1.- El estado de sobresaltos que está viviendo la comunidad dominicana le altera los nervios al más sosegado, y no es para menos. Hace tiempo que la tranquilidad espiritual desapareció y su lugar lo ha ocupado la inquietud, el pánico, la conmoción.

2.- No es posible estar despreocupado en un ambiente dominado por la turbación, el susto y la justificada alarma. Pasó la época de los dominicanos y dominicanas tomar las cosas sin alteración ni impaciencia; el sosiego desapareció con la presencia de el pánico, el pavor notorio.

3.- Es un deseo justificado querer vivir calmado, plácidamente, quieto, completamente reposado, sin nada de agitación. Pero una cosa es lo que el ser humano quiere, y otra la que le enseña la realidad; y nuestro pueblo está pasando por momentos de angustia, tormentos, amargura, en sí, un viacrucis por los asaltos a viviendas, empresas y bancos comerciales; tráfico de armas, personas y órganos; operaciones de sicariato, narcotráfico, robos a mano armada y descuartizamientos, etc.

4.- Las causas generadoras de los citados hechos no pueden buscarse al margen de la sociedad enferma en que estamos viviendo; y como está infectada hay que curarla, o dejarla que muera por sus propias contradicciones internas.

5.- La sociedad dominicana de hoy descansa sobre un sistema que genera violencia por todas partes, sus instituciones responden a fines violentos, y el ordenamiento social está diseñado para por medios violentos imponer la voluntad de minorías y grupos retardatarios.

6.- La violencia en sus diferentes formas, la criminalidad en sus distintas modalidades, la delincuencia común y la de cuello blanco, son fenómenos propios de países en los cuales las estructuras y mecanismos de expresión social y política ya no sirven a los fines democráticos y de convivencia civilizada.

7.- La preocupación presente en el pueblo y las autoridades dominicanas por el desarrollo de la criminalidad es el resultado de las acciones delincuenciales llevadas a cabo en los últimos años por grupos sociales que, impulsados por distintos motivos, han ejecutado crímenes de facturas anteriormente extrañas en nuestro medio social, fruto de la existencia del crimen organizado que ha hecho acto de presencia con su ligazón con grupos civiles politiqueros, policiales y militares.

8.- Los fenómenos de la violencia, criminalidad y delincuencia, están accionando en forma tan notoria y desafiante que el Estado se ha considerado amenazado, lo que lo ha motivado a tomar medidas extremas de prevención y represión, incluyendo la creación de instrumentos en los cuales están entrelazados civiles, policías y militares, en procura de recuperar el espacio de seguridad perdido.

9.- La violencia expresada en criminalidad ensangrentada alarma, aterra, inquieta; lleva temor, miedo y sobresalto a lo mejor de la sociedad, a los hombres y mujeres de bien. Semejante situación obliga a las fuerzas motrices a ponerse en tensión para no sucumbir ante el crimen.

10.- Constituye un cretinismo y falta de seriedad cívica decir que la violencia criminal es un fenómeno de hoy. Lo que sí alarma ahora es el desarrollo de la espiral de violencia, y la nueva modalidad criminal ligada con el consumo y tráfico de estupefacientes, consecuencia de secuestros, atracos, descuartizamiento y torturas reflejadas en víctimas ligadas al bajo mundo del crimen con estampa internacional.

11.- Los fenómenos sociales no tienen solución con medidas represivas; por su propia naturaleza social, requieren medios de contenido económico, político y legal, en cuya implementación, necesariamente, el pueblo organiza sus instrumentos adecuados de lucha, además de una firme voluntad política dirigida desde las más altas instancias del Estado.

12.- Lo mejor de nuestro pueblo, lo que todavía sirve como grupo social, merece tener una existencia marcada por la paz, la calma, el reposo y la absoluta serenidad. La intranquilidad, la desazón, el malestar y el nerviosismo no cuadran en una sociedad de persona civilizada.

13.- Por tener la violencia y la criminalidad diferentes componentes, se deben aunar esfuerzos dirigidos a enfrentarlos colectivamente con posibilidades de éxitos, pues de lo contrario el país va a continuar viviendo en el estado de inquietud en que se encuentra hoy, que si es verdad que no estamos en un ambiente de alarma, inquieta y genera real preocupación.

14.- No escapa a nuestro conocimiento que el barullo, el caos y el desconcierto de que somos testigos en la actualidad, es la consecuencia directa de una sociedad preñada de disgustos acumulados, insatisfacción popular por enconos, amarguras y rabias. La armonía, la concordia se hace difícil donde predomina la desigualdad social y de oportunidades.

15.- ¿Ante la realidad actual, qué pueden hacer los hombres y mujeres de bien del país?

16.- Lo ideal fuera instaurar un ordenamiento social nuevo, diferente al que padecemos, pero por ahora esto es una simple aspiración, un deseo muy difícil de materializar, partiendo de las reglas del juego político electoral excluyente actual.

17. Para combatir la violencia, la delincuencia en sus diferentes vertientes, y la criminalidad en sus distintas modalidades, debemos de enfrentar estos fenómenos nocivos buscando mecanismos posibles dentro de los marcos institucionales actuales, entre los cuales podemos citar:

a) Elaborar fórmulas para hacerle frente a la delincuencia común, hoy entrelazada con otra más compleja con relaciones transnacionales de la criminalidad organizada, entre las que se destaca el narcotráfico, el lavado de activos, el tráfico de personas, los secuestros y el sicariato.

b) Propiciar acciones para hacer efectivas medidas preventivas, correctivas y coercitivas de seguridad, en las cuales intervengan organizaciones comunitarias, de la sociedad civil y el gobierno central.

c) Como puntos importantes para la seguridad ciudadana en estos momentos se deben tomar en consideración métodos aplicados en otros países con estructuras semejantes a las nuestras, y retener aquellos medios con los cuales se han alcanzado éxitos.

d) Si partimos de que la criminalidad es un fenómeno con diferentes componentes de naturaleza socioeconómicos, debemos tomar decisiones en las cuales se enfrenten lacras como la pobreza, el desempleo, las desigualdades sociales, y también acciones dirigidas a la familia en sentido general.

e) Hay que estimular la labor educativa para hacer generar confianza en la ciudadanía hacia el rechazo a los linchamientos, la eliminación de la política de exclusiva coerción, y de las prácticas de ejecuciones policiales extrajudiciales.

f) La seguridad no puede ser obra exclusiva de las autoridades policiales; se precisa también el concurso de hombres y mujeres del pueblo con sentido de responsabilidad cívica. Las organizaciones barriales en conjunto deben convertirse en instrumentos vigilantes y de denuncias contra las actividades ilícitas. Las redes sociales constituyen un gran soporte de las autoridades que con sentido de responsabilidad, estén dispuestos a hacerle frente a la delincuencia sin complicidad con ella.

g) Las medidas que se pongan en ejecución para enfrentar la delincuencia y la criminalidad, deben ser objeto de seguimiento por un organismo funcional, que se constituya en una estructura que rinda cuentas mensuales de las acciones llevadas a cabo, de los logros, las fallas y la reorientación a tomar con la finalidad de enfrentar deficiencias, y enriquecer aquellos logros alcanzados.

h) Si no se establece una correlación de trabajo entre autoridades y comunidades, no se alcanzará éxito alguno en la búsqueda de la seguridad ciudadana.