Conocí a Enriquillo Sánchez –o, más bien, comencé a conocerlo– en 1976. Tenía yo 22 años de edad y él, 29. En ese año tuve el grato placer de tenerle ―provisionalmente― como profesor de la asignatura Literatura Universal, de la que era profesor titular el siempre bien recordado poeta y dramaturgo Máximo Avilés Blonda, quien insistía en que la rima sin talento poético carece de valor literario alguno.
Fue en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en cuyas aulas estudié la carrera de Pedagogía. Lo recuerdo gentil, caballeroso y pulcro en el vestir y en el hablar, con el porte de un actor salido de los estudios cinematográficos de Hollywood. Recuerdo haber sostenido con él un inolvidable diálogo que giró en torno al concepto belleza. Ambos coincidimos en que es la belleza un asunto muy relativo y nada absoluto.
Nunca imaginé que treinta y tres años después, en 1999, tendría yo el honor de discutir con Enriquillo el posible título de su primer libro de cuentos y, menos aún, que esos textos serían compilados por mí con su entusiasta anuencia y apasionada colaboración. Los empalagosos negros del paraíso sería el título original bajo el cual habría de ser publicada su obra Rayada de pez como la noche: cuentos completos (1966-2002) ―compilada por nosotros― dentro de la colección bibliográfica de la Biblioteca Nacional de República Dominicana. Pero un cambio de autoridades gubernamentales en 2000 ―el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) había sucedido en el poder al Partido de la Liberación Dominicana (PLD)― se interpuso, y luego vino el desaliento de ambos: no fue posible la publicación de la obra. Tendrían que transcurrir seis años para que pudieran darse nuevamente las condiciones que me permitirían retomar el proyecto, ya no contando con su refrescante presencia, sino con la colaboración de su distinguida y amorosa esposa Cristina, quien, con la complicidad del tiempo, se ha convertido en una gran amiga nuestra.
Tuve que recomenzar, reiniciar el proyecto de compilación de sus textos narrativos inéditos y dispersos, prácticamente de cero, pues el libro diagramado ya no estaba en la memoria de ninguna de las computadoras del taller de servicios gráficos que tuvo la responsabilidad de diseñar el mismo. Ese evento, más que negativo fue positivo, pues al ahondar en la investigación –teniendo como acicate el deseo de rendirle homenaje póstumo al profesor y amigo– pudimos rescatar un número mayor de sus «antiquísimas narraciones breves, esas que andan por ahí sin que yo apenas las recuerde»,1 como solía decir Enriquillo al referirse a sus cuentos. Antes eran diez textos, luego fueron veintiocho.
Ahora bien, armados de la intuición decidimos ahondar en la investigación bibliohemerográfica con el propósito de rescatar una mayor cantidad de textos narrativos de la autoría de Enriquillo, lo cual nos permitió cambiarle el título a la obra, más acorde quizá con el estilo singular de él titular sus trabajos: Rayada de pez como la noche es el título de uno de los cuentos contenidos en el volumen.
Incluimos en el libro los siete cuentos que le merecieron a Enriquillo Sánchez galardones literarios en tres concursos de cuentos de carácter nacional: el organizado por el Movimiento Cultural La Máscara, el de Casa de Teatro y el organizado por el Suplemento Cultural Aquí del diario La Noticia. Este último certamen también incluía el género poesía, en el que Sánchez obtuvo el Segundo Premio con su poema «Maguita».2 De esos concursos literarios proceden siete de los textos narrativos compilados: «Epicentro de la bruma», «Flor de los sepulcros o El mismo rostro», «Teatro para una inacabable cacería», «La montaña azul», «Rayada de pez como la noche», «Oferta de empleo» y «Señales de humo». Para el estudio futuro de su obra narrativa es importante consignar que con un fragmento de su novela inédita Guarapo Enriquillo Sánchez obtuvo una Mención Honorífica en el II Concurso Literario Jacques Viau Renaud organizado por el Movimiento Cultural Universitario (MCU) en 1970.3
Un importante narrador, integrante prominente del llamado boom de la narrativa latinoamericana, gozó de la admiración profunda de Enriquillo Sánchez: Gabriel García Márquez. En los cuentos contenidos en el volumen es notoria la influencia del célebre novelista colombiano, especialmente en «Los borrachos, los gallos, la noche», que se inscribe, como él mismo lo admite, dentro de esa tendencia narrativa denominada realismo mágico. Sobre ese texto, escrito en el decenio de los 80, Enriquillo confesaría, en su artículo «¿Realismo mágico urbano?»,4 lo siguiente:
«…en una ocasión había escrito un cuento, hace ya más de un decenio, que se podría calificar de realismo mágico urbano. Fue un chispazo y un deslumbramiento. Fui el primer sorprendido. Hasta que le conté a mi amigo el cuento olvidado, yo no sabía que lo que hice fue, ni más ni menos, realismo mágico urbano. El realismo mágico ha sido, hasta ahora, una consecuencia estética del precapitalismo y de la sociedad patriarcal, y, que yo sepa, no se ha intentado traerlo hasta la modernidad. […] ¿Realismo mágico urbano? ¿No existe magia en nuestras actualidades, en nuestras contemporaneidades?»5
Su obra ha sido galardonada en esos tres géneros, pero sus trabajos narrativos, debido a su dispersión, realmente no han sido tan difundidos como su poesía y sus ensayos y artículos, pero a partir de la compilación de sus cuentos podrá ser conocida y valorada su obra narrativa.
Es importante consignar aquí que en 1988 Enriquillo Sánchez tuvo la intención de publicar el conjunto de sus cuentos. Comenzó ordenándolos y sorteando varios posibles títulos. En su archivo literario, puesto a nuestra disposición por su esposa, encontramos interesantes notas manuscritas que así lo confirman:
«Me apresuré a reunir estos cuentos, incierta la puntería, antes de que otro lo hiciera por mi. Son huellas, trabajosas, deslucidas, de un aprendizaje, de un muy doloroso aprendizaje que concluirá con la muerte, es decir, con la definitiva y lapidaria ausencia de los otros. […] Reuní mis cuentos decía- y me divertí con su (no se entiende) que es la mia. Para aprender el oficio, si es que alguna vez se aprende, lo primero que se requiere es una vergüenza, tal vez no tan honda, avasalladora y (no se entiende) como la de Kafka, pero sí una vergüenza resistente y dócil. Hay que obedecerla y garabatearla. En algún rincón humeante aguarda el amor, con sus payasos de azúcar que los hombres no mancillan. […] Lo cierto es que “mis cuentos” están aquí. Con ellos toqué la puerta, en 1966, de la literatura dominicana. Tenía 19 años. La puerta se abrió. El resto me toca a mí. Paso a contarlos».
Desconocemos las razones que impidieron que el singular autor de Convicto y confeso (I) (1983) llevara a feliz término ese proyecto, que, sin lugar a dudas, hubiera constituido un verdadero aporte a la bibliografía narrativa dominicana. Quizá fue ese deseo suyo ―dormido, pero latente― el que generó el inmediato entusiasmo con que respondió a nuestra propuesta, en noviembre de 1999, de que nos permitiera reunir en un volumen sus textos de narrativa breve.
A nuestra memoria asoma su imagen visitándonos en la misma oficina que habríamos de ocupar en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, en el período 2004-2007, el Poeta Nacional Pedro Mir, a quien Enriquillo admiró tanto. Cada vez que lo hacía nos entregaba, con la alegría y el asombro de un adolescente, un texto distinto, inédito o publicado en algún suplemento cultural o antología literaria. Asumimos su libro como si fuera nuestro, conscientes de su valor y de su indiscutible calidad literaria. Quien lo lea, ahora, podrá comprobar que nuestra afirmación no es peregrina, pues Enriquillo Sánchez no tan sólo fue un brillante poeta y un erudito ensayista, sino, además, un extraordinario narrador cuyo estilo muy personal quedó estampado en cada una de sus narraciones. También en su única novela publicada.
Enriquillo Sánchez tuvo que esperar llegar a los 52 años de edad para escribir sobre sus recuerdos de infancia, de aquella infancia transcurrida bajo el nefasto régimen de Trujillo que habría de ser motivo de su novela Musiquito. Anales de un déspota y un bolerista (1993):
«…me crié y me eduqué en un hogar radicalmente antitrujillista, en el que el rechazo al tirano era literalmente pan nuestro de cada día y religión permanente e insustituible. Mi padre fue opositor al jefe a todo lo largo y lo ancho de la tiranía y me inculcó esos valores desde que tuve uso de razón política, hecho que ocurrió, por razones obvias, el primero de enero de 1959, cuando escuchábamos en las emisoras de La Habana el triunfo de la revolución y el derrocamiento de Batista».19
Esa imagen terrible del dictador permanecería siempre, como sombrío recuerdo, en lo más hondo de su memoria y haría su aparición, décadas después, en sus artículos periodísticos20 y en su novela citada. Recuerdo su asombro cuando le mostré —y luego hojeó con avidez— los originales de nuestra antología de cuentos sobre Trujillo y se apresuró a decirme: «Permíteme presentar yo esta obra, porque has logrado una selección de ensueño». Ocurrió este encuentro en julio del 2004, en la sala de espera de la Dirección General de Comunicación del Banco de Reservas de la República Dominicana, una semana antes de su muerte, la que nos hirió profundamente…como si hubiese fallecido un hermano, porque cuando muere un gran ser humano, como él, se siente que parte de uno también muere. Había mucha humanidad en Enriquillo, una grandeza espiritual que no es común en este degradante mundo de hoy, en el que, en su opinión, el terror ya es un espectáculo.
Recordar a Enriquillo Sánchez con su sonrisa amplia, bonachona, y su energía vital expresada en su mirada inquisidora y vivaz; con su bohémica alegría y su manía de «trabajar mientras dormía», podría ser una forma quizá peculiar –como lo fue él― de ofrendarle un merecido homenaje póstumo. De recordarlo así, de seguro que él nos sonreiría desde el más allá. Así lo recordaremos el martes 9 de abril del año que discurre en el acto de puesta en circulación de su esperado libro Poesía bisoña. Poesía dominicana, 1960-1975 (Reseña y antología), publicación patrocinada por la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña bajo nuestra responsabilidad editorial. El acto tendrá lugar en la Sala Aída Cartagena Portalatín de esa institución bibliotecaria y el presentador del libro lo será un entrañable amigo de Enriquillo: Pedro Delgado Malagón (Pedritín).
Notas:
- En su obra póstuma Devo[ra]ciones (Santo Domingo: Dirección General del Libro, 2005), p. 36.
- Este poema fue publicado en el Suplemento Cultural Aquí del periódico La Noticia (Santo Domingo), 25 de agosto de 1974, p. 9-A.
- Ver: Suplemento Cultural del periódico El Nacional de ¡Ahora! (Santo Domingo), 21 de junio de 1970, p. A-4.
- Op. cit., pp. 33-36.
- «Mi padre”, artículo publicado en el periódico El Siglo (Santo Domingo) del 31 de agosto de 1990 y reproducido en su obra Para uso oficial solamente (Santo Domingo: Comisión Permanente de la Feria del Libro, 2000), pp. 336 y 337.
- «Centelleantes escolios de autobiografía poética», en su obra póstuma Devo[ra]ciones (Santo Domingo: Dirección General del Libro, 2005), pp. 95-100.
- Idem, p. 96.
- Idem, p. 97.
- Loc. cit.
- Loc cit.
- Loc. cit.
- Idem, pp. 97-98.
- Idem, p. 98.
- Se refiere al poeta Rafael Valera Benítez, integrante de la Generación del 48.
- Se refiere al poeta Franklin Mieses Burgos, integrante del grupo denominado La Poesía Sorprendida.
- Se refiere al poeta Rafael Américo Henríquez, también integrante de La Poesía Sorprendida.
- Idem, pp. 98-99.
- Idem, p. 99.
- Idem, p. 168.
- Por ejemplo: «En esta casa Trujillo es el Jefe», «La metafísica trujillista» y «El trujillismo erótico», contenidos en Para uso oficialmente solamente; y «Duarte y Trujillo», incluido en Devo[ra]ciones.