Seguro que a cualquier mortal de este país lleno de incautos, el nombre Villa Vásquez  evoca seguido… ¡drogas! Ni hablar de cuál sería la percepción de extranjeros que, sin dudar, se creen informados con veracidad a partir de un vistazo a uno o varios medios de comunicación.

Esta comunidad había sido invisibilizada de por vida, hasta que, hace un par de semanas, ha ocupado los primeros planos de las agendas mediáticas con una muy mala noticia. Su procuradora fiscal y agentes de la Dirección Nacional de Control de Drogas, como aires de comediantes televisuales malos, sin protocolo, irrumpieron en una pequeña peluquería con la pretensión de “plantar” estupefacientes sin advertir que unas cámaras grababan cada segundo de sus acciones impúdicas. https://www.youtube.com/watch?v=UdmFxvxwIaE.

Hasta ahora, ¿usted había oído hablar de V.V.? ¿Cuántas veces ha visto historias sobre esta comunidad en los medios de comunicación? Hasta este minuto, ¿qué sabe usted de ese pueblo: ubicación, su gente, producción, perfil socioeconómico?  Quizá muy poco, si es que ha oído.

Resulta que, de repente, con el aluvión de informaciones negativas descontextualizadas, han sembrado en el imaginario colectivo la idea de V.V. como sinónimo de drogas.

Así que no le parezca extraño si, a partir de ahora, alguien se espanta y desorbita los ojos cuando usted, orgulloso, le diga que es nativo de ese pueblito.    

Y ese hecho es socialmente más dañino que el desaguisado de las autoridades responsables del control del narcotráfico.

DETRÁS DEL TELÓN

Villa Vásquez (en honor al caudillo Horacio Vásquez), a 206 kilómetros de la capital, es un municipio de la noroestana provincia Montecristi, en la frontera con Haití, creado el 20 de junio de 1938. Limita al norte por el mar Atlántico, al sur por Castañuelas, al este por Guayubín y al oeste por el municipio Montecristi.

Con poco más de 15 mil habitantes (censo 2012) en una superficie de 229,9 kilómetros cuadrados, cuenta con una superficie agropecuaria de 60,200 tareas y 449 asentamientos. Principal  producto: arroz, aunque también cultiva cebolla, yuca, banano, ajíes, y tiene ganadería vacuna ovina y caprina. Un destacamento policial, un hospital municipal, un cuerpo de bomberos, cinco iglesias evangélicas, una católica, una  de mormones y una de Testigos de Jehová. Y mucho desempleo.

https://www.one.gob.do/Content/pdf_perfiles/Perfil_Montecristi.pdfal.

Desterrado como está, en una frontera abierta con Haití, este pueblo es solo otra víctima de la transnacional del narcotráfico que siembra violencia y daña cerebros de seres humanos en todo el mundo. Un negocio que mueve 500 mil millones de dólares gracias a un mercado de consumo creciente sobre todo en Estados Unidos, frente a sociedades empobrecidas que a menudo ni siquiera poseen los pesos de la comida del día.   https://elnacional.com.do/los-500-mil-millones-del-negocio-de-la-droga-en-eeuu/.

Villa Vásquez, como Pedernales, también de la frontera, se mueve al ritmo que anima la gran maquinaria del abandono estatal y mediático, que es el de sobrevivir a cada día y sobreponerse a los estereotipos. Dicen que los puntos de drogas abundan como verdolaga con la complicidad de la autoridad. Dicen que la juventud anda perdida en vicios. Pero detrás de esta media verdad, invisibilizada, la dinámica de una comunidad trabajadora, honesta y dispuesta a no claudicar ante las tentaciones malignas de las mafias.

Frente al narco, parece que hay poco qué hacer, salvo aspavientos represivos. La legalización de las drogas luce el camino menos malo. Las secuelas de muertes, adicción y perversión que conlleva esta empresa mundial son más mortales que la legalización para deprimir su economía.

Mientras la solución llega, toca a los medios de comunicación colocar en su agenda diaria la vida de comunidades laboriosas, como Villa Vásquez, para ayudar a levantar su autoestima y hacerlas más resilientes ante las amenazas de las plagas sociales. Porque el periodismo de estos tiempos también rastrea hechos positivos para construir buenas noticias que sean referencia para la sociedad. Vistos desde otro ángulo, demasiado buenos son esos pueblos que, a fuerza de dignidad, aún resisten las tentaciones del poderoso don dinero.