En la novela caribeña y en particular en la tradición literaria dominicana abunda el miedo al vacío, del latín "horror vacui". En ese estilo, la historia se acompaña de palabras cultas e imágenes descriptivas. La acción forma parte de un empapelado barroco de palabras; o bien, de la fascinación de quien escribe por tejer un damasco brocado de frases e ideas. En ocasiones, la enorme cultura y destreza del autor permiten detener la acción en un bien logrado juego de giros del lenguaje. En otras, esa fascinación por las formas llega a interrumpirla. La historia no consigue avanzar y puede llegar a perderse.

Afirma el escritor mexicano Alejandro Paniagua, que el miedo al vacío no es malo, pero hay que saber hacerlo bien. En su opinión, Luis de Góngora es el más destacado representante de ese estilo en la lengua española y Alejo Carpentier y José Lezama Lima figuran entre los más acabados exponentes antillanos. En una ocasión en la que conversaba con Paniagua sobre el barroco caribeño, él me preguntaba curioso a que se debía la permanencia contemporánea de ese estilo en la región isleña. Nunca ha visitado el Caribe y le llama la atención que la creatividad no adopte un estilo más ligero, como se imagina debe ser la vida frente al mar.

Mi respuesta pudo ser un improvisado mural de adornadas palabras que explicara los posibles motivos en la historia y en el pensamiento caribeño para que ese estilo literario se haya perpetuado. Preferí contarle que existe una nueva generación de escritores dominicanos, con gran talento para la narrativa sobria, sencilla y efectiva, entre ellos Miguel Yarull; quien en su nueva colección de cuentos "Vinyl", sin temor lanza al lector, directo al vacío. Se necesita contar con talento depurado, para escribir buenas historias, sin acudir a lenguaje florido del baroque de la Caraïbe. Yarull es capaz de hacer literatura, desde la economía en el uso del lenguaje, por demás, simple y cotidiano.

En 1986, antes de aceptar el cambio tecnológico, cerré la era de los discos de vinilo con broche de oro. Compré “So” de Peter Gabriel en un centro comercial en Puerto Rico, rodeada de una invasión de cedés que llegaban a la tienda de discos y en ellos, nuevos ritmos. Desde entonces, no había vuelto a interesarme por un disco de acetato. Incluso, en los años noventa, en un acto despiadado, muy propio de la era digital, me deshice de mi amplia colección de vinilos, que además de los míos, sumaban los heredados de mis padres y hermanos. Muchos cometimos similar acto criminal. Disfrutamos del placer del ruidillo de la aguja rozando el fonógrafo, cuando era un ritual tribal mundial y luego nos olvidamos del sonido analógico.

"Vinyl" sale de un buen estudio de grabación. Lo produce un miembro original de la tribu de acetato y autor de buena tinta. ¿Podría recordarnos ya no el ruido de la aguja, sino la sensación al oírla? Su RPM me deja preguntas y satisfacciones: ¿Por qué la música (playlist) no se oye hasta el Lado B? ¿Por qué la colección evoca el formato agotado si las historias, en su mayoría, cuentan relatos de hoy?

El Lado A de esta producción, inicia con “Cita con el ministro”. Me gustó ese primer acto enfadado. Una apertura enojada como los temas "Synchronicity I, II", del álbum homónimo del grupo The Police de 1983. “El viaje a Disney”, es un escape total del barroco caribeño. El mundo mágico de Walt, sirve de escenario a nuestro absurdo, a la negación de la realidad pura y dura, como dilema de nuestro “small, small world”.

“Por el mismo medio” cuenta un relato escrito con la primera letra “D” de la sigla en inglés DABDA o ciclo del duelo, que describe el estado primer estado de la negación (denial). Narra un accidente, como los que ocasionalmente nos enfrentan con la realidad que preferimos ignorar. “Currú” es acción y movimiento. Como Rita Indiana, Yarull no se detiene en estaciones barrocas. No tiene problema alguno en lanzarnos dentro de un hoyo negro por los 411 (en béisbol, por el mismo medio).

“La casa tomada” es brillante. Peur de vide même del personaje, no del autor. “Dulces sueños” no fue de mis favoritos, pero se integra al discurso del long play. “La princesa”, último tema del Lado A, me encandiló por su ternura. Un breve escape de los masculinos protagónicos y patéticos que conforman ese lado del disco-libro.

“Olor a madreselva” da inicio el Lado B, como lo hace “Within you, without you” el celebrado vinilo "Sgt. Pepper Loneny Hearts Club Band" (1967) de los Beatles. Esto es, con tonalidad distinta, en este caso con voz femenina. Su protagonista es otro personaje de Yarull, a punto de caer en un espacio vacío. Con ella, evoca otras sensaciones, coquetea con la inflexión barroca, entre perfumes y nostalgias. Al final, el autor regresa a su tonalidad sobria y directa. Deja a su protagonista a solas. La vida fluye dentro de ella y sin ella. Sin embargo, no se escuchan cítaras que alivien como en el barroco hindú de la canción de Harrison. Solo el sonido de una puerta al cerrarse.

"Mujer al borde de un ataque de nervios” recuerda esos Lado B que Lennon obsequiaba a Ono, para que hiciera lo que le viniera en gana, incluso gritar histérica, como parte de su expresión artística. Curioso que las voces femeninas solo aparecen en el Lado B de "Vinyl". En ese lado del disco, una maestra llamada "Remedios", que ni es bella como la de García Márquez, ni la sexy profesora Gradenko de Sting, del álbum de The Police mencionado, nos atormenta. Remedios es la villana de "Vinyl". Todos los grandes LP de música popular tienen uno o una, porque son libros de cuentos hechos canción. La mamá de Andy Summer es una de las más horrendas villanas de vinilo. Escuchar "Mother" en Synchronicity es aterrador. La de Sgt. Pepper, es una chica despiadada con sus padres en el tema "She is leaving home". Se va, dejándolos llenos de dolor y preguntas sin respuestas. La de "Vinyl" es peor. Regresa en la vida adulta del personaje como una maldición.

“La Noche del Día que Murió Michael Jackson”, trae un doble guiño: uno al fabuloso Frank Báez y otro a “A Hard Day’s Night” del Fab4. Diría que Yarull saluda la novela de Báez "Llegó el fin del  mundo a mi barrio" en ese cuento. Para sus personajes, la muerte del artista pop un día de la semana sin importancia se asemeja a la llegada del juicio final al sector del INVI del primero. Elegir a Jackson señalado por duda razonable de un horrendo delito, como sujeto de uno los mejores cuentos de la colección en estos momentos, es de una notable seriedad literaria. Nadie se detiene frente a un cuadro de Picasso a juzgar el hombre retorcido que fue. No obstante, el cuento no es acerca del artista, sino de algo acaso más interesante, el vacío existencial del dominicano contemporáneo, evidenciado al odiar o llorar a Michael Jackson, en el relato bizarro que describe el día de su muerte.

“La clave”, a mi gusto, es el más importante cuento de "Vinyl". Me encuentro en los mil espejos de incesante búsqueda que desde acción neta Yarull dibuja como un impactante y pronunciado cuadro minimalista. “El funeral cruzando por Canal St.", es un ejercicio de simultaneidad de un buen discípulo de Sorkin.  Finalmente “Kinky Tanya” se torna sinfónico como “A day in the life”, acto final del álbum Sgt. Pepper con su bonus track incluido. Sin embargo, "Kinky Tanya" se me asemeja tanto a “Lovely Rita”, aquella chica fetiche de McCartney del mismo álbum del cuarteto. Una canción que oíamos en la adolescencia con los audífonos puestos para que los padres no oyeran sus gemidos de placer. Los gemidos de Tanya, una Rita dominicana y actual, son un desenfado que acepté al autor.

Pero, a decir verdad, no me distrajeron. Me había quedado pensando en “La clave”. Quizás porque había reconocido mi propios espacios vacíos y consentí perderme en su infinito de búsquedas que parece tributar a Jorge Luis Borges con una simplicidad asombrosa. Desde algo que hacemos todos los días, tratar de acordarnos de los benditos passwords.

La complejidad artificiosa propia del barroco, no sale del teclado del autor. Sale del hoarding o acaparamiento de objetos, teneres y persecuciones sin fin de sus personajes.

Luego de leer el libro, escuché en Spotify, "Fixing a hole", de Sgt. Pepper, pues al igual que la obra de Yarull, aborda el fear of emptiness. Nos la pasamos en eso, tratando de llenar espacios vacíos. "Vinyl" me permitió pasar un buen rato haciendo las paces con mis preguntas sin respuestas.