo y comprometido para los profesores y demandará la involucración cada vez más cercana de los progenitores en el proceso educativo y comportamiento de sus hijos, una responsabilidad a la que todavía muchos se muestran ajenos e indiferentes.

Cabe esperar que tal sea la visión de quienes están preparando el anunciado Protocolo, que por elemental lógica está supuesto a ser integrado por un equipo profesional de capacidad y experiencia. Y de igual modo que se pueda comenzar a aplicar cuanto antes, a fin de evitar se repita un hecho tan penoso y dolorosamente irremediable como el que costó la vida a la infortunada estudiante de La Romana.