Conozco un hombre que está siendo acosado por una mujer. Su ex pareja, con la que rompió relaciones lo persigue-según refiere-. Le hace no menos de treinta llamadas por día, se le aparece de sorpresa en su trabajo o en su casa, se le cuelga de la parte trasera del carro y arrastrada por el vehículo en marcha, deja la piel en el pavimento. “No me deja vivir”, expone. Le alerté que es eso es violencia de género, y esa persona necesita no solo una evaluación fiscal que supongo a alguna medida conllevará, sino que la joven requiere un tratamiento de un psiquiatra.
Y es que una relación de pareja es un acuerdo verbal entre dos personas que de mutuo acuerdo deciden compartir un tiempo determinado de vida, unidas por sentimientos de amor, las más de las veces. Cuando uno de los dos integrantes de la pareja decide romper el vínculo, el otro no tiene ningún derecho a retener y menos a violentar los derechos individuales del otro, por ninguna vía, de ninguna manera.
Resulta que esta persona de quien hablo, cuando le recomendé que fuera a la Unidad de Atención y Prevención de la Violencia, en la avenida Rómulo Betancourt, me dijo -con temor- “no puedo ir hasta que se le quiten los rasguños a la loca esa, pues la cosa está muy mala y si ella le da por decir que se los hice yo, y no que se colgó de mi vehículo cuando yo arrancaba, me van a meter preso, pues ahora todo está contra los hombres y defienden mucho a las mujeres”. Le pedí que empezáramos el análisis por el nombre mismo de Unidad de Atención y Prevención de la Violencia, que es contra la violencia de un hombre a una mujer –que es lo más común- y viceversa. Esta unidad está creada para evitar o penalizar las manifestaciones de violencia de género, la ejerza quien la ejerza. La violencia de género es más que violencia contra la mujer, le expliqué.
Considero que para un verdadero proceso de prevención de la violencia de género deben armonizarse las acciones de educación de género, desde la escala comunitaria hasta el nivel macro-social donde es importante el rol de los medios de comunicación, por la prevención de males sociales de esta naturaleza que tantas vidas inocentes cobra y tantos traumas deja en niños y adolescentes, víctimas de la violencia. Reitero que la violencia de género no entiende de ni de sexo, grado académico o clase social.
Detrás de comportamientos patológicos de esta naturaleza existen diversas causas socioculturales, pero considero que en el sustrato más profundo de todo tipo de violencia de género, está la falta de un pensamiento racional-lógico que condiciona límites en la actuación y eso, sobre todo, da la educación de género. Pero la educación entendida por la formación de valores desde la familia como núcleo central de toda sociedad, y también, por la influencia educativa que deben ejercer los medios de comunicación, por la acción educativa de género que deben ejercer las instituciones públicas, privadas, de la sociedad civil, y en especial, a labor educativa fundamental de las instituciones del sistema del Ministerio de Educación, el de Salud, el de la Juventud, el Ministerio de Cultura, el de Deportes, los medios de comunicación y por supuesto, el Ministerio de la Mujer, además, de fundaciones, instituciones religiosas, organizaciones nacionales o internacionales que apoyen y realicen el trabajo sociocultural comunitario. Porque es a escala micro social donde se debe realizar la eficaz labor de prevención contra la violencia de género. Pero no como estamos hasta ahora: desarticulados, desorganizados, cada uno haciendo algunas acciones independientes, poco o casi nada integrados. Urge que un equipo multidisciplinar dominicano (no necesitamos asesores europeos que no conozcan los intríngulis sociocultural dominicano) diagnostique e implementar, entonces, un Plan Nacional Integrado de Prevención de la Violencia de Género donde trabajemos sistemáticamente, coordinadamente, aunando recursos materiales, y acciones conjuntas, integradas, con una fiscalización periódica de las acciones realizadas y de la calidad de las mismas. Porque somos buenos ideando, planificando pero nos cuesta la ejecución y mucho más, la evaluación cuantitativa y cualitativa de resultados.
La violencia de género es un flagelo social, no es un problema solo de salud, ni educacional, ni cultural, es un gravísimo problema social. Es un problema de toda la sociedad y la sociedad, integrada y liderada por su gobierno, lo tiene que resolver.