El pasado 25 de noviembre se cumplieron 61 años de uno de los crímenes más horrendos cometidos en la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo con impacto nacional e internacional, el asesinato de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal y de Rufino de la Cruz quien conducía el vehículo en el que se transportaban.

Un crimen de Estado ordenado por el tirano y ejecutado por el servicio secreto.  Durante los 30 años de tiranía trujillista las personas no disponían de sus vidas ni de ningún tipo de derechos humanos. Las niñas, adolescentes y mujeres dentro de ese marco de violencia e inseguridad tenían el agravante de la desprotección sobre sus cuerpos, los cuales se convertían en objetos cosificados a disposición del tirano, su familia y su circuito gubernamental.

Los abusos sexuales eran ejercidos desde quien presidia el Estado y las instituciones, como por sus allegados en total legitimidad social convirtiéndose el fenómeno de las violaciones sexuales en asuntos privados del “jefe” y los hombres que le rodeaban con apropiación total de las niñas, adolescentes y mujeres.  Fenómeno legitimado socialmente vendido en el imaginario cultural como espontaneo y aceptado por la población femenina, siendo todo lo contrario.

Hoy más que nunca se necesita el empoderamiento de la sociedad dominicana para rechazar estas acciones que atentan contra la vida y la dignidad de cientos de mujeres

Durante la tiranía trujillista igualmente se persiguió y se asesinó a muchas mujeres y hombres de origen haitiano y toda persona de piel negra vivía en terror porque era “sospechosa” de ser haitiana, asi muchas personas de origen cocolo también fueron perseguidas y asesinadas y dominicanos negros sin descendencia haitiana.

Con la celebración del 25 de noviembre en el ámbito nacional e internacional se recuerda a las Hermanas Mirabal, su trayectoria profesional-social, incidencia política y la represión vivida con continuos encarcelamientos, maltrato, vejaciones para terminar con sus vidas. Es una fecha en la que también se visibiliza la realidad de inseguridad, desprotección y violencia que vive cotidianamente la mayoría de la población femenina, victima del ejercicio de la violencia sexual y física por las personas más cercanas, familiares, parejas y exparejas.

La incidencia de la tiranía trujillista y su aparato ideológico-cultural se perpetua en la sociedad dominicana, sostenido en el fomento de la masculinidad violenta, las complicidades entre sistema de justicia y criminales con un débil proceso de investigación y persecución de la violencia de género y la apropiación del cuerpo de la población femenina. El predominio del poder masculino en términos micro y macro territorial en el ámbito nacional continua, así como la normalización de la disposición y cosificación del cuerpo de las niñas, adolescentes y mujeres desde el acoso, abuso sexual, incesto y violencia.

La apropiación pública del cuerpo de la población femenina se muestra en el sistema de salud, educación y en todos los ámbitos sociales. No se les permite ejercer libremente sus derechos y decisiones sobre su cuerpo bajo la amenaza de expulsión y exclusión del sistema educativo, la negación del derecho a la salud integral en caso de tomar la decisión de interrumpir un embarazo fruto de una violación y la sanción social por “putas”, “cueros” o “aborteras”. Igualmente, se les niega el acceso a una educación sexual integral que le ofrezca herramientas para frenar el acoso, abuso y violencia de las que son víctimas continuamente.

A esta realidad se le suma hoy (Igual que en la tirania trujillista) la persecución de la maternidad en mujeres haitianas. Cientos de mujeres embarazadas son apresadas en los hospitales al momento de hacer filas para parir o cuando van a realizarse un chequeo en su proceso de embarazo. Mujeres con varias décadas viviendo en el país y otras que han nacido en el país son apresadas porque son de piel negra y no tienen documentos, aun cuando estén en proceso de parto son maltratadas junto al hijo o hija que llevan en su vientre.

Esto es violencia de género cometida desde el Estado como se hizo en la tiranía trujillista. El maltrato, las vejaciones, el sometimiento al riesgo de perder su embarazo y el atentado contra la vida de niños y niñas, así como el sometimiento a la orfandad de muchos que sus madres son deportadas y se quedan en los hogares abandonados a la suerte de convertirse en niños y niñas en situación de calle.

Hoy más que nunca se necesita el empoderamiento de la sociedad dominicana para rechazar estas acciones que atentan contra la vida y la dignidad de cientos de mujeres, así como de romper con el ejercicio de una masculinidad violenta que dispone del cuerpo de las mujeres desde la violencia sexual, física y psicológica y desde la violencia de Estado. Impedir que la mujer sea madre o que decida no ser madre es ejercicio de violencia. La vida de las mujeres, niñas y adolescentes sigue manteniéndose en riesgo y sin ninguna protección independientemente de que sean dominicanas o extranjeras.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY